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México :: 27/01/2021

Misael Núñez Acosta, impunidad infinita

Luis Hernández Navarro
El 30 de enero de 1981 el sindicalista magisterial fue asesinado por pistoleros a sueldo, contratados por la dirigencia del SNTE de Elba Gordillo

Misael Núñez Acosta siempre fue muy alegre. Tenía gran sentido del humor. De niño bailaba. Le llamaban el huapanguito porque tenía el don de hacer la trova al estilo huasteco. Como estudiante normalista le encantaban las fiestas. En los viajes a las reuniones de la CNTE le encantaba cantar y danzar.

El maestro usaba medias botas negras. A las reuniones de la coordinadora llegaba con su calzado reluciente, impecablemente boleado. Si, como tantos otros profes del estado de México, vivía en una colonia popular llena de polvaredas y lodo, y para tomar el camión rumbo al Metro (que usaba cuando no manejaba su Mustang negro) debía andar varias cuadras, ¿cómo le hacía para llegar a las asambleas de la Normal Superior de San Cosme con las botas relucientes?

Su amigo, el maestro Ezequiel Reyes Carrillo, desaparecido por la policía política el 30 de diciembre de 1981 y presentado con vida gracias las protestas magisteriales, resolvió en una ocasión el enigma: para caminar el tramo que había entre su casa y la parada del autobús, el hidalguense utilizaba un par de zapatos. Al llegar donde debía abordar el transporte, se los cambiaba por sus botas bien lustradas. Su hermano, que lo acompañaba en el trayecto, se regresaba con el calzado polvoriento de Misael.

Misael nació el 1º de agosto de 1949, en Tenango, Hidalgo. Hijo de una familia de campesinos pobres de religión pentecostal, terminó la primaria en Chalpulhuacán, la secundaria en Tamanzuchale y estuvo en la normal rural del Mexe durante dos años. De allí lo expulsaron por denunciar los malos manejos de las raciones alimentarias. Finalmente, se recibió como maestro en 1970 en Tenería, estado de México.

Enseñó primero en escuelas de Tetelia de Islas y Santiago Xolguilancan, Puebla. Allí se casó con la maestra Yolanda Rodríguez, con la que procreó tres hijos. El 30 de enero de 1981 fue asesinado por pistoleros a sueldo, contratados por la dirigencia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), entre las que, según declaró el cacique Carlos Jonguitud Barrios (y luego se retractó), estaba Elba Esther Gordillo (https://bit.ly/35MjqRx). Él tenía entonces 32 años. Su hijo mayor, Edson Misael, 10; Héctor, siete, y Tania Angélica, cuatro.

En 1973, en El Cardenal, estado de México, promovió un movimiento en contra de la contaminación provocada por una fábrica procesadora de huesos. Un año después, llegó a Tulpetlac, Ecatepec, en medio de una imparable efervescencia de la lucha urbano-popular por servicios y regularización de predios y sindical, que Jorge Belarmino Fernández narró en un libro excepcional: San Ecatepec de los obreros (https://bit.ly/3bIViTH).

Formidable organizador y educador popular, gran orador, pueden seguirse las huellas de su trabajo político y social en la zona leyendo las denuncias de sus enemigos priístas del municipio y en reportes como el del general Félix Galván López, divulgados por Archivos de la Represión (https://bit.ly/3oNTDAc).

El 15 de octubre de 1977, el general advirtió al secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles, que el maestro realizaba actividades subversivas dentro de la escuela secundaria popular para adultos en Tulpetlac y en empresas como Panam de México y Harper Wyman (que, curiosamente, quedaban en Naucalpan), distribuía la “revista clandestina Madera” y posiblemente tenía nexos con la Liga Comunista 23 de Septiembre.

El Consejo de Colaboración Municipal de Ecatepec describió, a finales de octubre de 1976, cómo Misael, dotado de fuerza, mando y poder, organizó asambleas con jefes de manzana y comisiones para gestionar las necesidades de las colonias; dirigió la secundaria gratuita para adultos de La Loma, que es una escuela de formación de líderes de tendencia socialista comunista; se apoderó del patronato de la telesecundaria y controló las sociedades de padres de familia y patronatos.

En noviembre de ese año, las fuerzas vivas del municipio, incluidas la Asociación de Charros y la Comisión Taurina, señalaron que su escuela fue el centro de actividades de la huelga de Kelvinator y de General Electric.

El 29 de enero de 1981 por la noche, un día antes de su asesinato, la dirección del magisterio democrático del valle de México, de la que él formaba parte, realizó un encuentro preparatorio del paro indefinido en la normal popular Emiliano Zapata, en la calle de Ramón López Velarde de la Ciudad de México. Se llevaban pesado. Misael llegó en su coche, acompañado por Daniel Campos. Iba vestido de negro.

La reunión se alargó hasta las seis de la mañana. Misael cabeceó en varias ocasiones. José González Figueroa, le reconvino. Medio adormilado, Núñez Acosta se disculpó: Es que comí unos tacos hace un rato y me sentaron mal. Al terminar se despidieron entre bromas y chascarrillos. Figueroa quiso limar asperezas. Le pidió a Noé Morales que alcanzara a Núñez Acosta y le dijera: “Oye, dice mi compa Figueroa, que a ver cuándo se dan un round de cabellera contra cabellera o de calva contra calva”. Misael sonrió haciendo la paces. Fue la última vez que sus compañeros del Consejo Central de Lucha del Valle de México lo vieron vivo.

Han pasado 40 años del asesinato de Misael. Los matones materiales confesos se escaparon de la cárcel. Los autores intelectuales nunca fueron juzgados. El cuchillero Clemente Villegas, intermediario entre éstos y los líderes del SNTE que encargaron el crimen, incluso fue candidato a alcalde por el municipio de Canali, Hidalgo, por el PRD. Su homicidio es un caso más de impunidad e injusticia infinitas.

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Misael Núñez Acosta, las huellas del crimen

Clemente Villegas Villegas se reunió con Rufino Vences Peña en el Burger Boy de Nezahualcóyotl. Le informó que prestaba sus servicios en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. Y le ofreció un negocio: calmar unas personas que se encontraban agitando, realizando paros, mítines y marchas a Palacio Nacional. Le dio 60 mil pesos como adelanto de un pago de 300 mil, la media filiación del profesor Misael Núñez Acosta y la dirección donde debía hacerse el trabajo.

La chamba para la que lo contrató, por encargo de sus jefes del sindicato, consistía, lisa y llanamente, en asesinar a Misael Núñez Acosta el 30 de enero de 1981. Los agitadores a los que hizo referencia eran los dirigentes del Consejo Central de Lucha del Valle de México (CCLVM), entre los que se encontraban Ramón Couoh, Teodoro Palomino, Ger­mán Aguilar, Juan José Altamirano y José González Figueroa. Reclamaban democracia sindical y más salarios.

Clemente era secretario particular de Ramón Martínez Martín, el dirigente nacional del SNTE, fiel escudero del cacique sindical Carlos Jonguitud Barrios. Nacido en Calnali, Hidalgo, perteneció al grupo porril de Los Cuchilleros en la Normal Superior de la Ciudad de México. En la escuela no dudaba en sacar la pistola para amenazar a los alumnos disidentes.

Tras la plática con Clemente, Rufino fue a buscar a su tío Joel Vences Hernández y a su amigo Jorge Mejía Piña. Tío y sobrino habían sido agentes judiciales del estado de México. Les explicó el trabajo que había que hacer y les adelantó 15 mil pesos. Armados con una Colt .45, robaron un auto Chrysler LeBaron, recordando sus tiempos de policías.

El 30 de enero, los asesinos se fueron a Tulpetlac a cumplir el encargo. Ocuparon el tiempo fumando mariguana. Alrededor de las 7 de la tarde le vaciaron a Misael el cargador de la Colt. El profesor cayó muerto. También el obrero Isidro Duarte Omaña. El maestro Daniel Darío Ayala fue herido.

Las intimidaciones venían de atrás. En un desplegado publicado en el diario Unomásuno, los charros del SNTE acusaron a los profesores democráticos de ser guerrilleros. En un mitin efectuado el 13 de noviembre de 1980 en Tlalnepantla, Elba Esther Gordillo, entonces la cacique sindical local, amenazó belicosa a los disidentes: Los pararemos cueste lo que cueste, a costa de lo que sea.

La información sobre el homicidio corrió como reguero de pólvora. Esa tarde había una reunión del CCLVM en el auditorio Rafael Ramírez, de la Normal Superior. Alguien telefoneó para avisar. “Algo difícil está pasando –dijo lívido el maestro que recibió la noticia–. Asesinaron a Misael en Tulpetlac. Le dispararon y la última información es que está muerto.” Sus compañeros quedaron consternados.

Tras una breve reunión, una comisión de docentes se trasladó a la presidencia municipal. En lugar de poner el cuerpo de Misael en una plancha del Ministerio Público, las autoridades lo llevaron al panteón de Ecatepec y lo colocaron en una cripta. Allí le hicieron la autopsia.

Cuando los maestros democráticos llegaron a la presidencia municipal junto a la esposa de Misael, la maestra Yolanda Rodríguez, se toparon con la desagradable sorpresa de que allí estaban los dirigentes oficialistas de la sección 36. Indignados, los del CCLVM los increparon y corrieron, al tiempo que exigían los trámites legales. Finalmente, a eso de las 4 de la mañana, en una ambulancia, trasladaron el cuerpo de Misael a su casa. Al llegar, tres profesores lo vistieron.

A la mañana siguiente comenzó un largo peregrinar. El féretro de Misael fue llevado a la Normal Superior, donde se le rindió un sentido homenaje de cuerpo presente. De allí, partió un cortejo fúnebre con el ataúd al frente, que recorrió la calzada México-Tacuba hasta llegar a la cueva de los asesinos intelectuales del maestro en la calle de República de Venezuela: las oficinas del SNTE. Los restos del maestro retornaron a su hogar en Tulpetlac, para salir de allí en caravana al cementerio de Ixmiquilpan. La comitiva llegó al panteón al atardecer. En conmovedora ceremonia, doña Carlota Acosta, mamá de Misael, abrió la caja y celebró un culto de acuerdo con sus creencias. Cerca de las 8 o 9 de la noche, Misael fue sembrado.

Durante la primavera magisterial de 1989, la exigencia de esclarecer el asesinato de Misael se puso de nuevo en el centro del movimiento. Alrededor del edificio de la Secretaría de Educación Pública en la calle de República de Brasil, donde se realizaban las negociaciones, incansablemente, miles de maestros le gritaban a Gordillo: ¡Asesina!

En un receso, en una pequeña sala entre el salón Simón Bolívar y la oficina del secretario de Educación (en aquel entonces Manuel Bartlett) la maestra Gordillo se cruzó con los profesores disidentes Germán Aguilar y Teodoro Palomino. “Estaba abatida en uno de los sillones –cuenta Teodoro–. Le pregunté qué le sucedía. Ella me mostró las manos y me dijo: ‘Tengo las manos manchadas de sangre’.”

Misael Núñez Acosta –dice el profesor Pedro Ramírez Vázquez– es un ejemplo a seguir. Su compromiso con alumnos y padres de familia, su involucramiento con las luchas populares en favor de las mejores causas, muestran la ruta que un maestro comprometido con la transformación social debe caminar. Verdad y justicia siguen siendo en este caso, materia pendiente (https://bit.ly/3cdZ2ga).

@lhan55

 

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