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Europa :: 13/09/2022

Ofensiva y contraofensiva en Ucrania

Alejandro Kirk
Rusia tiene menos tropas en el terreno, pero Ucrania no cuenta con movilidad, poder de choque y cobertura aérea para contrarrestar los incesantes ataques

Hace algunos días, en mis reportes para  desde la zona de guerra de Járkov he arriesgado la frase “supuesta ofensiva ucraniana”, lo que ha provocado reacciones de molestia, y mofas.

Según algunos, un reporte veraz debiese simplemente reconocer la derrota rusa que representaría, especialmente, la reocupación ucraniana de la localidad de Izyum, en la zona centro-oriental de Ucrania

Sinceramente, la misma duda atravesó mi pensamiento al momento de grabar el reporte, desde el centro de la ciudad de Krasny Lyman, en el territorio del norte de Donetsk, que algunos en Occidente ya anunciaban como retomado por Ucrania. Demostramos en el terreno que no es así, pero más allá de eso, el dilema militar es éste: ¿Todo avance es una ofensiva? ¿Todo repliegue una derrota? ¿Es una “ofensiva” tal, si el adversario evitó el combate?

Como todo en la vida, depende.

Al inicio del conflicto, en las regiones de Jersón y Zaporozhye, las fuerzas armadas ucranianas rehuyeron el combate, y las tropas rusas se instalaron sin mayores problemas, ni destrucción en las ciudades. ¿Fue un repliegue táctico o una derrota?

Rusia logró rápidamente controlar la planta nuclear de Zaporozhye (la mayor de Europa) y la cercana hidroeléctrica de Kajovka, ambas sobre el río Dniéper. Pero no hubo avance más allá del mítico río que señala el límite occidental de la planicie del Donbás. Así, ambas instalaciones quedaron en control ruso, pero a merced de la artillería del otro lado del río.

La toma de la región de Jersón y el sur de Zaporozhye otorgó a Rusia dominio sobre toda la zona adyacente a la península de Crimea, reincorporada a la soberanía rusa en 2014.

El control de la planta nuclear (operada hasta hoy por los técnicos de Ucrania) evita la posibilidad de un chantaje nuclear. Son entonces, ambas, operaciones estratégicas ejecutadas con audacia y velocidad en los primeros días de la guerra.

Por algún motivo, Ucrania decidió defender el puerto de Mariúpol y su inmensa industria metalúrgica, aun cuando estaba rodeado. Se convirtió en un símbolo no sólo del país, sino —y sobre todo— del grupo neonazi Azov, que tenía allí su cuartel general. La rendición en las instalaciones de la acería de Azovstal marcó uno de los hitos del conflicto.

KIEV Y JÁRKOV

La decisión y audacia demostradas en los avances rusos del sur de Ucrania no tuvo paralelo en el norte, en la dirección Járkov-Kiev. La entrada vertiginosa en los suburbios de Kiev, fue seguida de un repliegue que sorprendió a muchos. Se hizo sin explicación ni aparente motivo, y generó el escándalo sobre una masacre rusa en Bucha, que luego se comprobó falsa, aunque la infamia quedó ahí

¿Tal vez Rusia subestimó la determinación ucraniana de resistir? ¿Contaba con una debacle interna del régimen de Volodímir Zelenski? La reciente retirada de la ciudad de Izyum y otros poblados, la mayoría ya evacuados, levanta en Occidente las mismas dudas. [Pero, como han explicado varios analistas internacionales, la concentración de tropas y material militar ruso alrededor de Kiev al inicio del conflicto fue una trampa que salió bien: obligo a los nacionalistas a trasladar las tropas que atacaban al Donbass para llevarlas a proteger Kiev, con lo que el objetivo primordial ruso, que era y es liberar al Donbass y controlar toda la costa ucraniana del mar de Azov, se logró en menos tiempo de lo esperado. Entonces Rusia, casi sin perder soldados ni material, se replegó de una batalla que nunca pensó librar].

Ucrania ha lanzado dos contraofensivas en los últimos días: Jerson y Járkov. La primera ha sido un fracaso rotundo; en la segunda, el avance fue facilitado por el repliegue ruso, que según expertos militares, buscaba evitar que las fuerzas ucranianas (superiores en proporción de diez a uno, según algunas fuentes) establecieran un “bolsón” alrededor.

El Ministerio de Defensa ruso anunció la semana pasada un repliegue desde Járkov a los territorios de la vecina República Popular de Donetsk, donde se libra, aquí sí, una batalla estratégica, estipulada desde el inicio de la Operación Especial rusa.

Fuimos testigos, en la noche del domingo 11 de septiembre, de los movimientos de las tropas de las milicias populares de Donetsk antes estacionadas en Járkov.

El repliegue ruso no significa que no se hayan registrado combates, especialmente entre la Guardia Nacional rusa y los atacantes (la Guardia Nacional y el Ejército ruso son entidades diferentes).

Un general venezolano me dijo lo siguiente sobre la ofensiva ucraniana: “Luce a formación de un bolsón para destruir. Es una operación muy clásica. Sólo un comandante y ejército con mucho poder de fuego, movilidad, poder de choque y cobertura aérea puede arriesgarse en una operación ofensiva de ese tipo”.

Y más tarde agregó: “Si fuese cierta la información, lanzarse 10:1 es un suicidio. Con misiles, drones, aviones, Rusia los volverá flecos”.

Eso es precisamente lo que está ocurriendo: Rusia tiene menos tropas en el terreno, pero Ucrania no cuenta con “movilidad, poder de choque y cobertura aérea” para contrarrestar los incesantes ataques aéreos y de cohetes, misiles y artillería.

En todos esos dominios, Rusia tiene una superioridad incontestable, y lo que está sucediendo, por tanto, es una carnicería de la carne de cañón enviada por Kiev al frente de batalla.

Todo esto no quita que, sin tropas suficientes (Rusia no tiene más de 150 mil soldados en todos los frentes), el control efectivo y consistente del territorio es improbable. Muchos se quejan en la zona de Donetsk por la impunidad con que la artillería ucraniana castiga a los civiles, y exigen mayor determinación por parte de Rusia.

El conflicto parecía estancado hasta el inicio de los avances ucranianos, y se especulaba que en Moscú estaban esperando el desarrollo de los acontecimientos en Europa occidental, donde las sanciones contra Rusia están generando una crisis económica y social sin precedentes en los últimos cien años. Las protestas populares registradas en Chequia, Alemania, Holanda, Inglaterra, Francia e Italia anticipan un “invierno del descontento”, a causa de la inflación, el cierre de empresas y la falta de energía.

Hoy, sin embargo, la situación es apremiante. En la zona de Járkov se ha establecido ya el terror contra los “colaboradores” de los rusos: profesores, administradores, empresarios que participaban de la normalización de la vida. Los informes de redes sociales hablan de oleadas de mercenarios sin control en las calles.

Un oficial artillero nos dijo que los nuevos sistemas de armas proporcionados a Ucrania por la OTAN no se dominan en pocas semanas ni meses. Se requieren años de entrenamiento.

— ¿Son acaso mercenarios?

— No. Solo militares profesionales de la OTAN pueden manejar esos sistemas.

Así, ya es obvio que la OTAN se incorporó a la guerra, y si sus especialistas están en el combate, una escalada bélica parece inevitable.

Rusia comenzó lo que había evitado desde febrero: destruir infraestructura ucraniana, que perjudica a la población civil, y el paso siguiente lógico es cortar todos los canales de suministro de armamento desde Europa occidental, además de aumentar las tropas en el terreno. Esto significa carreteras, vías férreas y puentes, además del espacio aéreo.

Un desarrollo de este tipo pudiera implicar la movilización de reservas, en lugar del empleo exclusivo de tropas profesionales.

En los próximos días se verá si la “supuesta ofensiva” ucraniana es real, o un acto desesperado, a lo Hitler en 1945, con el sacrificio inútil de miles de vidas. En las encuestas periodísticas rusas, cada vez son más quienes opinan que el único fin posible de este conflicto es el desmantelamiento total del Estado ucraniano, con la recuperación de todos los territorios originalmente rusos.

Al menos un medio nacional (privado) ya dejó de hablar de “Ucrania”, y lo denomina, en cambio, “territorio de la ex República Socialista Soviética de Ucrania”.

teleSUR / HispanTV

 

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