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Venezuela :: 12/03/2013

La talla

Guillermo Cieza
height=206La figura era un poco tosca, pero fácilmente reconocible. Por las dudas, Policarpio remató su obra con una leyenda escrita en la base: Patria y Socialismo

[En la foto, mujeres indígenas de la tribu wayuu hacen cola toda la noche para pasar frente al féretro de Hugo Chávez]

No conocí a Policarpio Aguilar, afincado en Trujillo, pero puedo asegurar que era un artista mas entusiasta que refinado.

Siempre me han preocupado mas el trazo grueso de las ideas que los detalles, quizás por eso me atrajo la talla de madera liviana, que lleva su firma. La figura era un poco tosca, pero fácilmente reconocible. Por las dudas, Policarpio remató su obra con una leyenda escrita en la base: PATRIA Y SOCIALISMO. Dicen que la letra identifica a las personas. No soy un experto en el tema, pero imagino que Policarpio es un hombre de pueblo.

La talla viajó en mi valija desde Caracas y ocupó desde el primer día un lugar en mi casa. Esta en un escritorio a pocos metros de donde escribo. Alguna vez he intentado hablar con ella buscando inspiración, pero no he tenido respuesta. De todas maneras ha soportado como un discípulo de Lacan la exteriorización de mis preocupaciones Ha sido testigos de mis euforias y ataques de furia.

Ocupando un lugar en mi casa ha tenido que soportar algunas mudanzas transitorias. Cuando vinieron a visitarme mis padres fue a parar a un cajón del escritorio. Intenté explicarle que los motivos de esos traslados se deben a que mis padres, que ya se arriman a los noventa y que no ha podido identificar su bondadosa humanidad con el pensamiento de izquierda, ya tienen demasiado teniendo que dormir en mi pieza con la foto del Che.

“La ventaja de esta talla es que es de madera y si el hombre se porta mal, la echo al fuego”, le comenté al pasar a unas pasantes del Movimiento Patriótico Francisco Miranda que recibí en mi casa.

A los latinoamericanos les cuesta descifrar el humor de los argentinos. Nosotros no anunciamos: “Te voy a echar un cuento que es muy gracioso”. Arrancamos con la broma sin previo aviso y decimos el disparate más grande sin perder la seriedad. Las compañeras estaban avisadas de estas argentinadas y se tomaron el asunto con mucho humor.

Pero no era una broma. Mi experiencia de militancia me hizo desconfiar de los líderes.

A los dieciocho años colaboraba en la difusión de grabaciones de Perón que decían que durante el Mayo francés en los frontispicios de la Sorbona se habían escrito consignas que anunciaba el comienzo de una nueva época revolucionaria. Como no amar a ese líder ausente cuya sola mención abría las puertas de millones de hogares de familias trabajadores. Como no desestimar las desconfianzas y las prevenciones sobre “El Viejo” de los curtidos militantes de la resistencia peronista con que tuve el privilegio de empezar a militar

En el 74, concretado nuestros sueños de que Perón volviera a la Casa Rosada, en una recordada conferencia de prensa, escuche decir a nuestro líder que, durante el mayo francés en los frontispicios de la Sorbona se habían escrito consignas que anunciaban el comienzo de la subversión internacional, del izquierdismo apátrida.

Perón se murió enseguida y no terminó tan mal en el balance, pero no volví a confiar en líderes ni caudillos. Y como se decía en mi pueblo de campaña, “El que se quemó con leche ve una vaca y llora”.

Todos esos recuerdos amargos me vinieron de golpe cuando me enteré de la extradición de Joaquín Becerra. Quienes llevamos en nuestros huesos los dolores de los exilios militantes, tenemos una sensibilidad especial con ciertos temas.

Pensé que asuntos como este tenían que hablarse cara a cara. Y esta vez no admitiría silencios. O lo que es peor, el silencio sería equivalente a admisión de culpabilidad. Entonces ocurrió algo inesperado. El careo no pudo realizarse porque la talla había desaparecido.

Las sospechas quedaron repartidas en cuatro. Mi compañera, el perro del fondo de propiedad individual, el perro de la calle de propiedad colectiva, o la propia imputada que decidía declararse prófuga antes que comparecer.

Pasado los meses y amainado mi enojo, aprovechando la cercanía de una elección decisiva, la talla volvió a presentarse lo mas campante arriba del escritorio. Se sintió segura. Con los años ha llegado a conocerme y sabe que nunca le haría el juego a la derecha. Después de aquel incidente hemos convivido amigablemente.

Cuando leí el programa político de su última elección, sospeché que se estaba despidiendo, había escrito un testamento. Cuando me enteré del final, no pude mirar televisión, escribir, llorar, salir a la calle. Solo pude estar triste y pensar que ahora los papeles se invirtieron.

El líder ya no puede fallar, aprobó invicto. Ya no depende de la talla quedarse en mi casa. Depende de mí, que pueda merecer su compañía.

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