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Europa, Medio Oriente :: 14/09/2016

Kosovo, el agujero negro de Europa

Higinio Polo
EEUU delimita a los terroristas que luchan con los grupos que los servicios secretos norteamericanos han creado de quienes se identifican con Daesh

El criminal de guerra y antiguo traficante de órganos humanos Hashim Thaçi, presidente de Kosovo, se ha mostrado partidario de crear un ejército kosovar que estaría controlado por la OTAN. Thaçi, aunque todavía no ha cumplido cincuenta años, es un veterano de los grupos paramilitares que, apoyados por la CIA norteamericana, consiguieron separar a la provincia de la pequeña Yugoslavia, tras la guerra de agresión que lanzó la OTAN, sin ningún mandato de las Naciones Unidas y violando el derecho internacional. De hecho, una de las razones por las que EEUU financió, armó y entrenó al grupo terrorista kosovar UÇK (que dirigía Thaçi; cuyos miembros fueron reclutados entre delincuentes, y que colaboraba con la mafia kosovar), además de para destruir la pequeña Yugoslavia y para limitar la influencia rusa en la región, fue su intención de crear en esa provincia de la República Federal de Yugoslavia (según la define la propia resolución 1244 de la ONU) una gran base militar para dirigir sus actividades hacia el sur de Europa y los Balcanes, y para Oriente Medio. Lo consiguió: se llama Camp Bondsteel.

Camp Bondsteel es la gigantesca base militar norteamericana que creó EEUU en la provincia, tras bombardear con saña a Yugoslavia. Hay miles de soldados, estadounidenses y de otros países de la OTAN, aunque la mayoría de los soldados del Pentágono ni siquiera saben exactamente dónde están. No es sólo una base militar, sino también un centro de espionaje y propaganda: desde allí operan grupos de especialistas que lanzan los mensajes norteamericanos destinados a la prensa mundial, las televisiones y las redes sociales, difundiendo las elaboraciones del Departamento de Estado y del ejército relacionadas con la guerra siria, con Iraq y, en general, con todo Oriente Medio.

Desde el final de la guerra, y a lo largo de los ocho años transcurridos desde la “declaración de independencia” de Kosovo, ninguno de los problemas del territorio se ha resuelto. La emigración es una de las pocas salidas para los habitantes: se calcula que varios centenares de miles de personas han abandonado Kosovo (de un censo que no alcanza los dos millones de habitantes), y la población convive con la delincuencia y la corrupción del gobierno protegido por Washington, convertida la provincia en un verdadero agujero negro en Europa. Pero eso son cuestiones locales que no preocupan demasiado a la Casa Blanca y al Pentágono: la prioridad sigue siendo la campaña militar en Siria y Oriente Medio, y completar el cerco a Rusia a través de la ampliación de la OTAN y del reforzamiento de su despliegue militar en el Este de Europa.

Por eso, EEUU tiene previsto incorporar a Kosovo a la llamada Asociación para la Paz de la OTAN (creada por EEUU en 1993, en Alemania, ideada entonces como paso previo para incorporar después a la mayoría de sus miembros a la alianza militar occidental, aunque no a todos), con el objetivo de la integración del territorio en la OTAN. Kosovo sigue controlado militarmente por la KFOR, las fuerzas de diferentes países que, bajo control de la OTAN y con bandera de la ONU, permanecen allí desde 1999.

Su estatuto se basa en la resolución 1244 del Consejo de Seguridad de la ONU, que fue aprobada con el mandato de que debía asegurar la paz en el territorio. Sin embargo, en la práctica, la KFOR y la OTAN han actuado a conveniencia, ignorando los criterios de neutralidad que deberían haber observado, y apoyando en todo momento a las autoridades de Pristina, sabiendo que, en su gran mayoría, fueron protagonistas o cómplices de crímenes de guerra, como el propio presidente Hashim Thaçi. Así, tanto la KFOR como la OTAN han trabajado para conseguir el reconocimiento internacional de la “independencia” de Kosovo, extremo que no se encuentra en el texto de la resolución 1244 bajo la que operan en el territorio. De hecho, ese perverso mecanismo utilizado por EEUU (junto con Gran Bretaña y Francia) de arrancar una resolución en el Consejo de Seguridad, que, después, es parcialmente violada e interpretada a conveniencia, ha sido aplicado en otras ocasiones: la última, en Libia, para derribar al gobierno de Gadafi.

El objetivo norteamericano de crear, además, un ejército en Kosovo tiene algunos obstáculos: para modificar el mandato de la resolución 1244, Washington debería presentar una nueva propuesta al Consejo de Seguridad, pero es consciente de que la Rusia de hoy no es la de 1999, y que, junto a China, vetaría cualquier modificación. Así, una de las hipótesis que baraja el Pentágono es la modificación del paraguas que cubre a las fuerzas armadas de la KFOR en Kosovo: en 2008, el llamado Cuerpo de Seguridad de Kosovo (compuesto por terroristas del UÇK) fue sustituido por las llamadas Fuerzas de Seguridad de Kosovo (KSF, en inglés), que no estaban dotadas de armamento pesado. Son estas unidades las que, ahora, pasarían a ser el nuevo ejército kosovar, evitando así las complicaciones en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU. Sería, de esa forma, un ejército de la OTAN a todos los efectos, en un “país” bajo control de Washington y de la alianza militar occidental.

Mientras EEUU aplica ese diseño estratégico en Kosovo, han surgido otros problemas colaterales: el más relevante, la aparición de grupos locales relacionados con el terrorismo yihadista, a veces, ante los ojos de los propios militares norteamericanos. Según la periodista Brankica Ristic, un destacado miembro de Daesh oriundo de Kosovo, Lavdrim Muhaxheri (conocido como Abu Abdullah al Kosova), trabajó en la base de Camp Bondsteel en 2010. Proporcionalmente a su población, Kosovo se ha convertido en el principal centro emisor desde Europa de voluntarios yihadistas para Daesh y otros grupos terroristas. Washington delimita a los terroristas que luchan con los grupos que los servicios secretos norteamericanos han creado de quienes se identifican con Daesh: la inicial tolerancia hacia el “Estado Islámico”, cuando creyó que sería útil en el acoso al gobierno de Damasco, ha terminado. Por el momento.

Al mismo tiempo, la activa y discreta diplomacia de Arabia saudita ha conseguido, en los últimos años, crear nutridos focos de fanatismo religioso en Kosovo, con grupos de imanes que difunden su versión sectaria y extremista del Islam, ligados a actividades benéficas, con ayudas económicas, concediendo becas para jóvenes para estudiar en Arabia, e impulsando iniciativas culturales y religiosas relacionadas con el wahabismo y las diferentes corrientes salafistas.

También financian el extremismo religioso en Kosovo las monarquías dictatoriales de Kuwait, Qatar y Emiratos Árabes Unidos. Las ayudas en alimentos a familias kosovares necesitadas iban unidas a la obligación de asistir a las mezquitas y a la adopción del velo islámico, y es revelador que casi la tercera parte de las mezquitas que existen en el territorio hayan sido construidas después de la ocupación norteamericana: desde muchas de ellas, los imanes han estimulado a los jóvenes para que fuesen a Siria a luchar contra el gobierno de Damasco. Muchos de los programas de enseñanza financiados por las monarquías del golfo Pérsico y por Arabia se convierten en vehículos para el reclutamiento de jóvenes kosovares que, después, son enviados a Siria.

Entre quienes han acudido a combatir en Siria se han detectado a muchos veteranos miembros del antiguo grupo terrorista UÇK. Los mandos de la OTAN han preferido mantenerse al margen de esa realidad, para no incomodar a sus aliados árabes en Oriente Medio, aunque mantienen vigilados a quienes vuelven de Siria: son colaboradores imprescindibles para el objetivo norteamericano de derribar al gobierno de Damasco, pero saben también que pueden convertirse en un riesgo, tanto en Kosovo como en otras zonas de Europa. Kosovo, atenazado por la pobreza y la delincuencia, condenado a la emigración, víctima de un gobierno dirigido por un criminal de guerra, se arrastra entre el fanatismo yihadista y el control de la OTAN.

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