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Medio Oriente :: 19/09/2010

La farsa diplomática

Julien Salingue
Mahmud Abbas, cuyo mandato se acabó hace ahora diez y ocho meses, no es en ningún caso representativo de la población palestina y de sus aspiraciones

“Relanzamiento del proceso de paz”, “recuperación de las conversaciones directas”, “vuelta a la mesa de negociaciones”… Palabras familiares que han vuelto a los medios. El 2 de septiembre, el presidente palestino Mahmud Abbas y el Primer ministro israelí Benyamin Netanyahu se han reunido en Washington, bajo la batuta de Hilary Clinton. Esta reunión ha sido presentada como la primera de un nuevo “ciclo de negociaciones”, que supuestamente pondrá las bases de un “acuerdo-marco”, que permita llegar a un “arreglo definitivo” del conflicto que opone a Israel con los palestinos. Nada menos. ¿Quíén puede razonablemente pensar que esta nueva farsa diplomática pueda llegar a buen puerto?

Hace ya 20 años que el discurso sobre el “proceso de paz” se puso en marcha. En aquel momento, unas negociaciones secretas iban a terminar en los acuerdos llamados de Oslo y en el apretón de manos, en septiembre de 1993, entre Ytzahk Rabin y Yasser Arafat en el jardín de la Casa Blanca. Una nueva era iba a abrirse, decían. Pero esos acuerdos no mejoraron en ningún caso las condiciones de vida de los palestinos y, al contrario, permitieron a Israel reforzar su dominio sobre los territorios ocupados a la vez que transformaba al núcleo dirigente del movimiento nacional palestino en un subtratante de la ocupación. Ninguna cuestión crucial fue arreglada, y en septiembre de 2000 la población palestina se levantó de nuevo para hacer oír sus reivindicaciones.

Diez y siete años más tarde, es surrealista considerar que las reuniones Abbas-Netanyahu puedan “desbloquear” la situación. El número de colonos se ha más que triplicado. Un muro de más de 700 km ha reducido los “territorios palestinos” a enclaves cercados por las tropas israelíes. El gobierno israelí actual es el más a la derecha de la historia del país y Netanyahu ha anunciado ya que no hará ninguna concesión ni sobre Jerusalén, ni sobre los refugiados, y que Israel se quedará con el control sobre el valle del Jordán.

Mahmud Abbas, cuyo mandato se acabó hace ahora diez y ocho meses, no es en ningún caso representativo de la población palestina y de sus aspiraciones. La firma de un documento con Netanyahu constituiría su enésimo, y probablemente último, acto de traición. En cuanto a los Estados Unidos, es sencillamente indecente considerar que puedan ser un árbitro entre las dos partes. Juegan más bien el papel de seleccionador, cuando no de capitán, de uno de los dos equipos.

Si añadimos que Hamas, primera fuerza política palestina en las últimas elecciones, está excluido de las discusiones, se comprenderá que las gesticulaciones diplomáticas no son sino una cortina de humo para permitir al estado de Israel proseguir su política de hechos consumados e imponer, a medio plazo, un “arreglo” que le favorezca solo a él, negando los derechos de los palestinos. Nuestras miradas deben por tanto volverse hacia quienes continúan movilizándose en los territorios palestinos y llaman a las poblaciones del mundo entero a movilizarse para aislar al estado de apartheid a través de la campaña BDS (Boicot, Desinversiones, Sanciones).

Traducción de Alberto Nadal para Viento Sur

 

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