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Medio Oriente :: 18/09/2005

Israel: La conciencia culpable del general Almog

Pedro de la Hoz
Almog reaccionó tal como lo hizo hace ocho años Henry Kissinger cuando supo que en Londres había sido retenido el dictador chileno Augusto Pinochet. Vio sus barbas arder y tomó distancia

Doron Almog no es un militar cualquiera. A más de sus estrellas de general, llevó sobre sus hombros por largos años, al frente de la Región Militar Sur del Ejército, la jefatura del comando de ocupación israelí en la Franja de Gaza. La propaganda oficial sionista lo presenta como un pundonoroso oficial que supo cumplir la encomienda de mantener el orden en el territorio usurpado que hoy ha sido devuelto a los palestinos.

Pero muchos saben que no es así, que esa imagen es falsa. Lo saben, de modo muy particular sus víctimas y todos los que sufrieron el ejercicio del terror de las tropas bajo su mando. Y demasiado bien lo sabe él mismo. De lo contrario le hubiera dado el frente, con limpieza, a la engorrosa situación que enfrentó el último fin de semana en el aeropuerto londinense de Heathrow.

El general arribó en un vuelo de la aerolínea El Al a la capital británica. Se trataba de un viaje privado. Cuando se disponía a descender, el sobrecargo mayor de la aeronave le indicó que bajara último entre los pasajeros. Cuando quedó solo a bordo, le fue transmitido un mensaje de la representación diplomática de Tel Aviv en Londres: "No desembarque. Regrese en el avión que lo trajo. Hay serios problemas con usted’.

Días antes, al conocer que Almog visitaría a Londres, el Centro Palestino de Derechos Humanos que allí radica presentó una demanda ante el juez de distrito Timothy Workman, según consignó un reportaje publicado en la edición digital de la televisora Al Jazeera.

El expediente criminal del general incluía su responsabilidad en el lanzamiento de más de una tonelada de bombas sobre la comunidad de Daraj el 22 de julio del 2002 con el objetivo de eliminar a un presunto jefe de la organización Hamas. En ese acto de barbarie, que estremeció a la opinión pública internacional, murieron masacrados 14 palestinos, entre ellos 9 menores de edad.

También se halla documentada su relación con el asesinato de una mujer embarazada en el 2003, en una operación ordenada para reprimir una manifestación pacífica.

El Centro Palestino de Derechos Humanos, mediante la firma de abogados Hickman and Rose, argumentó que Almog clasificaba como criminal de guerra, en tanto ejecutor de actos genocidas contra la población civil. Almog violó las normas de la IV Convención de Ginebra de 1949 y en el Reino Unido ello implica un delito, según la Ley sobre las Convenciones de Ginebra vigente en ese territorio desde 1957.

El juez tomó notas del asunto y dispuso que una vez en territorio británico el acusado podía ser convocado a comparecer para esclarecer su situación legal, según comunicó la firma de abogados a la BBC.

Ello fue lo que generó la rápida movilización del embajador israelí en Gran Bretaña, Zvi Hefetz, y el pánico del general Almog, quien obedeció a pie juntillas la sugerencia del diplomático.

El alto oficial regresó a su país, sin hacer caso a la atendible opinión del asesor legal del Ministerio israelí de Relaciones Exteriores, Robbie Sable, que aseguró que era "muy improbable que se adoptara una acción judicial contra Almog, toda vez que era una instigación maliciosa".

Almog reaccionó tal como lo hizo hace ocho años Henry Kissinger cuando supo que en Londres había sido retenido el dictador chileno Augusto Pinochet. Vio sus barbas arder y tomó distancia.

Cubadebate
13 de septiembre de 2005

 

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