Perú: Cade 2005, estabilidad es igual a inmovilismo

Augusto Álvarez Rodrich resumió el evento de los empresarios de una manera muy sencilla, si aquí hubiera que elegir a alguien, lo harían a Alejandro Toledo Manrique. Y visto lo que pasó el último día, la propuesta más aplaudida de Lourdes Flores, la candidata favorita de la gente de dinero, fue que no cambiaría la constitución fujimorista, dizque para no perder tiempo de gobierno en un complejo debate jurídico sobre normas, que los presentes interpretaron que mantendrá las normas que los han beneficiado ampliamente en los último quince años. Así la postura básica de los inversionistas y ejecutivos representados en este Cade 2005 quedaba concentrada en una sola idea: para los años que se vienen, mientras menos cambios mejor.

Evidentemente el afecto del capital por Toledo tiene que ver con la ausencia, tan evidente en estos años, del Estado en la economía. Contra la opinión del país que reclama más Estado, la elite empresarial elige la opción opuesta. Dicho en otras palabras, el fujimorismo económico que tan rigurosamente se ha mantenido, con la mano mágica de PPK, en estos últimos cinco años, expresado en la no revisión de contratos de privatización y concesión, en la negativa a cobrar impuestos adeudados y otras obligaciones con el Estado de la gran empresa, en la política laboral, etc., fue el programa más aplaudido de la Conferencia. No fue pues un lapsus que el primer ministro evocara al actualmente prisionero en Chile, como candidato ausente, en su discurso inaugural.

Toledo es el modelo de cómo se puede cambiar en política para conservar en economía. A nadie, en el Cade, parece preocuparle demasiado que se haya debido gobernar por cinco años raspando el 10% de aprobación, que la crisis del sistema político esté en su punto más bajo, que el rechazo a un poder comprometido hasta los huesos con los intereses extranjeros ya no se soporte, que la corrupción pública haya hecho metástasis. Todo esto se opaca por el tamaño de las ganancias, los índices de exportación y crecimiento de la producción, la fuerza efectiva de las empresas en las decisiones.

Ustedes lo han hecho, dijo Toledo en discurso de clausura. Con lo cual confirmó el dominio del lassier faire (dejar hacer, dejar pasar), en el Perú de los 2000 y el desconocimiento del papel de los trabajadores, los campesinos y otros sectores no representados en la reunión del Hotel El Pueblo, en Santa Clara, Lima. Olvidó además que el espectacular impulso a las exportaciones se debe, cuando menos en 50%, a condiciones externas de precios en las que el Perú no incide para nada.

Las encuestas post Cade son reveladoras de percepciones muy fuertes: una mayoría de empresarios se aprecia ante un futuro de baja inflación, crecimiento sostenido, exportaciones ascendentes, pero a su vez reconociendo un riesgo de renacimiento de ideas estatistas, intervensionistas y populistas. Curiosamente, a pesar de estar convencidos que el futuro será igual de bueno a su presente, se angustian al mismo tiempo por le hecho de que, no se sabe de dónde, las corrientes cuestionadoras de este estatus quo van en aumento. Y nadie se detiene a pensar porqué si la cosa va sobre rieles, hayan tantos que quieren descarrilarla.

Un dato adicional de interés es que en estas mismas encuestas los empresarios perciben que la pobreza no disminuirá sustancialmente en los años siguientes. Es decir baja inflación, crecimiento, exportaciones, alta reservas, déficit fiscal controlado, etc., para seguir viviendo con más de la mitad de los peruanos con graves problemas de supervivencia.

Constitución

Si bien, Lourdes Flores adornó su posición sobre la continuidad de la Constitución de 1993, con el argumento de que ella ingresaría al poder para gobernar desde los primeros días, por lo que no s podría detener al país en un debate sobre nuevas reglas e instituciones, lo que aplaudió la sala fue mucho más que eso. Era la crudeza de la mariscala de Unidad Nacional para garantizar que el famoso andamiaje económico de la dictadura estaría blindado en su eventual gobierno. Aquí estaban aplaudiendo la inviolabilidad de los contratos (salvo cuando se trata de los intereses del inversionista), la no participación del estado en la economía y la apertura total de los mercados.

Bajo la constitución del chino se implantó en el Perú que cualquier cosa es revisable, sean los derechos pactados de los trabajadores, las leyes de protección a los jubilados, los compromisos con pequeños productores, etc., menos los llamados contratos ley, que no son sino arreglos a espaldas del país entre gobernantes y grandes empresas en materias de privatización y concesiones (mineras, energéticas, pesqueras, forestales y otras), que se convierten en una ley singular, que no es discutida ni conocida por el Congreso y que no puede revisarse. Más bien debería llamarse constitucionalización de los contratos que incluso prevalece en las obligaciones que adquiere el Estado si éstas van más allá de las leyes y de la misma Constitución.

El TLC con EEUU, viene a ser una especie de contrato de contratos, concebido en términos equivalentes, que reforman de facto cualquier dispositivo legal con que se contradigan. Tal vez por esto, también en los convenios de libre comercio, los empresarios del Cade mantienen tanta coincidencia.

Lo que puede concluirse es que el Cade 2005 ha sido un termómetro del conservadorismo empresarial, por lo menos del que participa de este espacio. El reclamo de estabilidad con el que se definen casi todos los discursos, tiene, en este contexto, una acepción muy clara de inmovilismo político, miedo al cambio y ganas de seguir viviendo en una sociedad polarizada, debilitada institucionalmente, pero donde se puede hacer mucho dinero.

04.12.05