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Europa :: 31/05/2007

Mayo del 68: La Revolución perdida

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El caos económico y social que envolvió a Francia, no era la expresión de descontento de la clase obrera. Tampoco una campaña de agitación organizada por los partidos de inspiración marxista. Fue una manifestación de repulsa hacia unas formas y unas concepciones sociales que, bajo la apariencia de libertad, someten al hombre a un nuevo tipo de explotación.

La revuelta empieza en Nanterre, la universidad «modelo», en las Facultades de Sociología y Psicología. Como protagonista principal se sitúa Daniel Cohn-Bendit, que rápidamente polariza la inspiración de los movimientos estudiantiles.

En 1967 se desarrollan los primeros enfrentamientos con las autoridades académicas, para pedir mayor participación en la dirección de los estudios. La primera muestra de desacato, de forma grave, se lleva a cabo con la ocupación de los edificios reservados a las jóvenes. El escándalo alcanza grandes proporciones y las amenazas de expulsión se suceden.

Clermont-Ferrand y Nantes se unen a las protestas de Nanterre. El 14 de febrero de 1968 se produce la primera gran manifestación ante el rectorado de la universidad "modelo".

La respuesta es inmediata: la Policía interviene de forma violenta para dispersar a los contestatarios. Como contrapartida, los estudiantes de Psicología redactan un manifiesto en el que se pide el abandono de las aulas.

Es en el campus de Nanterre donde se van formando las actitudes más radicales frente a las instituciones universitarias y a la sociedad en su conjunto. Los problemas sociológicos que en ese momento preocupan al mundo -guerra de Vietnam, principalmente- son incorporados a las discusiones del "ghetto" de Nanterre.

Poco a poco, las ideas neo-anarquistas van alcanzando mayor influencia. La amenaza de expulsión que recae sobre Daniel Cohn -Bendit sirve para que se produzcan nuevos enfrentamientos entre policías y estudiantes.

En la Facultad de Sociología se critica la masificación universitaria y las estructuras académicas. Esta crítica se extiende hasta los planes de estudios que, en buena parte, son una copia de los que se imparten en las universidades de EE.UU.

Ya no son, únicamente, las Facultades de Psicología y Sociología las que se preocupán por los problemas sociales y universitarios. A partir del mes de abril, todos los estudiantes se encuentran politizados, aunque no siempre adopten las mismas tendencias. Por su parte, los jóvenes pertenecientes al PC y a la extrema derecha se oponen a la corriente neoanarquista de la mayoría.

Ante las amenazas de la extrema derecha. se decide la creación de comités de auto-defensa. Sin embargo. la división se hace patente, al aparecer diversos grupos de inspiración trotskista y la influencia de La Sorbona, mucho más conservadora que Nanterre.

Pero el movimiento revolucionario ha saltado de Nanterre y no se para en La Sorbona. Amenaza con alcanzar las calles de París y llegar hasta las fábricas y oficinas. En unos pocos días se genera un caos de tal magnitud que ni el más optimista de los revolucionarios podía haber imaginado. El 7 de mayo, el general De Gaulle manifiesta su desaprobación a la violencia universitaria y al deseo de extenderla a la calle.

Pero ya es inútil: los CRS deben ser empleados con toda urgencia para tratar de poner orden. Las barricadas hacen su aparición y los comités de defensa. creados por los estudiantes. se enfrentan con la Policía que se emplea con mayor brutalidad de lo acostumbrado.

Ante la magnitud de las manifestaciones que se estaban produciendo, la Confederación General del Trabajo y el Partido Comunista, así como las demás agrupaciones sindicales, decidieron tomar parte en los acontecimientos.

Los postulados ideológicos de los revolucionarios de Nanterre no podían ser bien vistos por los partidarios del centralismo democrático. Desconfiaban, por sistema, de lo estudiantes universitarios. Sabían el escaso porcentaje de hijos de obreros que llegaban a las Facultades. Temían, sobre todo, a los provocadores trotskistas y maoístas.

A pesar de todas las prevenciones, la espontaneidad del movimiento estudiantil había penetrado en gran parte del cuerpo social. A las organizaciones sindicales únicamente les quedaba la posibilidad de unirse a las protestas contra el poder personalista de De Gaulle y la brutalidad sistemática de los CRS.

El 13 de mayo, las organizaciones sindicales C. G. T., C.F.D.T., U.N.E.F., F.E.N. y Fuerza Obrera, decretan una huelga general. El éxito es impresionante y sobrepasa los cálculos más optimistas.

A la espontaneidad de los estudiantes sigue la de los obreros: el 14 de mayo, los obreros de Sud-Aviation, en Nantes, ocupan la fábrica y se declaran en autogestión, rompiendo claramente con las directrices sindicales.

El ejemplo de Sud-Aviation es imitado rápidamente y, a partir del 18 de mayo, la huelga afecta a todos los sectores industriales del país. Las cifras se disparan hacia los 5 ó 6 millones de huelguistas, llegándose a doblar estos números en la semana siguiente.

Las organizaciones obreras, con la C.G.T. a la cabeza, y los partidos políticos de izquierda, en especial el PC, se encontraban ante una situación que no llegaban a comprender: ya no se trataba de posturas reivindicativas (tan bien defendidas por las organizaciones sindicales). Ahora se persiguen objetivos como autogestión obrera, la democratización de base, el rechazo a las ordenanzas laborales del Gobierno, etc.

Para evitar el contacto entre los estudiantes revolucionarios y los obreros, la C. G. T. .suspende, el 17 de mayo, el Festival de la Juventud. Con anterioridad había criticado las manifestaciones conducidas por los estudiantes en Billancourt y ante la sede de la ORTF. Pero cada vez es más evidente que el Comité Confederal Nacional está perdiendo el control del movimiento obrero que los estudiantes han desencadenado. La desorientación del PC no es menor que la de la Central obrera.

En estos instantes, en los que se ve con qué brutalidad son empleados los medios represivos, los dirigentes sindicales y los de los partidos de izquierda deciden encauzar la huelga revolucionaria hacia posturas netamente reivindicativas, dejando pasar una oportunidad de oro para lograr una profunda modificación del Sistema contra el que estudiantes, obreros y campesinos se manifestaban.

La clarificación de la actitud de la C. G. T. se traduce en un acortamiento de sus peticiones: no se exige la salida de De Gaulle y Pompidou, que ya es un clamor nacional. Las posturas se centran en los aumentos salariales y en la reducción de la jornada de trabajo. La derogación de las ordenanzas laborales del Gobierno se mantenía, pero de forma simbólica, cuando no hacía mucho que se había propuesto como tema principal de la lucha obrera.

El 20 de mayo, Georges Séguy, Secretario General de la C.G.T., afirmaba, ante los obreros de las factorías Rénault, el carácter reivindicativo de la huelga y el peligro que suponía hacer el juego a los provocadores.

El 21 de mayo se empiezan los primeros contactos entre las organizaciones obreras y la C.N.P.F., sindicato patronal, para llegar a un acuerdo y terminar con el paro que asfixiaba a Francia.

A pesar de contar con el apoyo del mayor movimiento obrero desencadenado en toda la historia de Francia, la actitud de los dirigentes sindicales es muy comedida y no incluye ninguna exigencia política.

Era evidente que Séguy y sus colaboradores no querían o no veían más que las realidades económicas de los salarios. Su rechazo a los estudiantes y a sus formulaciones revolucionarias no podía ser más enérgico. Sin embargo, el movimiento que había partido de Nanterre se extendía a todo el país, amenazando con derribar al Gobierno, casi de forma espontánea.

El 24 de mayo, De Gaulle se dirige al país para poner de manifiesto el peligro de una guerra civil y la posibilidad de una dictadura comunista donde la carencia de libertad sería la nota dominante. La respuesta no puede ser más clara: 200.000 campesinos se manifiestan en toda Francia, bloqueando las carreteras y organizando manifestaciones de protesta contra el Gobierno.

La C. G. T., por medio de sus dirigentes, ha logrado controlar a buena parte de los obreros: las dos grandes manifestaciones que organiza en París van perfectamente encuadradas y no sufren el asalto de las fuerzas de seguridad.

El 25 de mayo se inician las conversaciones entre los obreros, los patronos y el Gobierno, para llegar aun acuerdo y restablecer el orden. Las delegaciones están presididas por Séguy y Pompidou.

Las discusiones se centran sobre la anulación de las ordenanzas laborales del Gobierno y el pago de los salarios correspondientes a los días de huelga (C. G. T.).

El reconocimiento del derecho sindical en la empresa es preconizado por el Secretario General de la C. F. D. T., Eugene Deschamps. El 26 de mayo se incluye el tema de la escala móvil de salarios. El 27 quedaba concluido un acuerdo que se refería, principalmente, al Salario Mínimo Interprofesional Garantizado (SMIG), que experimentaba un aumento considerable, reducción de las horas de trabajo, jubilación y subsidios familiares (5).

Frente a la actitud moderada y pactista de las organizaciones sindicales, los grupos extremistas de estudiantes, encabezados por Cohn-Bendit, publican un manifiesto en el que «rechazan las soluciones parlamentarias» y " las negociaciones de alto nivel que prolongan la vida del capitalismo». Se propone la continuación de la huelga general y el mantenimento de las fábricas bajo control obrero. Finalmente, se pide la unión y coordinación de la lucha entre los estudiantes, los obreros y los campesinos, para lograr la abolición del patronato y el poder de los trabajadores.

Los obreros reaccionan de forma rápida contra sus representantes sindicales. El propio Séguy, a pesar de su prestigio, es insultado en la empresa Rénault. Las consignas de volver al trabajo no son obedecidas y se organiza una concentración en el estadio Charléty, donde 50.000 personas abarrotan los graderíos para escuchar las palabras de los diferentes oradores. Sin embargo, y a pesar de los acontecimientos posteriores, la recesión revolucionaria empieza a tener lugar, por la sencilla razón de que nadie ha expuesto los objetivos claramente y ninguna organización, política o sindical, se ha puesto al frente del movimiento revolucionario.

Cuando lo han hecho, ha sido para frenar el impulso de la masa de obreros y campesinos que protestaban contra el Gobierno.

La C. G. T. presiona para que las entidades gubernativas y patronales se decidan a dar vía libre a sus peticiones. El 29 de mayo, la central obrera decreta una manifestación que, desde la Bastilla, llega a la estación de Saint-Lazare, agrupando a miles de manifestantes. De forma imprevista se lanza el grito de «Gobierno Popular» , que desborda las intenciones de la propia C. G. T .

El 30 de mayo se produce la primera contraofensiva gubernamental, al disolver la Asamblea Nacional. El día anterior, el Presidente De Gaulle realiza un viaje para recabar la posible ayuda de los militares. El argumento de los tanques del general Massu va a ser esgrimido. La convocatoria de elecciones es acogida favorablemente por los dirigentes sindicales.

EI 1 de junio L’Humanité publica unas declaraciones de Séguy en las que se puntualiza que "la C. G. T. declara que no piensa entorpecer el desarrollo de la consulta electoral. Interesa a los trabajadores poder expresar, en el marco de las elecciones, su voluntad de cambio».

La última batalla por la Revolución la van a jugar los estudiantes en Flins-Rénault: el 7 de junio, la fábrica de Flins es tomada por la Policía, con un gran despliegue de fuerzas. La situación parece controlada pero, cuando se va a dar comienzo a la jornada, unos mil doscientos estudiantes cortan los accesos a las fábricas y piden a los obreros que continúen en huelga. En principio no son escuchados, pero los jóvenes obreros piden la presencia de los estudiantes en las deliberaciones que se celebran el Flins. Inmediatamente entra en acción la CRS y la lucha se generaliza. La tan temida contaminación, que la C. G. T. había tratado de evitar por todos los medios, se produce. El movimiento insurreccional vuelve a recrudecérse en Rénault-Billancourt y en Citroen.

La lucha de Flins cobra caracteres de guerrilla urbana y son precisos tres días para que las fuerzas del Cuerpo Republicano de Seguridad pongan orden.

El día 10 se produce otra manifestación de estudiantes para conseguir que la huelga continúe. Muchos de los revolucionarios son atrapados en los locales de la C. F. D. T. El balance del día se cierra con la muerte de Gilles Tautin. La respuesta, espontánea y violenta. a esta muerte se traduce en el asalto de la comisaria del quinto distrito. en el Barrio Latino.

El día 11 es en Sochaux, cerca de la fábrica Peugeot, donde se produce un nuevo enfrentamiento de los obreros y estudiantes contra las fuerzas de Seguridad. El balance es de dos muertos. No obstante, todo puede darse por concluido: la C. G. T. vuelve a controlar a sus afiliados y la calma se restablece a los pocos días.

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