"Medio Oriente post-iraní": geoestrategia israelí y la demolición de la soberanía regional


La hipótesis de un "Oriente Medio postiraní" implica una intensificación de la política de demolición de la soberanía regional impulsada por Israel.
En un momento en que la estabilidad y la soberanía se han convertido en cuestiones casi existenciales para Oriente Medio (Asia Occidental), el artículo "The Post-Iranian Middle East" de Amos Yadlin, publicado por la revista 'Foreign Affairs', encarna a la perfección una arrogancia política camuflada de análisis académico. Lejos de ofrecer una hoja de ruta hacia la paz, el texto del exgeneral israelí se presenta más bien como un obituario de la autonomía regional.
Amos Yadlin, general retirado de la Fuerza Aérea de Israel y exjefe de inteligencia militar, representa un ejemplo clásico de lo que la investigadora Sahar Ghumkor denomina "el soldado convertido en académico": exmilitares que trasladan su visión castrense al ámbito político o intelectual, manteniendo intacta una epistemología centrada en la lógica del conflicto y la seguridad. Esta mirada reduccionista, propia de un aparato militar que sustenta un régimen de ocupación, condiciona profundamente la lectura que Yadlin hace de la región, especialmente en lo que respecta a Irán, al que retrata como un enemigo absoluto e irreconciliable.
El problema no es solo analítico. Su visión cristaliza una mentalidad securitaria propia de un régimen cuya política exterior se basa en la dominación y el despojo, bajo el pretexto de una seguridad permanentemente amenazada. Desde esta óptica, Oriente Medio no aparece como un espacio habitado por pueblos con derechos legítimos, sino como un tablero para maniobras de poder, donde la hegemonía israelí se da por sentada y donde cualquier actor que la cuestione debe ser neutralizado.
El fantasma de la soberanía
El eje central del discurso de Yadlin es, sin decirlo abiertamente, la negación de la soberanía regional. Su propuesta de un "nuevo orden" en Oriente Medio no apunta a la estabilidad colectiva, sino a un rediseño estratégico que favorezca los intereses israelíes y occidentales, especialmente los de EEUU. En este esquema, no hay lugar para el reconocimiento real del derecho de los pueblos y Estados de la región a ejercer su soberanía y proteger su integridad territorial frente a injerencias externas.
Israel, mediante su narrativa oficial y sus acciones militares, se presenta como el actor principal en el proceso de deslegitimación sistemática de la soberanía de países como Siria o Líbano. Esta deslegitimación se construye a través de la propaganda, la doctrina de la guerra preventiva y una práctica recurrente de intervenciones unilaterales. Así, lo que se presenta como una necesidad defensiva no es más que una política de desestabilización regional que refuerza el control estratégico israelí.
Yadlin omite que, para millones de personas en la región, la soberanía no es un concepto abstracto sino una cuestión de supervivencia y dignidad. En contextos marcados por sanciones, bloqueos y campañas militares, el derecho a decidir sobre el propio destino adquiere un valor político y emocional irrenunciable. Sin embargo, el artículo parte de la premisa de que los pueblos de Oriente Medio deben aceptar pasivamente una definición de seguridad impuesta desde Tel Aviv o Washington, lo que no solo es injusto, sino profundamente desestabilizador.
Israel como agente de demolición regional
La hipótesis de un "Oriente Medio postiraní" no implica una pacificación real del conflicto, sino más bien una intensificación de la política de demolición impulsada por Israel. Yadlin no oculta su entusiasmo por las campañas militares y operaciones encubiertas que, según él, abren "oportunidades" para ampliar la proyección israelí en la región. Pero estas acciones, lejos de construir paz, atentan directamente contra la soberanía de Estados como Irán, Siria, Líbano o Palestina.
Durante las últimas décadas, Israel ha bombardeado infraestructuras civiles y militares, ha impuesto bloqueos asfixiantes --especialmente en Gaza, donde han muerto más de 56.000 personas-- y ha practicado una política sistemática de ocupación territorial. Estas prácticas, justificadas bajo el pretexto de la "seguridad", no han hecho más que consolidar un escenario de fragmentación y violencia crónica.
Incluso actores históricamente cercanos, como Egipto o algunos Estados del Golfo Pérsico, han comenzado a expresar su desconfianza ante un régimen sionista que actúa fuera de todo escrutinio internacional. Este aislamiento creciente responde, en buena medida, a la negativa israelí a reconocer el derecho fundamental que permitiría avanzar hacia la paz: la soberanía legítima del pueblo palestino y de sus vecinos.
Irán: defensa de la soberanía frente a la agresión
Frente a esta lógica de demolición, Irán aparece como un actor que reivindica, desde hace décadas, su derecho a la defensa soberana. Su política regional no puede entenderse al margen de los múltiples intentos de desestabilización que ha enfrentado: sanciones, sabotajes, operaciones encubiertas e incluso intentos de cambio de régimen apoyados desde el exterior.
Yadlin lo presenta como un factor desestabilizador, pero esta interpretación omite el contexto fundamental: Irán se ha visto obligado a desarrollar una red de alianzas y capacidades defensivas como respuesta a amenazas reales y constantes. La construcción de un equilibrio estratégico frente a la presión israelí y estadounidense es, en este sentido, un ejercicio de legítima defensa, no de agresión expansionista.
Tanto en su discurso político como en sus acciones diplomáticas, Irán ha reiterado la necesidad de respetar la soberanía de los Estados como condición indispensable para cualquier fórmula de convivencia regional. Su propuesta, lejos de buscar la hegemonía, apunta a una reconfiguración del orden regional basada en el respeto mutuo y la autodeterminación.
La falsa promesa de estabilidad
El discurso israelí, representado por Yadlin, insiste en que la estabilidad de Oriente Medio depende de neutralizar a Irán. Sin embargo, la "estabilidad" que propone no es más que una "paz" impuesta, sostenida sobre el desequilibrio permanente, el miedo estructural y el control militar. En esta visión, el conflicto se naturaliza, y la ocupación se presenta como una medida defensiva inevitable.
Resulta revelador que el artículo de Yadlin no haga ninguna mención al alto el fuego. Esta omisión no es un descuido editorial: es una declaración política. Implica que la guerra sin fin sigue siendo el marco deseado, y que el uso de la fuerza unilateral continúa siendo el instrumento principal de política exterior israelí.
Al mismo tiempo, esa negación encierra una preocupación más profunda: la progresiva erosión del mito de la invulnerabilidad militar de Israel. Los últimos enfrentamientos con Irán y otros actores regionales han mostrado que la capacidad bélica israelí tiene límites. La narrativa de la supremacía absoluta, que durante décadas ha sustentado su agresividad estratégica, comienza a resquebrajarse. Negar el alto el fuego es también negar esta realidad incómoda: la guerra perpetua ya no garantiza la hegemonía.
La soberanía como fundamento de la paz
Oriente Medio no avanzará hacia una paz duradera mientras se mantengan discursos que niegan la soberanía de sus pueblos y mientras se continúe utilizando la fuerza como herramienta de imposición. El análisis estratégico del futuro regional debe partir de un principio básico: el reconocimiento del derecho de todos los actores a la autodeterminación, sin excepciones ni jerarquías.
El camino hacia una estabilidad auténtica no pasa por la exclusión ni por la fragmentación, sino por la restitución de la soberanía, la protección de la integridad territorial y la promoción de un diálogo inclusivo que reconozca a quienes históricamente han sido silenciados.
En esta dinámica, Irán y sus aliados desempeñan un papel central al defender un modelo regional basado en la autonomía y la coexistencia, y no en la sumisión o la intervención externa. Solo cuando la soberanía deje de ser vista como una amenaza, y comience a reconocerse como un derecho compartido, podrá cerrarse el ciclo de violencia y abrirse la posibilidad real de una paz justa y duradera.
HispanTV.com