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Europa :: 15/10/2011

La Europa posible

Pelayo Rojo
Socialismo en las planificaciones de largo alcance (territorial, temporal), liberalismo y autogestión social en los procesos productivos, comunales, ecológicos

Estamos contra el “Progreso”. Esta Europa Capitalista se autoaniquila y oprime a sus pobladores. Detrás de todo ese ruido de maquinarias y reactores sigue vivo el rumor de las hadas y duendes, los animales salvajes y las hojas de los árboles. El rumor de los regueros y las olas que sacuden playas y acantilados. En suma, el rumor de la Antigua Europa que se resiste a morir. El suave cántico salvaje al que se han incorporado los órganos de las iglesias, el hierro de los caballeros, el cuerno de caza y de guerra, las rejas y los arados campesinos, los vítores del pueblo sano que aclama a sus héroes, el trueno de la vida libre así como el rayo de la cólera de quienes defienden con celo su suelo, el sudor del que trabaja, la responsabilidad de quien manda.

Detrás de tanta locomotora y del humo de infiernos metalúrgicos, debajo de minas que violan la tierra y laboratorios que clonan al hombre y remedan la naturaleza, hay todavía mosaicos de pueblos, uniones de comunidades étnicas que parecen querer decirnos “¡aquí seguimos!”. Es cierto, aquí siguen vivos, resistentes, henchidos de un anhelo: ser, seguir siendo. Esos pueblos son indígenas en una Nación gigante, que se extiende desde el Estrecho de Gibraltar hasta el Estrecho de Bering. Una Nación de naciones, la única que puede -en el mundo- ser llamada de esa manera: Europa. Los centenares de comunidades naturales que formamos esta Gran Nación hemos vivido pesadillas. Algunas fueron de todo punto enloquecedoras, las más de las veces se trató de sendas equivocadas, que dejaron muertos en la cuneta.

Es tiempo de dejar de cantar loas al Estado. El Estado no es “Dios en la Tierra” (Hegel). En Europa ya no hay estados soberanos. Estados nacionales-soberanos siguen siendo China, EEUU, Rusia. Allí se dan las condiciones del gran Estado Nacional: las condiciones de grandes espacios, unión o federación efectiva de etnias, homogeneidad político-militar y económica para una eficaz acción geopolítica... Pero en Europa no se da nada de eso. La hegemonía franco-alemana no es suficiente para llevar todo el peso. No existe en este espacio una unión, y la superestructura llamada UE no es tal unión creíble.

Uno de sus brazos, el armado, es la NATO, son los americanos. Un brazo roto y débil, que no ha ganado una sola guerra. El otro brazo, el industrial, lleva todas las de perder: deslocalizaciones, degradación del trabajo asalariado, importación de mano de obra barata para destruir al proletariado nativo, empresariado canallesco, competencia desleal de los “países emergentes”, taiwanización general de las condiciones de vida.

La Unión Europa es un trasto inservible e ineficaz como cuerpo capaz de defenderse ante los nuevos entornos internacionales, entorno cada día más inestable. Es incapaz de atraerse a Rusia, a una Rusia que es y ha de ser europea por los cuatro costados y cuya fuerza dormida valdría por cien fantasmas como la NATO, una Rusia cuyos recursos naturales y energéticos servirían de plataforma hacia una hegemonía plena de la civilización europea, dándole entonces un carácter inatacable y duradero. Pero no se hacen los deberes, y ahí sigue en forma de autocracia asiática. El Capital financiero aniquila, angosta al Capital productivo y unas acciones especulativas opacas hacen tambalear nuestro marco de existencia como un castillo de naipes delante del ventilador. Europa, después de industrializarse, después de desarraigar al pueblo de sus granjas y llevarlos a la barriada urbana, después de haber colonizado el mundo, después de todos esos procesos nefastos que condujeron a la hegemonía absoluta del Mercado, la Técnica y la Economía Política, se está convirtiendo ahora en un asilo de ancianos, un lupanar, una colonia de gentes sin raíz y sin futuro.

Ahora mismo no se ven las vías por medio de las cuales la Política, la Gran Política que se escribe con mayúsculas, pueda volver a regir los destinos de esta Nación de naciones. Política que sea llevada a la dirección de la Economía, respetando cuotas de liberalismo, empujando siempre a favor de la pequeña y mediana propiedad, de la empresa social, del cooperativismo y de la iniciativa privada comprometida hondamente con la dimensión local, regional y social de su actividad.

Pero además, una verdadera Federación de naciones europeas nunca sería el títere de los poderes plutocráticos, de los tiburones y talibanes de las finanzas, de los terroristas financieros que se han adueñado de nuestras vidas y que exterminaron hasta la propia autoestima colectiva como civilización. Una Federación gobernada con mano de hierro, y cerebro frío, regida por una aristocracia intelectual en permanente contacto con los poderes locales y regionales, altamente democráticos. Firme el pulso en la mano que gobierna, abiertos los oídos a la democracia de pueblos participativos. Socialismo en las planificaciones de largo alcance (territorial, temporal), liberalismo y autogestión social en los procesos productivos, comunales, ecológicos que se han de dar en la pequeña escala. Esa sería la Europa posible. Socialismo por arriba, liberalidad por abajo.

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