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Mundo :: 05/04/2018

Perú: mafias

Nelson Manrique
La suerte en los tribunales está fuertemente vinculada con la política y el dinero. Humala, Toledo y PPK pagan las consecuencias de haberse aislado

En una entrevista publicada el pasado domingo en La República, le preguntaron al doctor Max Hernández Camarero si él consideraba que el enfrentamiento entre los hermanos Fujimori era un pleito de mafias. Hernández recordó que los mafiosos tienen códigos y saben respetar sus límites. Como lo expresó muy bien un destacado capo mafioso: “No hagan cosas que den mala fama a la prostitución”.

Aparentemente el enfrentamiento dinástico entre Keiko y Kenji Fujimori no conoce estos límites. Ahora se sabe que la grabación de las conversaciones de Kenji y sus operadores, Bienvenido Ramírez, Bruno Giuffra, Alberto Borea y Guillermo Bocángel, fue un cuidadoso operativo montado por la dirección del keikismo. Fue una emboscada cuidadosamente planificada, con el objetivo de grabar a Kenji y al propio presidente Kuczynski en el acto de comprar el voto de un parlamentario, para impedir la vacancia en marcha.

Todo fue fríamente planificado. Se escogió al parlamentario Moisés Mamani evaluando que su condición de provinciano y serrano crearía la ilusión entre los kenjistas de que sería fácil manipularlo. Por eso, según Hildebrandt en sus 13, denominaron a la emboscada “Operación Huachito”. Quienes cayeron redondos fueron los  kenjistas. Basta oír al ministro Bruno Giuffra, en una frase flor de criollada: “Tu sigue no más compadre ya sabes cómo es la nuez y qué cosas vas a sacar...”. 

Mamani grabó al propio presidente PPK y ahora se da el lujo de advertirle que “hable con la verdad”, para no hacer público el video. Según versiones recogidas por Ángel Páez, PPK se vio obligado presentar su carta de renuncia bajo ultimátum, video de por medio. 

Volviendo a los inicios: ¿Por qué se lanzó PPK a la presidencia? Aparentemente pensó que gobernar un país no era sustancialmente diferente a dirigir una empresa. ¿No decían todos que se requería un empresario para gobernar el país? Ser presidente, además, era la realización del sueño de un lobista, con la promesa de usufructuar posiciones en el gobierno para impulsar sus propios negocios, como lo hizo cuando fue ministro del gobierno de Alejandro Toledo. La gente de la que se rodeó para gobernar encaja con el mismo designio: un alegre equipo ducho en mezclar los intereses públicos y privados y transitar por la puerta giratoria, entre los cargos de gobierno y los directorios de las empresas privadas. 

La toma de decisiones se convirtió así en un alegre juego frívolo (“¡Porfis, PPK!”), mientras los funcionarios capaces iban siendo descabezados por el fujimorismo y el presidente disfrutaba acumulando errores sobre errores. Hasta que el alegre ágape hizo cortocircuito, cuando le alcanzó la ominosa sombra de Lava Jato. Kuczynski entonces mintió reiteradamente al país, negando sus relaciones con Odebrecht, primero; afirmó luego que nunca había trabajado con esa empresa, para luego tener que ir desdiciéndose, a medida que las evidencias en contra se iban acumulando.

Éstas apuntaban ahora no sólo a faltas éticas por no diferenciar sus intereses empresariales particulares de los quehaceres del gobierno, sino a beneficios pecuniarios directos por su participación en la negociación de convenios del estado asociados cronológicamente con remuneraciones recibidas de Odebrecht y otras empresas. La fiscalía parece decidida a ir al fondo del asunto en un plazo breve y posiblemente dentro de poco tiempo tendremos a un presidente más afrontando sanciones penales.

Se ha dicho, y es verdad, que la celeridad con que la fiscalía está impulsando la investigación a PPK contrasta con la forma cómo arrastra los pies al investigar a Keiko Fujimori y a Alan García. Se reconozca o no, la suerte en los tribunales está fuertemente vinculada con la política. Humala, Toledo y PPK pagan las consecuencias de haberse aislado.

¿Cómo entender racionalmente el conflicto entre los hermanos Fujimori? La verdad es que Keiko reitera con su padre la deslealtad que, siendo una jovencita de 19 años, desplegó contra su madre. Alberto aprobó entonces que ella usurpara el puesto materno. Ahora le tocó a él el turno.

Esas son las reglas del juego y Kenji ha anunciado que está dispuesto a declarar contra su hermana ante la fiscalía. La congresista Maritza García ha advertido que "tiene un sinnúmero de pruebas que revelan cosas gravísimas", no reveladas, "por la libertad de su padre y la tranquilidad de su madre". 

La motivación que Kenji invoca es la venganza. Pero en el código mafioso la amenaza de hablar es habitualmente un instrumento de chantaje: “Si tú me desaforas, yo te mando a la cárcel”.

El país sigue siendo el rehén del enfrentamiento entre dos bandas delincuenciales. Ese es el escenario que recibe a Martin Vizcarra como presidente de la República. 

La República

 

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