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Medio Oriente, Europa :: 08/11/2015

Israel, el Holocausto y las guerras por la historia (y II)

Maciek Wisniewski
Los disparates de Netanyahu se insertan en la oleada de revisionismo histórico derechista en Europa, orientado a rescribir la historia de la II Guerra Mundial

¿Qué es –desde el punto de vista histórico– lo más chocante en la versión apócrifa del encuentro entre el gran muftí de Jerusalén Haj Amin al-Husseini y Adolf Hitler (28/11/41) ofrecida por Benjamin Netanyahu (véase: http://www.lahaine.org/mundo.php/israel-el-holocausto-y-las )?:

a) Blanquear a Hitler (“que sólo quería expulsar los judíos pero el muftí le dijo de ‘quemarlos’”).

b) Absolver a los alemanes (que no eran tan malos ya que el Holocausto fue incitado por los viles árabes).

c) Borrar a Europa del camino a Auschwitz (aparentando que la idea vino de afuera y no existía hasta noviembre de 1941).

Todo: a), b) y c). Imagínense: ¡el primer ministro israelí dándole la mano a los negacionistas! Pero lo último resulta quizás más perturbador. Piénsenlo: ¡cómo todos andaban (andábamos) equivocados!

Zygmunt Bauman, que analizó el Holocausto como producto de síntesis única de varias tendencias de la modernidad europea (La modernidad y el Holocausto, 1989). Enzo Traverso, que estudió cómo la continuidad histórica de la Europa liberal –desde la guillotina y la fábrica capitalista, hasta las matanzas coloniales y la Primera Guerra Mundial (sin olvidar el bien enraizado antisemitismo)– formó el universo social y mental en que se engendró la solución final (La violencia nazi: una genealogía europea, 2002).

Varios historiadores rastrearon la puesta en marcha de la máquina de la muerte hasta mayo/junio de 1941, concluyendo que la causa fue la fusión del antisemitismo biológico nazi con las condiciones de guerra. Establecieron una línea desde Mein kampf de Hitler (1929), su discurso sobre la destrucción de la raza judía (enero de 1939), el Holocausto por balas: matanzas a cargo de unidades móviles/Einsatzgruppen (y sus ayudantes ucranios, letones o lituanos), los primeros experimentos con cámaras de gas (septiembre de 1941), hasta la operación Reinhard y la construcción de campos de exterminio en Polonia (octubre de 1941). Incluso Raul Hilberg, el más grande historiador del Holocausto, que en su opus magnum de tres tomos le dedicó al muftí apenas... un pasaje (La destrucción de los judíos europeos, 1961).

¡Y ahora resulta que fue por la incitación palestina! Bueno: eso quisiera Netanyahu.

Aunque Yad Vashem rechazó sus revelaciones, su propio modo de enseñar historia no está lejos: la entrada sobre al-Husseini en su Enciclopedia del Holocausto es dos veces más larga que la de Goebbels, más larga que la de Himmler y Heydrich juntas y sólo un poco más chica que la de Hitler. ¿Cui bono?

Quisiera proponer una fórmula: si no se sabe de qué se trata, se trata de la propaganda sionista.

Gilbert Atchcar: manipular la figura del muftí sirvió ayer para hablar de la corresponsabilidad palestina por la Shoah y justificar la creación de Israel en su tierra (The arabs and the Holocaust: the arab-israeli war of narratives, 2010).

Joseph Massad: pintar al muftí como el partícipe del Holocausto sirve hoy para presentar la resistencia palestina no como un proyecto anticolonial, sino una reacción antisemita (The persistence of the palestinian question, 2006).

En esto andaba Netanyahu: pintando los últimos ataques palestinos no como una reacción al colonialismo, sino viejo afán judeicida. Y cuando se le acabó la pintura, dijo que lo que dijo... no era del todo cierto.

Primero se retractó a medias (no quise blanquear a Hitler, pero tampoco hay que disminuir el papel del muftí en el exterminio (sic), The Guardian, 21/10/15), luego casi del todo (“no quise crear la impresión que fue él quien ideó la ‘solución final’, lo hicieron los nazis sin influencia externa en junio de 1941”, The New York Times, 30/10/15).

Sólo que una vez nazificados los palestinos, cuando la foto de al-Husseini con Hitler -el único propósito y producto de su reunión- ya dio la vuelta al mundo, mandó otro mensaje: Este es el padre de la nación palestina.

Uri Avnery: “Es ridículo bautizar al muftí como el ‘padre de la nación’. En todos mis cientos de encuentros con los palestinos, desde Arafat para abajo, jamás escuché una buena palabra de él (...) lo describían como ‘patriota’, pero igual una persona de horizontes estrechos (...) culpable por el desastre de 1948” ( Counterpunch, 30/10/15).

Tampoco retiró su aseveración de que al-Husseini fue juzgado en Nuremberg. No. No fue juzgado. Ni allí, ni en ninguna otra instancia. Tal vez debería.

Sirvió a los nazis con mensajes radiales dirigidos a los musulmanes en la URSS. Ayudó a reclutar a los musulmanes bosnios para la 13 división de las SS que luchaba contra los partisanos de Tito (y no estaba involucrada en ninguna acción antijudía). Una vez bloqueó un transporte de Cruz Roja a Palestina con niños húngaros-judíos que sabía que irían a Auschwitz, pero no fue artífice del Holocausto (los alegatos de un ayudante de Eichmann que lo implicaba en su planificación –y de dónde viene también la acusación– fueron rechazados por historiadores como Yehuda Bauer, por poco creíbles).

Al final murió tranquilamente en Beirut en 1974 y nadie se interesó por él. Ni siquiera los propios israelíes que lo tenían al lado y que sí se molestaron 10 años antes por el mencionado Eichmann hasta la lejana Argentina.

En sus memorias, Abu Iyad, alto dirigente palestino, anota que unos años antes de 1974 lo confrontó por su acercamiento a Hitler, error que condenamos inequívocamente (My home, my land: a narrative of the palestinian struggle, 1981).

Los disparates de Netanyahu, aunque productos de otro contexto, se insertan en la oleada de revisionismo histórico derechista rampante en Europa, agudizado por el conflicto en Ucrania y orientado a rescribir la historia de la Segunda Guerra Mundial.

Al final, lo del revisionismo lo tiene en las venas: su padre (de hecho un historiador...) fue secretario de Vladimir Ze’ev Jabotinsky, fundador del sionismo revisionista inspirado por el fascismo italiano, que apelaba a una postura más dura frente a los árabes.

Desde su fundación, Israel pasó por varias guerras (como la de 1967, que lo volvió un régimen colonial), pero la historia de la Segunda Guerra Mundial –y su manipulación– sigue siendo clave en la estrategia de demonizar y justificar el despojo de los palestinos.

@periodistapl

 

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