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Argentina :: 23/08/2021

La Evita de Horacio González: la militante en el camarín

Juan Manuel Ciucci
Retomar hoy este libro me parece fundamental para repensar su escritura del peronismo militante, la del intelectual recientemente fallecido

Publicado durante su exilio en Brasil y editado por primera vez en castellano en 2019, su libro dedicado a Eva es un experimento escritural donde Horacio enmascara su escrituras en una especie de diario en el que el “ghost writer” de La razón de mi vida cuenta su versión de la historia. Una búsqueda ficcional temprana que retomaría el Gonzalez ensayista en su última etapa como novelista.

Fue una de las charlas que me quedó trunca. Fui a la presentación de su Evita La militante en el camarín en la Feria del Libro, y le propuse que cuando lo terminara podíamos encontrarnos para charlar del libro. Las vicisitudes de aquel fin de la época macrista y luego del estallido pandémico dejaron la idea para un tiempo futuro, indefinido, que no pudo concretarse.

Retomar hoy este libro me parece fundamental para repensar su escritura del peronismo, que si bien atravesó toda su obra, podemos pensar que se condensó en su Perón Reflejos de una vida. Éste libro de Evita, qué él considerara un trabajo menor al haber sido realizado “por encargo” (modos de sobrevida que encontró en el exilio), dialoga de un modo fundante con aquél otro en que recuperaba desde los textos la vida y obra del conductor del peronismo. Casi como un juego de espejos, vemos en su Evita aquella construcción dialéctica que daría forma al “hecho maldito del país burgués”.

Como su fuera un diario personal de Manuel Penella de Silva, el “ghost writer” de La razón de mi vida, González enmascara su escritura para revelar los intersticios de la vida de aquella muchacha de Los Toldos que conquistaría no sólo el poder en la Argentina, sino que cambiaría la fisonomía política del país para siempre.

Esa mascara que construye le permite orquestar un viaje iniciático: el del autor fantasma que intentará develar el misterio llamado peronismo. Un buen punto para que también les lectores brasileños (destinatarios iniciales de este trabajo) pudieran identificarse con el extranjero que intenta bucear en la cultura argentina para abarcar a esa mujer indescifrable, llamada Evita.

Aparecen en escena entonces desde Jauretche a Paco Jamandreu, desde Cooke hasta un oscuro cabo de policía llamado Lopecito”, “ser despreciable, mezcla de astrólogo, patovica de boliche y alcahuete”. La mirada inocente del narrador le permite a Horacio volver sobre los oscuros y recientes años '70, saldando deudas al mismo tiempo que continúa la apuesta por construir un peronismo de raigambres izquierdistas.

“Soy fanática” quizás sea el capítulo donde más claramente se expone este ideario, que acompañó a González durante toda su vida. Allí el “investigador” define con profundidad y dulzura a Evita: “ella consolida el lenguaje y el estilo del peronismo”, “aporta su dramaturgia y perfecciona definitivamente su identidad”, ella saltaba por encima de las estructuras de gobierno, porque su vínculo matrimonial se había convertido en una categoría política de intervención en un sector de la administración pública”.

Y encontramos además un aporte fundamental, en el contexto actual donde ciertos patrones de la política patriarcal caen por su propia violencia e ineficacia. Retoma González la posibilidad de pensar a una Evita feminista, cuestión hoy ya saldada, pero que durante años provocaba escozor, especialmente dentro del peronismo.

“Un feminismo de masas iba surgiendo impetuosamente (…) un feminismo de movilización social, cuyos contornos no estaban todavía bien definidos, y cuya temática emergente acentuaba virtudes arquetípicas de “carácter femenino”, pero que en los hechos alteraba profundamente el papel de la mujer en la vida productiva y familiar”. [Surgen con Evita la mujer que podía votar, las mujeres diputadas, las que salían a trabajar y ganaban mejores sueldos, que estudiaban...].

En el capítulo final, “Un juego de probabilidad”, se preocupa por aclarar las diversas tesis que se han ido esbozando, como si no se contentara completamente con el mecanismo ficcional, y necesitara cual autor de novelas policiales, debelar la trama que nos compromete con la historia.

Allí nos cuenta su inspiración con De Silva, las búsquedas bibliográficas que construyeron tanto los diálogos imaginarios con Cooke o Gombrowicz, como las apariciones de Walsh y Viñas, o la entrevista con el mismísimo Juan Domingo Perón. Finalmente, nos explicitará los temas “sugeridos” por su libro, pero nunca tratados explícitamente, donde destaca “el intento de escribir sobre el peronismo y Evita sin mencionar ni una sola vez la palabra populismo”. Un pase de humor, filoso, militante, contra tanto pensamiento académico reinterpretativo.

Un detalle final de la hermosa edición realizada por la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba, es el texto crítico a partir de “Evita la militante en el camarín” de Néstor Perlongher publicado originalmente en Leia Livros en abril de 1983. “El texto de Horacio tiene el mérito de jugar, sobre el plano “fantasmagórico”, una multiplicidad de visiones, sin economizar escabullidas hacia la literatura (y a la subliteratura), habitualmente ausentes del enfoque sociológico”.

Y con un fuerte tono crítico, el poeta revolucionario alertará sobre el peligro de “inflar la ilusión esfumadora del mito sobre la rigidez cadavérica en que se asienta”. Ese mito fue tomado “por sectores “revolucionarios” con la ilusión de tomar por asalto el ominoso aparato de la burocracia peronista”. Así “los encantos de ese atajo son tan seductores como macabros sus resultados: en el fondo de ese corredor hay un cadáver (¿qué se maquilla?)”.

La militante en el camarín, entonces, nos invita a una reinterpretación gonzaleana de Evita, pero también del peronismo histórico y del genocidio por el que aún no terminaba de salir la Argentina. Nos ofrece claves para comprender a aquella mujer única, pero también al camino que toda una generación debió transitar como sobrevivientes, como testigos, como víctimas. Hermanades bajo el nombre de Evita, como una manera de intentar recuperar aquellas banderas para un futuro (lejano, cercano) donde pudieran una vez más, ser llevadas hacia la victoria.

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