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Medio Oriente :: 08/06/2010

La bien engrasada máquina propagandística de Israel se apunta otro desastre

Patrick Cockburn
La naturaleza del fracaso no debería sorprender demasiado puesto que este tipo de acciones militares chapuceras de los israelitas ha sido la norma desde hace años

Un viejo dicho israelí referido a varios detestados líderes militares dice: “Era tan estúpido que incluso los demás generales se daban cuenta”. El mismo comentario sarcástico podría aplicarse casi sin excepción a la presente generación de políticos israelíes.

Este saludable escepticismo de los israelitas respecto a la capacidad de sus líderes militares y políticos, por desgracia ha menguado en las últimas décadas. En consecuencia, los israelitas se quedan perplejos al ver que sus guerras, intervenciones militares y acciones armadas han acabado tan frecuentemente en fracaso desde la guerra de 1973, a pesar de la superioridad de sus fuerzas armadas.

El último ejemplo de ello es el asalto al convoy de ayuda a Gaza por comandos navales, una confrontación iniciada por Israel que en consecuencia logró que los organizadores del convoy consiguieran sus objetivos en un grado que ni siquiera hubieran imaginado. Al utilizar tropas de asalto en una acción policial contra civiles, con consecuencias previsiblemente sangrientas, Israel consiguió centrar la atención internacional en su bloqueo de Gaza, que hasta ahora había sido ampliamente ignorada por el mundo. La acción israelí enfureció a Turquía, que había sido su más fuerte aliado en la región y reforzó la pretensión de Hamas al liderato palestino.

La capacidad de Israel para meter la pata necesita una explicación. La operación era una idiotez desde el principio, ya que Israel siempre sería mal visto después de cualquier confrontación entre tropas de élite y manifestantes civiles. Todavía es más ridícula la explicación israelí de que peligraba la vida de sus soldados de élite, fuertemente armados, debido a que tenían que usar guantes muy gruesos para proteger sus manos al bajar deslizándose por cables desde un helicóptero, por lo que no podían utilizar sus armas.

La naturaleza del fracaso no debería sorprender demasiado puesto que este tipo de acciones militares chapuceras de los israelitas ha sido la norma desde hace años. La invasión del Líbano en 1982 quedó desacreditada por la masacre de palestinos en los campos de refugiados de Sabra y Shatila por milicias cristianas a las que los mandos militares israelitas permitieron actuar. Siria, no Israel, se convirtió en el poder predominante en Líbano. En el sur de Líbano, el ejército israelí llevó a cabo una larga y fracasada guerrilla contra Hezbollah. Los bombardeos de Líbano en 1996 y 2006 fortalecieron a Hezbollah y un ataque similar en Gaza en 2008 estuvo a punto de debilitar a Hamas.

El problema es que nadie cree más que los israelitas en la propaganda israelí. Los activistas pro-palestinos lamentan con frecuencia la fluidez y mendacidad de los portavoces israelitas en las ondas y la penetrante influencia de los partidarios de Israel en el exterior. Pero, en realidad, estas campañas de relaciones públicas son la mayor debilidad de Israel porque distorsionan su sentido de la realidad. Las derrotas y los fracasos se presentan como victorias y éxitos.

La carnicería de civiles se justifica como una necesidad militar o, de alguna manera, por culpa del otro bando. Los oponentes son demonizados como terroristas sedientos de sangre. Confortados con explicaciones tan benévolas de sus actividades, los líderes israelitas se pierden por su arrogancia, puesto que llegan a creer que nunca han cometido un error. La negación de los errores hace que sea extremadamente difícil despedir a generales o ministros, por grande que sea su incompetencia o su historial de fracasos.

Muchos israelitas en privado se toman su propia propaganda con una pizca de sal, pero su número disminuye. Sin embargo en el exterior, la mayoría de políticos israelitas de tercera fila se pavonean ante audiencias serviles, como heroicos defensores del Estado. No es sorprendente que regresen a casa con una idea peligrosamente hinchada de su propia capacidad y un peligroso sentimiento de complacencia.

La maquinaria propagandística israelí, oficial y privada, ha funcionado a tope en los últimos días justificando el ataque al convoy de ayuda a Gaza. Probablemente los portavoces piensan que lo están haciendo bien dada la debilidad de su caso. En realidad no hacen más que dañar a Israel. Cuanto más éxito tengan en negar errores importantes y culpables, más probabilidades hay de que quienes los han perpetrado continúen en sus puestos, y más probabilidades hay de que los errores se repitan sin fin.

Patrick Cockburn es un analista político irlandés que colabora con diversos medios de comunicación alternativos, como Znet. Es el autor de The Occupation: War and Resistance in Iraq y Muqtada! Muqtada al-Sadr, the Shia revival and the struggle for Iraq.

unch.org, 2 junio 2010. Traducción para sinpermiso.info: Anna Maria Garriga

 

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