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Mundo, Madrid :: 18/02/2020

Iglesias evangélicas: franquicias de fe neoliberal

Alberto Azcárate
Llegadas desde EEUU en la década de 1970, el avance de las iglesias neopentecostales, o evangélicas, en América Latina en las últimas décadas parece imparable

El actual presidente de El Salvador, Nayib Bukele, político oriundo del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), acaba de protagonizar un autogolpe cívico-militar, y lo ha hecho con la fe del converso. Después de ingresar en el parlamento rodeado de policías y militares, se sentó en la silla presidencial y ordenó el inicio de la sesión “amparado por un derecho divino”, según sus propias palabras. A renglón seguido, se entregó a una oración, después de lo cual abandonó la sala para salir al encuentro de cientos de seguidores que lo vitoreaban en el exterior del recinto. El mandatario ha venido contando con el apoyo explícito de las iglesias evangélicas salvadoreñas.

Asimismo, en las recientes elecciones presidenciales peruanas, el Frente Popular Agrícola del Perú (FREPAP), brazo político de la Asociación Evangélica de la Misión Israelita del Nuevo Pacto Universal (AEMINPU), saltó al plano institucional consagrándose como la segunda sigla más votada. Poco antes, durante el golpe militar en Bolivia, la presidenta de facto -Jeanine Añez- asumió el cargo biblia en mano, con una explícita declaración de fe. “Dios ha permitido que la Biblia vuelva a entrar a Palacio. Que Él nos bendiga”, proclamó. Mientras, un coronel del ejército boliviano -entre vítores- afirmaba en un vídeo: “Reivindico y consagro a las fuerzas armadas de Bolivia para Jesucristo”. El hecho de que, desde su Constitución de 2009, Bolivia se asuma como un Estado laico, amplifica la gravedad del gesto destituyente de ambos.

La concatenación de estos episodios señala -en la esfera religiosa- una creciente influencia de las iglesias neopentecostales, y el paralelo eclipse del catolicismo y, en el plano político y cultural, la cada vez más firme implantación de aquellas. Lo analiza detalladamente el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG) en su informe Iglesias evangélicas y el poder conservador en Latinoamérica.
Estas expresiones hacen gala de un discurso conservador y ultraderechista, de corte autoritario. Y se posicionan como alternativa antagónica a los movimientos populares en favor de la (re)conquista de derechos sociales y políticos perdidos y otros por conseguir en favor de sectores de reciente visibilidad, como el feminismo, el movimiento LGTBI, las minorías racializadas, y los excluidos en general.

Este evangelismo oficia de soporte de gobiernos neoliberales como los de Sebastián Piñera (Chile), Jair Bolsonaro (Brasil), Lenin Moreno (Ecuador), Iván Duque (Colombia), Mauricio Macri (Argentina) y al actual golpismo boliviano. Y su influencia crece de forma sostenida en República Dominicana, Costa Rica, México, Guatemala y Perú. Sus mensajes se transmiten por radio, televisión y redes sociales, a través de un aparato mediático que se financia con aportes de los feligreses y, en algunos casos, de grupos empresariales.

Para analizar las causas y alcances del fenómeno, El Salto ha consultado a Marcelo Mendes Facundes, doctor en Psicología y profesor de Psicología, Procesos Psicosociales Básicos y Psicología de la Salud en el centro universitario María Cristina de El Escorial, perteneciente a la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Este académico hizo su tesis doctoral y ha publicado y dado conferencias sobre el tema.

El evangelismo neopentecostal y el negocio de la fe

Mendes explica que en su implantación originaria en América Latina -inicios de 1970 del siglo pasado-, el neopentecostalismo ofició de dique de contención al avance de la Teología de la Liberación. Esta rama del catolicismo -en sintonía con los procesos revolucionarios del continente- defendía el legítimo derecho de los pobres a gozar de una existencia digna, pese a su condición. En la calzada opuesta, el obispo Edir Macedo, fundador de la brasileña Iglesia Universal del Reino de Dios y promotor de la Teología de la Prosperidad, sostiene: “Nosotros queremos que ese hombre sea rico, que ascienda en la escala social, no queremos un pobre que acepte su pobreza”.

El entrevistado da una clave de conexión de sentido entre los valores claves del neoliberalismo y la fe evangélica: “Así como hemos aprendido con Weber que el protestantismo tiene un encaje con el capitalismo, el neopentecostalismo va a tenerlo con el neoliberalismo, porque genera un ‘sujeto hecho a sí mismo’, donde el Estado no interviene”. Explica que este evangelismo se acopla de tal modo, incluso a la prédica neoliberal, en favor del emprendedor que admite el derecho de los fieles a abrir su propia iglesia y se autodenominen “pastor por revelación” -el elemento teológico que justifica ese paso-, y se conviertan en pastores evangélicos. “Esto se inscribe en la lógica del capital y el consumo; cada uno puede crear su propio business neopentecostal”, aclara.

Y, en esa expansión, explica Mendes, hace gala de la misma labilidad que el neoliberalismo: “Continuamente están surgiendo nuevas iglesias evangélicas, el movimiento ha trascendido sus orígenes en la Iglesia Universal del Reino del Dios, de Edir Macedo, y no se subordina jerárquicamente a ella, que tiene su propio sistema de franquiciado, un dispositivo muy parecido a las franquicias comerciales”.

La marginación social, clave para la captación de adeptos

La ausencia de derechos y la marginación social, unidos a la carencia de asistencia pública, son datos clave para la implantación del pentecostalismo. Este opera sobre colectivos abandonados, que no tienen un espacio de existencia, y les construye ese lugar, “crea redes de apoyo mutuo entre los fieles que, al final, funcionan y hacen que, objetivamente, mejoren. Y así va tomando el espacio que debería ocupar la gestión pública”. Y agrega: “A veces operan como hospitales espirituales. Gente muy deprimida que no funcionó en los sistemas de salud y va a uno de estos sitios y se siente bien. Deja los antidepresivos y encima no está sola, tiene teatro, cine, la ficción que necesita para lidiar con la realidad, lo tiene todo ahí”.

Sin embargo, aunque actúan en “lo social”, lo hacen con una lógica antagónica a cualquier promoción de protagonismo del oprimido; todo se juega en el ámbito individual: “En el pentecostalismo hay una división cosmológica: por una parte, está ‘el mundo’, que pertenece al diablo, y por lo tanto las derivadas sociales que en él se expresan no interpelan a la iglesia, esta solo se va a ocupar del ámbito individual, donde ‘no existe’ lo social -ilustra Marcelo Mendes-. “Su formato (…) se ha mercantilizado de un modo tan potente que es difícil discernir dónde termina lo sagrado y empieza lo profano”.

Pero es claro que ese sujeto masacrado reacciona, sea bajo la forma de alcoholismo y drogodependencia, o de matriz delictiva, o como culpa, miedo y padecimiento. Este último estamento es candidato por excelencia a entrar en el reino de dios. Para ellos hay un repertorio expresivo con antecedentes escénicos -entre otros- en el espiritismo, a través de la práctica de rituales colectivos, donde los fieles son “poseídos” por fuerzas que no controlan. “Es algo de corte medieval que traducen como posesión demoníaca -un fenómeno del cuerpo- del que ellos se hacen cargo, lo contienen y le otorgan un sentido, que en otros espacios religiosos no le dan. Ahora se les escucha y se les da un reconocimiento social. Y eso es muy potente y es la base para entender este movimiento”, agrega.

Pero el evangelismo no se limita a estas prácticas, también utiliza otros vehículos de subjetivación, algunos de matriz artística. “Siempre ha habido un prejuicio de que el pobre no necesita arte y, sin embargo, estas iglesias revelan una demanda de arte, son auténticas performances con canto, ballet, música. Y es en las periferias más duras. El catolicismo clásico lo tiene muy difícil para competir con esto”, observa Marcelo.

Su formato, consustancial y mimético con el neoliberalismo, “se ha mercantilizado de un modo tan potente que es difícil discernir dónde termina lo sagrado y empieza lo profano. El credo, después de haberse separado de las lógicas del Estado, ahora vuelve a unirse y sin que nadie se dé cuenta. De repente, casi sin percibirlo, estás consumiendo música religiosa en la calle, en la TV, es un avance muy silencioso”, describe. Y explica que el propio catolicismo, en su preocupación por no perder definitivamente la batalla, intenta aggiornarse a través de la Renovación Carismática Católica, que no es sino la neopentecostalización de la iglesia. Reacciona por la vía de generar toda una generación de nuevos curas, cantantes, presentadores de TV, que cumplen todos los criterios de este movimiento evangélico.

Los orígenes anglosajones del fenómeno

El pentecostalismo forma parte de la vieja historia del cristianismo, pero en torno a 1920 aparece en Los Ángeles (EEUU) un movimiento que introduce un cambio profundo. Nace en la iglesia metodista un fenómeno que da protagonismo a gente que no tenía visibilidad social. “En la época era muy raro que una mujer, un negro o un latino, ocupasen lugares de poder social, aún en el espacio de las organizaciones religiosas”, señala Marcelo Mendes. Y, en simultáneo, el espacio religioso se convirtió en una especie de hospital social, donde se curaba de enfermedades que el sistema público o privado de salud no atendía, “aunque numéricamente no fue tan importante; sí fue significativo desde el punto de vista de los fundamentos, hizo tambalear los cimientos de la iglesia metodista, la llevó a reconfigurarse y se formó un nuevo grupo”, puntualiza.

“El de Aretha Franklin fue un caso paradigmático”, recuerda Mendes. En una época en que en EEUU era imposible que una mujer tuviera un lugar de protagonismo, “gana primero un lugar destacado dentro de su iglesia y cuando consigue mostrar que es una cantante excepcional, la Universal compra el producto y lo lanza, pero ella ya tenía su público”, explica.

Este movimiento se revigorizó en EEUU en 1970, en simultaneidad con dictaduras latinoamericanas, como la de Augusto Pinochet en Chile y de los militares en Brasil. Desde el punto de vista sociopolítico, a estos regímenes les interesó su implantación porque, a diferencia del catolicismo y el protestantismo, no cuestiona el orden social. Pinochet autorizó su registro oficial como confesión religiosa y, según investigaciones que Mendes referencia, en Chile activó la recuperación de valores tradicionales perdidos. Al actualizar relaciones cuasi feudales existentes en el campo, “estas iglesias conseguían reproducir en la periferia de las ciudades chilenas las relaciones existentes en las haciendas. De cierta forma, estos vínculos de dominación y sumisión estaban ya dados, formaban parte del repertorio subjetivo de esos sujetos. Era algo ‘familiar’, conocido”, comenta.

En la misma época, el pentecostalismo llegó a Brasil y estableció el primer contacto con la Iglesia Asamblea de Dios, en Belén, capital del estado de Pará. Pero en ese país había dos fuerzas religiosas preexistentes: la católica, que se ejercía a través de la Teología de la Liberación, y las de raíz afrobrasileña. Este hecho dificultó su implantación inicial y lo obligó a operar una renovación que cuajó en el neopentecostalismo. Después de reciclarse bajo esta nueva versión, consigue fuerte implantación local e, incluso, exporta el credo a otros países donde el flujo inmigratorio le ha servido de correa de transmisión.

Quizá Brasil sea el país donde el neopentecostalismo ha alcanzado mayor implantación y capacidad de influencia política. Se calcula que controla un 16 por ciento de la población, es decir, unos 30 millones de personas y con una dinámica al alza. Marcelo Mendes describe: “Tiene un canal de TV propio, la TV Record, así como en EEUU posee la CBS. Y Bolsonaro fue elegido gracias al maquiavelismo de la bancada evangélica”. Curiosamente, como todo tiene su contrapunto, dentro del movimiento -aunque poco numerosa- también hay presencia de izquierdas, como es el caso de la diputada Benedita Da Silva, una pentecostal clásica, y de Mônica Francisco del PSOL, entre otras.

Presencia del pentecostalismo en Madrid

“Lo que sucede más allá de la M-30 poco importa a los poderes y a los partidos, pero la presencia del fenómeno en la periferia madrileña es enorme. En cada boca de metro de todos los barrios hay de dos a tres iglesias evangélicas. Algunas proceden de Brasil, otras de Perú u otros sitios, dependiendo del grupo al que se dirijan”, señala Marcelo. Y ya empiezan a aparecer dentro del anillo de la M-30. La Iglesia Universal del Reino de Dios adquirió el espacio que ocupaba un cine en Atocha, y abrió una sede que fue adoptando diferentes nombres hasta llegar al actual, Familia Unida, “porque ven la fuerza del concepto de familia en España, intentan capitalizar la reacción ante las políticas a favor del casamiento homosexual y las políticas LGTBI, y aparecer como una iglesia que defiende a la familia tradicional española”. Mendes agrega: “Empiezan a venir para dentro de la M-30, en la Estación Chamartín hay una para ricos, se llama Iglesia Alagoinha y es una franquicia. También hay otra en un hotel boutique que se abrió en la calle Velázquez”.

Mendes explica que esta iglesia se asienta en la población inmigrante y también en la gitana, aunque esta tiene su propia iglesia pentecostal -la de Filadelfia- dominada por otras lógicas internas al incorporar la cultura gitana, “aunque es la misma matriz de sujeción al sistema”. Y concluye: “Si analizamos lo que surgió en Los Ángeles en 1920, en Chile y Brasil en 1970 y ahora aquí, encontramos parecidos: gente sin lugar ni espacio social, desamparados, sin posibilidad de construcción de una identidad propia. El evangelismo llega y se expande creando redes de apoyo donde consiguen trabajo, incluso los sin papeles, mejoran su autoestima, consiguen sobrellevar los tres años que necesitan para obtener el documento por arraigo social.

Además, ofrece una asistencia mucho más potente que Cáritas. No solo da comida y abrigo, trabaja a nivel psicológico, como un coach en plan ‘tú eres hijo de dios, te ha elegido y estás aquí para crecer’. Crea un microempresario, un emprendedor y ya no se trata de un simple albañil desempleado. Son todos ‘hermanos’ que se van ayudando. Y funciona porque la gente acaba consiguiendo asistencia y decodificando las lógicas de una sociedad europea, que son muy diferentes a las de una latina”.

En cuanto a su incidencia en la población española, Marcelo observa que “por el momento, su incidencia es poca. Aunque cuidado, porque en Brasil, al ser de culto popular, al principio sucedía lo mismo, hasta que en 1990 se crearon las iglesias neopentecostales burguesas. Aún no sabemos si irá a funcionar, a largo plazo puede que sí, por aquello de tener un espacio para que el sujeto pueda plantearse cosas de orden psicológico da manera rápida, práctica y sin grandes compromisos”.

El Salto

 

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