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Argentina :: 24/03/2024

La dictadura cívico militar del '76 y el modelo agrario argentino

Nora Tamagno
Entrevista con Cecilia Gárgano :: En el marco de un nuevo aniversario del golpe cívico militar del 24 de marzo de 1976, nos habla sobre el impacto que tuvo particularmente sobre el sector agrario

Entrevistamos a Cecilia Gárgano, Doctora en Historia, docente universitaria (UNSAM) e investigadora del CONICET. Estudia la producción de conocimiento científico orientado al agro y sus implicancias políticas, sociales y ambientales. Autora del libro: "El campo como alternativa Infernal. Pasado y presente de una matriz productiva ¿sin escapatoria?", Imago Mundi.

La actividad agropecuaria es generadora de alimentos y divisas para nuestro país y por lo tanto la discusión del modelo productivo resulta estratégica para la transformación social. Conocer la historia de la producción agraria y los factores determinantes de la matriz productiva, nos puede dar pistas para la discusión de otro modelo productivo y societario.

En Argentina, suele vincularse a la agricultura industrial o al agronegocio, a la difusión de la soja transgénica en la década de los 90. Pero, podríamos decir que su antecedente es la "revolución verde". ¿Cuáles son los principales cambios que ella generó en el agro en las décadas del 60 y 70?

Si bien el eje o el antecedente histórico inmediato que pensamos para fechar el inicio del agronegocio es la soja transgénica en el 96, efectivamente hay un antecedente previo en las décadas anteriores que tiene que ver con la exportación de un proyecto a nivel mundial. Exportado por EEUU, en base a investigaciones que comienza a desarrollar a partir de la década del 40 en México y que se difunde durante los años 60 y 70 a diferentes territorios rurales a nivel mundial, que es conocido como la revolución verde. Por qué se vincula este proceso como antecedente de lo que va a ser la agricultura transgénica después, bueno, porque esta transformación ya es un cambio radical en la forma de producir y habitar los territorios rurales. Porque implica una quimificación de la agricultura, es decir la adopción y la impulsión de un paquete tecnológico uniforme para territorios rurales muy diversos, que consistió en hacer un combo entre semillas mejoradas genéticamente. En ese momento en su mayoría, en lugar de lo que va a ser en los 90 las semillas transgénicas, en este caso fueron variedades híbridas, asociadas al uso intensivo de insumos químicos -mayormente herbicidas, también fertilizantes- y un uso intensivo de agua para riego. Y este combo que va a hacer del uso de estas semillas y del uso de los químicos algo indisociable, coincide no casualmente con la concentración incipiente del mercado de semillas a nivel mundial, ya empiezan a ser pocas empresas las que van a después terminar conformando el mapa más concentrado que conocemos hoy.

Pero básicamente la transformación clave de la revolución verde tiene que ver con quebrar el acceso a las semillas como bienes comunes y lograr privatizarlas. Porque las variedades híbridas tienen la particularidad de que una vez que se resiembra y se realiza la segunda cosecha, esa cosecha es de muy bajo rendimiento, con lo cual las agricultoras y los agricultores se ven obligados a partir de este momento a comprar semillas y esto implica una uniformización de las prácticas, de la manera de producir y de los tipos de cultivos que se van a impulsar. Se dejan atrás variedades nativas, esto va a repercutir en las dietas, en la biodiversidad, va a repercutir en la autonomía campesina y va a generar profundas consecuencias de tipo ambiental y ecológico, pero también de tipo social y económico. Esta difusión del paquete de la revolución verde se realiza durante los 60 y 70, no sin grandes resistencias, tanto de trabajadores, en su gran mayoría los trabajadores rurales estadounidenses. Habrá otras voces críticas, como el famoso libro Primavera Silenciosa de Rachel Carson, bióloga estadounidense que denuncia las consecuencias de esta forma de producción, sobre todo del uso masivo del DDT, que sería por su amplio uso el equivalente al glifosato hoy, u otro tipo de herbicidas.

Lo que pasa con este momento de quiebre es además, que si bien el tipo de sustancias que se usan durante la revolución verde eran más tóxicas y mucho más persistentes en el ambiente que las que se van a usar después, los transgénicos llegaron con la promesa de reducir el uso de este tipo de sustancias biocidas. Y en realidad, si bien es cierto que en las décadas que siguen el tipo de composición de estas sustancias hacen que en sí mismas sean menos tóxicas que las que se usaban en la revolución verde, las vamos a ver incrementadas indiscriminadamente en las cantidades utilizadas. Entonces hoy tenemos una agricultura que tiene una gran continuidad con este proceso que se inicia en los 60 y 70, que está acompañado por cambios en el uso del suelo, por la concentración de la propiedad de la tierra y que se combina además con las realidades de las diferentes situaciones nacionales. En Argentina, la máxima difusión de este tipo de agricultura se produce en los años 70, en un momento donde el agro se está transformando, se está modernizando y lo está haciendo a costa de una gran asimetría social.

Cecilia Gárgano.

En ese marco, en el INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria), había agendas en disputa. Aparecen nuevas miradas socioeconómicas, que en tu libro El Campo como Alternativa Infernal, llamás "tranqueras afuera" ¿Cuáles son sus características principales? ¿Qué sucede con esas experiencias?

En el INTA, una de las agendas en disputa tenía que ver efectivamente con los estudios en el marco de la economía y sociología rural, que históricamente en el organismo habían seguido una línea más pegada a la agenda de la sociología rural estadounidense o a los estudios de economía de tipo más neoclásica, donde se miraban problemas tranqueras adentro: problemas de costos, rendimientos y beneficios de las unidades agropecuarias. Y en cambio, en este momento se empieza a tratar de articular con los grandes problemas estructurales del sector y a poner en discusión para quién y para qué tenía que trabajar un organismo del Estado dedicado al agro en la Argentina.

Estas discusiones se van a interrumpir ya antes de la llegada del golpe, con la Triple A que también hace estragos en el INTA, y después hay otras áreas de investigación en donde se ve muy claramente el peso de la intervención militar. Algunas de ellas fueron las líneas más vinculadas a la fitotecnia, a la investigación del mejoramiento de semillas, en donde a través de una resolución de la intervención militar se obliga al organismo a ceder sus materiales básicos a los criaderos privados. También se discontinúa una línea en genética aviar que estaba siendo desarrollada en la Estación Experimental de Pergamino y se persigue a ese equipo de investigación en particular, se cesantea a su investigador principal (Siegfrido Kaft) e inclusive esas gallinas ponedoras son pasadas a faena. Hablamos de 17.000 familias de aves. Junto a otros casos testigos, otro es la Cooperativa Campo Herrera en Tucumán que también es desarticulada prontamente, ya en el año 74, que era la única experiencia que había hasta el momento de articulación entre el INTA y una cooperativa agropecuaria de trabajo, la primera de hecho en el país.

Pero, en definitiva, lo que se observa en relación a las agendas en disputa, es que se desarticulan las miradas críticas y se acentúa una línea -que vamos a ver profundizada en democracia- que tiene que ver con la tendencia a la apropiación privada y a la mercantilización de resultados de investigación generados con fondos públicos. Quiénes fueron cesanteados de este organismo, quiénes fueron encarcelados, qué equipos se desmantelaron, no está desvinculado de estas transformaciones en las agendas a las que me estoy refiriendo. Y, por otro lado, esta mercantilización de investigaciones realizadas en el ámbito público también va a tener que ver con el ahogo presupuestario que va a empezar a sufrir el sector de ciencia y técnica ya en dictadura, y luego a partir de la herencia de la deuda externa en democracia, en los años 90 va a emerger la figura de los Convenios de vinculación tecnológica "público-privados", en los que en realidad lo que opera es una transferencia de renta desde el Estado hacia capitales concentrados del agro.

¿Cuál es el nuevo enfoque de la extensión rural en ese período? ¿Qué cambios en el vínculo entre el INTA y las productoras y los productores implicó esto?

La extensión rural es una de las áreas más afectadas durante la dictadura y con mayores transformaciones en su contenido. El INTA se dedica a la investigación y a la experimentación, pero también tiene un fuerte trabajo de extensión, eso es lo que lo diferencia de otros organismos similares latinoamericanos, que en general tienen separadas esas dos actividades. El INTA en cambio tiene estaciones experimentales y también agencias de extensión rural extendidas por todo el territorio nacional. Los extensionistas son quienes tienen el contacto directo con el productor, en su momento se hablaba de la familia rural. Hasta ese entonces el modelo de referencia era la extensión estadounidense rural, también hay una fuerte influencia del movimiento rural de acción católica y estaba muy centrado en ubicar a jóvenes y mujeres como difusores de las nuevas tecnologías de la revolución verde, mediante dos canales institucionales que eran los clubes rurales 4A y el Hogar Rural. Con una mirada más bien verticalista, que concebía a la extensión de arriba hacia abajo, mirando el campo como el lugar del atraso.

Ese enfoque que provenía de los teóricos de la extensión rural que impulsa todo este "desarrollo" y "modernización" a nivel internacional, empieza a tener sus modificaciones y sus cuestionamientos cuando toma contacto con las diferentes realidades rurales locales, que están en un momento muy particular, pensemos en las Ligas Agrarias y toda una conflictividad social nacional y regional que estaba emergiendo, a rojo vivo en estos años. Entonces encontramos un cuestionamiento de esta orientación más vertical, la incorporación de contenidos y enfoques de educación popular de la mano de los planteos que por esos años está impulsando Freire, e incluso en algunas regiones como el NEA la participación de algunas de las Ligas Agrarias dentro de estas actividades, llegando incluso algunas de ellas a pedir integrar ámbitos de decisión del organismo.

Si bien aún no se le decía agronegocio, el agro concentrado ocupaba ya un lugar importante en estos órganos de decisión del INTA, a diferencia de la agricultura familiar y campesina que hoy, más de 40 años después, sigue sin tener voz ni voto en el Consejo Directivo del organismo. Estas transformaciones de las agendas de extensión permiten un cuestionamiento a su orientación tradicional y también expresan una muy fuerte presencia a nivel cultural que se había ido sosteniendo a lo largo de los años. El INTA era el que llevaba el cine a los pueblos rurales, el que tenía una presencia en contacto directo en muchos rincones de nuestro país. Eso se va a ir transformando fuertemente, ese perfil se fue modificando, y los destinatarios van a pasar a ser técnicos de empresas privadas de la mano del ingreso de AACREA (Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola) al Consejo Directivo del INTA. La extensión empieza a ser más bien un vehículo de venta y difusión de insumos y se va a ir difuminando el trabajo con juventudes y con mujeres. Si bien hoy sigue cumpliendo un rol importante, y va a atravesar otras fuertes transformaciones desde la vuelta de la democracia, hay un quiebre en ese intento de transformación que va a tener su huella hasta el presente.

Concentración de clubes juveniles 4A de INTA Pergamino.

La experiencia de la Cooperativa Campo de Herrera fue un modelo de referencia. ¿Cuáles fueron sus características y sus principales aportes?

Campo Herrera es una Cooperativa agropecuaria cañera de trabajo que surge a raíz del cierre compulsivo de ingenios azucareros que produce el "onganiato" en la dictadura del 66. Uno de esos ingenios, el de Bella Vista, por recomendación del INTA y por su propia fuerza, la propia organización de sus trabajadores, se transforma en la Cooperativa Agropecuaria Campo de Herrera, que todavía resiste. La Experimental de INTA de Famaillá en Tucumán, que es donde está radicada aún hoy la cooperativa, tiene en ese momento un trabajo muy interesante, en el que se incorpora un antropólogo llamado Santiago Bilbao y un equipo de trabajo que empieza a asesorar a esta cooperativa, en el marco de todas estas expectativas de transformación social y de todas estas discusiones que se estaban dando en el país y en el INTA, que no pasan de largo. Entonces hay un trabajo ahí muy interesante, de acompañamiento y discusión que se da con los ex obreros del ingenio. Desde el armado de la huerta, hasta la escuela que funcionaba dentro, toda una organización social que fue mucho más allá del asesoramiento técnico en caña de azúcar, que es también lo que hacía el organismo en ese entonces.

Este equipo de trabajo es desmantelado, sus integrantes son detenidos en los prolegómenos del golpe, ya en una fecha temprana, estamos hablando del año 74. Parten al exilio y no vuelven nunca más a ser reincorporados al organismo. Y esta relación de alguna manera se quiebra. Es un hito muy interesante para pensar a partir de un caso concreto y pequeño, pero al mismo tiempo muy emblemático, las herencias, las deudas que la democracia arrastra en las formas que se han ido configurando los ámbitos estatales post democracia y lo que en algunas instancias como en esta, no se ha vuelto a reconstruir, a pesar de que esta cooperativa sigue funcionando muy cerquita de la experimental, en donde también sigue funcionando la Experimental del INTA de Famaillá.

¿Cuáles son los cambios más relevantes que la dictadura introdujo al agro argentino? ¿Considerás que ellos han sido determinantes en el avance hacia el agronegocio en nuestro país?

Los cambios que la última dictadura introduce en el agro argentino son varios, pero los podemos sintetizar en dos ejes: disciplinamiento social y desregulación económica. El primero tiene que ver con el disciplinamiento de los mundos rurales, mediante un ciclo represivo que comienza antes del 76, pensemos que las Ligas Agrarias ya estaban prácticamente desarticuladas en la primera fase del golpe. La infiltración de servicios de inteligencia en ámbitos estatales como en el INTA también se produce en los años previos, y en dictadura ese mapa de datos de los trabajadores se aplica en forma sistemática cuando se produce la intervención militar. Por eso, saben a quiénes ir a buscar en los propios lugares de trabajo. Este disciplinamiento opera sobre las organizaciones sociales y políticas vinculadas al agro, como me refería a las Ligas, y también en los ámbitos estatales que trabajan mirando al agro, como el INTA. Obviamente va a incidir regresivamente en las condiciones de vida y de trabajo en el campo.

Archivo DIPBA.

Documento desclasificado de la embajada de EEUU.

El segundo eje que acompaña el disciplinamiento tiene que ver con la liberalización del agro, que hará del sector rural argentino uno de los más desregulados del mundo. En diálogo con el desmantelamiento del entramado productivo argentino, este agro cada vez más desregulado va a consolidarse en la década del 90, cuando se desmantele la intervención estatal en materia de lo que podemos pensar como los ejes clave de la producción agropecuaria: Junta Nacional de Carnes, Junta Nacional de Granos, la fijación de precios, regresión impositiva, flexibilización de los contratos de trabajo y la desregulación de los arrendamientos. Es decir, todo lo que hace a la vida y al trabajo del sector rural se desregula en favor de los sectores más concentrados. Hay una extranjerización también, una apertura indiscriminada a las empresas que ya son transnacionales y dominan el mercado internacional de insumos.

Es un agro que está modernizado a costa de sostener la extensión de la frontera agrícola, que va arrancar en forma indiscriminada en los 70 y que no va a frenar hasta nuestros días. Si bien esto es emblemático de la mano del monocultivo de la soja de los 90, este avance de la agricultura sobre otras actividades, sobre la ganadería, esta uniformización de lo que se produce, la crisis de las economías regionales, la concentración de determinados cultivos en desmedro de otros, la expulsión de la agricultura campesina y los pequeños productores, todo esto ya lo vemos en un germen bastante claro en estos años. Cuando hoy pensamos en la gravedad de los desmontes, en el éxodo rural forzado o la multiplicación de incendios forestales, así como de múltiples eventos que se nos presentan como accidentales cuando son en realidad estructurales a este esquema productivo, vale la pena reparar en la genealogía del agronegocio. Nada de esto es natural: la historia reciente es fundamental para entender su configuración y para identificar (y desarmar) cuáles son los mecanismos que lo sostienen y lo presentan como el único destino posible para nuestro país.

La denominada grieta en el campo político no se ha expresado en visiones diferentes respecto de los bienes comunes. El sostenimiento del modelo de agronegocio y en general las lógicas extractivas cruzan de forma transversal a las fuerzas mayoritarias. ¿Coincidís con eso? ¿A qué atribuís esa convergencia?

El extractivismo como política de estado se consolida en los años 90, heredando este mapa económico y social que deja la dictadura, y se impulsa en base a tres pilares fundamentales que son la soja transgénica, los hidrocarburos y la megaminería; y que desde entonces no han parado de constituirse como motores del capitalismo argentino. Un proceso de acumulación que es cada vez más predatorio en términos ambientales, más compulsivo en la socialización de sus impactos sanitarios y socioambientales, así como el acrecentamiento de la desigualdad social. Esta fábula de que necesitamos producir de esta manera para ingresar las divisas extranjeras, para así cumplir con compromisos internacionales como el pago de la deuda fundamentalmente, es un argumento que se muerde la cola, porque vemos década tras década agigantarse la desigualdad social en nuestro país y son estas mismas actividades productivas, su configuración en esta clave extractivista, la que acrecienta el mapa de la pobreza y a la vez depreda los territorios.

Entonces, si bien ha habido diferencias, tanto ideológicas como en lo que respecta a las políticas sectoriales, de las diferentes administraciones gubernamentales, lo cierto es que también ha habido una gran continuidad en mantener como eje del proceso de acumulación del capital en nuestro país, a estas actividades extractivas que nos saquean, privatizan nuestro bienes comunes, empobrecen nuestros territorios; y, lejos de plantearse como una salida posible a las crisis, son parte sistemática de su generación.

La coyuntura actual, en la que la derecha se ha unido para una nueva avanzada, presenta nuevos desafíos. ¿cuáles podrían ser las claves para la construcción de un nuevo modelo productivo? ¿cómo ves el escenario del próximo 24 de marzo?

La pregunta es cómo enfrentamos, desde nuestra historia reciente y desde esta continuidad del esquema extractivista, la situación que vivimos hoy en Argentina, absolutamente acuciante, de avance de una derecha fascista que viene por todo. Viene a recrudecer este esquema extractivista, ha sido hasta plataforma de campaña, de la mano del litio, de la mano de la profundización del saqueo a costa de las mineras, a costa de las empresas del agronegocio y también, junto a la mercantilización de todos nuestros bienes comunes. Viene a consolidar la reconfiguración regresiva de la estructura productiva Argentina, por eso no casualmente encontramos similitudes discursivas y de contenido con las políticas económicas de la última dictadura y con el decreto de emergencia que hizo posible la reforma del Estado en los 90. Todo lo opuesto a lo que necesitamos para salir de la espiral recurrente de crisis socioeconómica y saqueo ambiental. Porque necesitamos transformar la matriz productiva, pero en el sentido inverso al que viene a hacerlo este gobierno.

Con lo cual, a dónde pueda llegar esta embestida será clave para el país en ruinas que podemos dejarle a las generaciones venideras. La profundización de la flexibilización laboral, el desmantelamiento de lo que nos queda de regulación estatal, van a ser peleas clave, con el agravante de que hoy sabemos que lo que perdimos en aquel entonces no hemos podido aún recuperarlo, basta pensar en cada "ramal que para, ramal que cierra".

En este escenario, es necesaria una oposición lo más entramada, fuerte y unida que podamos sostener, y es necesario dar la pelea en las calles y en nuestros lugares de trabajo, en el Congreso hemos visto que tenemos poca expectativa cuando hay legisladores que convalidan por sus propios manejos, que tienen mucho que ver también con estos negocios y estas pujas extractivistas. Sin duda, hoy más que nunca este 24 de marzo tiene que ser masivo para reivindicar a nuestros compañeras y compañeros, para no darle ningún espacio al negacionismo que creíamos saldado y hoy vemos aflorar, pero también para reivindicar el modelo de país por el que peleaban. De la mano de esa resistencia, se trata también de poner en agenda que "Es posible", lejos de ese "No hay alternativa" que viene a reeditarse otra vez, el slogan de campaña de Tatcher, la figura neoliberal favorita de Milei.

Bueno, hay alternativas, hay alternativas posibles, lo muestran los territorios, en el agro lo muestra la producción agroecológica con su producción de alimentos, esa que el agronegocio ha dejado de hacer para exportar commodities. En todo caso, se trata de volver a tomar en nuestras manos, como hoy vuelven a hacerlo muchas asambleas barriales, la discusión sobre nuestros espacios vitales, qué producir, para quiénes, junto a idear las estrategias que nos daremos para defender nuestros territorios y nuestras existencias frente a este embate que viene a mercantilizarlo todo.

Este nuevo aniversario del golpe nos encuentra en un cruce entre el crecimiento del discurso negacionista, en materia de EEUU y también del negacionismo climático, que por todo lo que estuvimos charlando se tocan, y frente a un profundo ataque a la diversidad en sus múltiples expresiones. Biodiversidad, diversidad de producciones, los feminismos también por eso están siendo tan perseguidos, en este intento de uniformar la vida y someterla al mercado. Por eso, este 24 necesitamos oponer a esta motosierra, que es más bien una aplanadora de derechos, una resistencia diversa, aglomerada, en donde podamos ser muchas las voces que digamos fuerte y claro Nunca más y Nunca Milei.

Tramas y Contrahegemonía

 

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