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EE.UU. :: 03/12/2009

Obama da la orden para la escalada en Afganistán

Barry Grey
[Traducido del inglés para La Haine por Felisa Sastre] El gobierno de Obama (del "cambio") continúa, sin inmutarse, las políticas y métodos esenciales del régimen de Bush

En una reunión con jefes militares, mantenida en la Casa Blanca el domingo pasado, el presidente Barack Obama anunció oficialmente el envío de, al menos, otros 30.000 soldados a Afganistán. Despreciando la oposición popular a la guerra o cualquier otra consideración democrática, Obama no esperó para dar la orden al discurso que va a dirigir esta noche a todo el país por televisión, en el que explicará al pueblo estadounidense su decisión de intensificar la guerra.

La nueva “escalada” es la continuación de los 21.000 soldados que Obama envió a Afganistán en las primeras semanas de su gobierno. Y con ellos, el total de las tropas estadounidenses desplegadas será de 100.000, el mayor desde la invasión de hace ocho años.

Al intensificar la violencia estadounidense en Afganistán, y amenazar con una implicación militar más directa en Pakistán, el Gobierno desafía a la opinión publica de ambos países, en donde la oposición a las operaciones militares estadounidenses es general, y a la propia opinión pública estadounidense, reflejada en las encuestas de opinión en las que una mayoría del pueblo estadounidense se opone a la guerra.

En su desprecio de la voluntad popular, de la misma manera que en su política económica, de guerra y de derechos democráticos, el gobierno de Obama continúa, sin inmutarse, las políticas y métodos esenciales del gobierno Bush, rechazadas por el electorado cuando votó a Obama por su promesa de ser el candidato del “cambio”.

Resulta muy significativo que, al estilo de su predecesor, Obama haya elegido la Academia Militar de West Point como escenario de su discurso televisado de esta noche. No va a hablar desde su despacho oval de presidente, como es tradicional para las más trascendentales declaraciones de la política presidencial, o ante los representantes electos en el Congreso.

Ha elegido, en cambio, dirigirse a los mandos militares que se van a encargar de cumplir sus órdenes. Va a hablar como militar- comandante en jefe- ante una audiencia convencida, para perfilar las políticas en Afganistán y Pakistán impuestas por los altos mandos del ejército.

La elección de escenario demuestra que para Obama el electorado más importante es el militar. Cuanto más continúa el Gobierno con sus impopulares políticas de ultraderecha- ya se trate de salvar los Bancos, recortar las libertades civiles o intensificar la guerra- más busca apoyarse en el ejército y en los aparatos de la seguridad del Estado.

El papel, cada vez más publico e influyente desempeñado por los militares en la vida política estadounidense ha llegado al extremo de convertir los aspectos formales de la democracia en algo casi irrelevante. Obama nos demuestra que el ejército constituye un electorado independiente, separado y alejado del pueblo cuya aprobación debe asegurarse por encima de los sentimientos de los ciudadanos.

El cambio en las relaciones entre lo civil y lo militar tiene una larga historia, pero el peso de los militares en asuntos políticos ha alcanzado en los últimos años unas proporciones sin precedentes. Ha pasado caso medio siglo desde que el presidente Eisenhower, en su discurso de despedida, previniera del creciente poder de lo que denominó “el complejo militar industrial”.

Los años de guerra han evidenciado un estallido del militarismo estadounidense, con un crecimiento mucho más virulento debido a que las clases dirigentes del país han tratado de compensar el declive de su situación económica mundial mediante la utilización de su supremacía militar para conseguir sus objetivos estratégicos. La erosión del mandato constitucional, que impone la subordinación de los militares a la autoridad civil, es una de las características del deterioro de la democracia estadounidense.

Hubiera sido inconcebible, por ejemplo, que John F. Kennedy hubiera pronunciado su discurso al país sobre la crisis de los misiles cubanos ante una audiencia militar. El imperialismo de Estados Unidos en aquella época todavía se veía obligado a mantener, al menos públicamente, las normas constitucionales relativas al sometimiento del ejército al gobierno civil.

No hay duda de que la Casa Blanca ha calculado que un discurso del comandante en jefe ante un auditorio fácil, repleto de parafernalia militar, con el presidente flanqueado por altos mandos del ejército, ayudaría a avivar el patriotismo e intimidaría a quienes están en contra de la guerra.

Transcurrido menos de un año desde su toma de posesión, el candidato del “cambio” imita a su antecesor, quien pronunció sus discursos políticos más trascendentales casi exclusivamente ante un público constituido por militares y fuerzas de seguridad.

Obama, en lo esencial, ha adoptado la misma posición de Bush, quien en una conferencia de prensa en julio de 2007, afirmó que para continuar con la impopular guerra en Iraq se veía obligado a tener en cuenta a diversos electorados. Y el pueblo estadounidense quedó relegado a ser uno de esos varios electorados, el más importante de los cuales lo constituían el ejército y sus familias.

En su columna de hoy, Dana Milbank del Washington Post se centra en la cada vez mayor relación pública de Obama con los militares. Escribe: “Ya en los inicios de su presidencia, el premio Nobel de la Paz pronunció discursos ante los soldados de la Base aérea de Osan en Corea del Sur; en la Base Aérea de Elmendorf en Alaska; en la estación aeronaval de Jacksonville, en Florida; en la Academia de la Armada en Annapolis, y en la Base Aérea de Nellis, Nevada. (Por motivos diferentes, también habló en el homenaje a las víctimas de Fort Hood, y recibió los cadáveres de los soldados en la Base Aérea de Dover.) Por su parte, el vicepresidente y la primera dama han hecho lo mismo en otra media docena de instalaciones militares.

Antes de Bush, los discursos presidenciales a los militares, fueron relativamente escasos. En un repaso realizado por la universidad George Mason, se encontró que en los últimos años, hubo presidentes que sólo se dirigieron a los militares en una ocasión (Bill Clinton, en 1993, y Richard Nixon, en 1985); Gerald Ford, lo hizo en dos, en 1974, y Ronald Reagan en ninguna en 1985. Pero Bush pronunció muchos más discursos de este tipo, de ellos 13 sólo en 2005.

La proliferación empezó el 1 de junio de 2002, cuando Bush fue a West Point para pronunciar un discurso dirigido a los cadetes con el fin de explicarles la doctrina de la guerra preventiva... pero a los soldados se les exige lealtad, y cuando su comandante en jefe les habla- da igual que sea Bush o que sea Obama-, ellos se cuadran. O aplauden, o gritan jubilosos: “!Hurra¡”. Y el martes por la noche, para la izquierda, todo ese boato militar sólo significará que Obama no era la persona que creyeron era.

La militarización de la vida política estadounidense está ligada inseparablemente a la política imperialista, intensificada y continuada por Obama, de guerras coloniales incesantes, que en última instancia apuntan a las grandes potencias como Rusia y China.

World Socialist Web Site, 1 de diciembre de 2009

 

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