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Europa :: 17/05/2025

Primera reunión en tres años

Nahia Sanzo
Las partes no pactaron el alto el fuego, mucho menos por 30 días, que Zelensky -necesitado de un parón que le permita recomponerse y recibir armas occidentales- exigía a Rusia

Con un día de retraso tras el espectáculo escenificado por Volodymyr Zelensky para utilizar todo el día de atención mediática insistiendo en la infamia de que Vladimir Putin no se hubiera presentado al reto que le había planteado y exigiendo que Rusia aceptara incondicionalmente el alto el fuego de 30 días que Ucrania y sus aliados europeos exigen como prerrequisito para el inicio de una negociación política, el jueves comenzó en Estambul la primera reunión directa entre las delegaciones de Kiev y Moscú en casi tres años.

Como muestra la continuación de los intercambios de prisioneros y de cuerpos de soldados caídos en el frente -ayer mismo se confirmó un nuevo proceso en el que Kiev entregó los restos de 34 soldados rusos y recibió los de 909 soldados ucranianos-, la comunicación entre los dos países en guerra no se ha roto completamente en ningún momento, aunque todos los aspectos que se han tratado en el periodo entre junio de 2022 y el día de ayer se ha producido por la vía indirecta, con la participación de mediadores.

Turquía, que también aportó el lugar de negociación para los contactos de las primeras semanas de la guerra, participó activamente en las negociaciones del acuerdo de exportación de grano del Mar Negro, mientras que las cuestiones humanitarias como los intercambios y el retorno de menores evacuados del frente y cuyas familias se encontraban en Ucrania han corrido a cargo de la mediación de diferentes países árabes, fundamentalmente los Emiratos Árabes Unidos.

El paso dado ayer en Estambul, en gran parte obligado por el cambio de postura de EEUU y la presión a Ucrania (aunque supuestamente a ambos países) para mostrar voluntad de lograr la paz, es también el reflejo del estado de la guerra y los cambios que se han dado en los tres años en los que la única apuesta de Kiev y sus proveedores ha sido la vía militar. Fruto de la naturaleza del conflicto, una guerra proxy en la que Ucrania lucha por los intereses de sus aliados europeos, el día comenzó con una primera reunión, en la que Ucrania se encuentra mucho más cómoda, con sus aliados.

“Posiciones coordinadas en este importante día diplomático de la semana crucial para los esfuerzos de paz. Coincidimos en la necesidad de avanzar rápidamente en el proceso de paz. Informamos a nuestros colegas que el Presidente Zelensky ha enviado una delegación ucraniana a Estambul con el fin de promover realmente la paz, con mandatos e intenciones apropiados”, afirmó Andriy Sibiga, ministro de Asuntos Exteriores de Ucrania, que mostraba que, en estas negociaciones Kiev cuenta con el apoyo de sus aliados europeos, norteamericanos y también de Turquía. Horas antes, el presidente ucraniano había recordado (sin mostrar pruebas) que el presidente Erdoğan había insistido en que le apoya y “Crimea es Ucrania”.

Como mostraba el Plan de Victoria, un documento que ha sido rápidamente olvidado debido a su inviabilidad pero que contenía únicamente el punto de vista y los objetivos de Kiev, el régimen ucraniano ha querido centrarse en una negociación que llevara a la "paz", pero que implicara el menor contacto posible con el enemigo ruso. La propuesta de Zelensky era clara y exigía a sus aliados una serie de pasos para que Ucrania lograra acercarse lo más posible a lo que había planteado con la Fórmula de Paz publicada meses antes, una enumeración de los pasos que debía dar Rusia y suponía la capitulación completa y unilateral de Moscú.

En otras palabras, la suma de ambos documentos presentaba la ambición ucraniana de financiación, armamento y protección por parte de sus aliados para que fuera esa actuación la que presionara a Rusia y obligara el Kremlin a ceder en todos los aspectos de la guerra: territorio, seguridad, ingreso a la UE y a la OTAN y relación futura con la Federación Rusa.

Esa presión colectiva es la principal fortaleza -real o imaginaria- de Ucrania, que pese a la situación evidentemente comprometida que atraviesa tanto en el frente como en la economía , continúa presionando y actuando como si mantuviera la iniciativa. “Rusia se enfrenta a un momento en el que debe demostrar que va en serio. Necesitamos decisiones concretas. Ante todo, sobre un alto el fuego incondicional, total y duradero durante al menos 30 días”, escribió tras el encuentro con EEUU y sus aliados europeos el ministro de Asuntos Exteriores de Ucrania, que obviaba también que la presión a Ucrania hacia una postura de apertura a las negociaciones de paz ha sido severa en los últimos meses, en los que Kiev se ha visto obligada a cambiar reticentemente de discurso para dejar de hablar de victoria -o utilizar el término paz como eufemismo de una situación en la que logra todos sus objetivos y no debe realizar concesión alguna a su enemigo- y comenzar a hablar de paz de verdad.

Las declaraciones previas, el intento de Ucrania de obligar a Rusia a adaptarse a sus imposiciones, las constantes amenazas de sanciones y el énfasis en la presencia de sus aliados muestra el punto de partida y la estrategia de Kiev ante el inicio del proceso de negociación.

“Los rusos quieren establecer asociaciones con el año 2022. Pero lo único que conecta las negociaciones actuales con ese período es la ciudad de Estambul, nada más. Todos los intentos de Rusia de vincular el momento actual con 2022 fracasarán”, escribió a primera hora de la mañana Andriy Ermak, mano derecha de Zelensky y un hombre de muy alto perfil especialmente en la relación con los socios y aliados extranjeros. En sus palabras se puede observar el intento ucraniano de desmarcarse de ese proceso, posiblemente no porque no llevó a un acuerdo que pusiera fin a la guerra, sino porque en él tuvo que negociar en solitario, sin la protección de sus aliados. La voluntad de Ucrania es disponer de una negociación similar a la de Minsk y un proceso posterior equiparable al de Normandía (en los que nunca cumplió los puntos acordados).

El jueves, Zelensky insistía en solicitar a sus aliados sanciones contra Rusia si Moscú no aceptaba el alto el fuego de 30 días y se lamentaba de que Vladimir Putin hubiera rechazado la ocasión para lograr un gran avance. Una negociación cara a cara entre dos presidentes, posiblemente con mediación de terceros países, evoca el recuerdo de la noche de febrero de 2015 en la que Vladimir Putin y Petro Poroshenko, bajo la supervisión de Ángela Merkel y François Hollande, pactaron los acuerdos de Minsk, una vaga hoja de ruta hacia la paz que no resolvía los problemas concretos y que ofrecía promesas de futuro que Ucrania nunca tuvo intención de cumplir.

En Rusia, la exigencia de 30 días de alto el fuego y posibilidad de una posterior negociación recuerda excesivamente a Minsk y al posterior proceso de negociación en el que Kiev siempre rechazó tratar las cuestiones políticas con Donetsk y Lugansk, lo que dio lugar al Formato Normandía, en el que Ucrania contaba con el inestimable e incondicional apoyo de Francia y Alemania (que a posteriori la ex-canciller alemana Angela Merkel y el ex-primer ministro francés François Holloande reconocieron que su único objetivo era permitir a Ucrania rearmarse).

La insistencia rusa de presentar las actuales negociaciones como continuación de lo tratado en Estambul responde, en parte, a esas dos circunstancias: la necesidad de obtener un acuerdo que no pueda reescribirse con la facilidad con la que Ucrania manipuló Minsk y que Ucrania no vea su fuerza artificialmente aumentada por la presencia de sus aliados, cuyos intereses hacen menos probable que pueda haber un acuerdo.

La reacción ucraniana, sugiriendo que las cosas han cambiado y su postura cuenta ahora con una mayor fortaleza responde también a esos intereses, busca centrarse en el apoyo de sus aliados y pasar por alto que tras tres años en los que Kiev y sus aliados optaron por la vía militar para derrotar a Moscú, los resultados son desastrosos y Ucrania ni ha logrado desgastar a Rusia ni ha conseguido las victorias militares con las que esperaba obligar al Kremlin a firmar una paz a medida en la que no tuviera que hacer las concesiones de seguridad -la renuncia a la OTAN- que se le exigía en el acuerdo de Estambul.

La cuestión de la seguridad, prioridad de ambos países tanto entonces como ahora, fue uno de los temas más destacados en aquellas negociaciones. Frente a las garantías de seguridad que estaba dispuesta a ofrecer Rusia en los territorios ucranianos a excepción de Crimea y Donbass -implícitamente reconociendo que permanecerían bajo control ruso, pero que Moscú devolvería el control del resto de lugares capturados desde el invasión rusa del 22 de febrero-, tanto EEUU como el Reino Unido filtraron a sus medios afines que no estaban dispuestos a ofrecer las garantías que pedía Rusia, que equiparaban al Artículo V de seguridad colectiva la OTAN. En este sentido, es evidente que la situación ha cambiado y varios países europeos se muestran ahora dispuestos a enviar una misión armada de disuasión en caso de acuerdo con Rusia (y garantías de EEUU), lo que hace menos probable un pacto con Moscú.

Aunque algunos medios occidentales han destacado esta semana que el Kremlin no cuenta ya con la herramienta de presión de sus tropas asediando Kiev, la realidad es que Rusia se encuentra ahora menos presionada que en aquel momento. Aunque no hubiera trascendido públicamente, la presencia de las tropas rusas en el norte de Ucrania era un farol para obligar al régimen neonazi a negociar y su retirada se anunciaría poco después.

La Federación Rusa, mucho más fuerte en sus posiciones en el frente, con una industria que ha demostrado ser capaz de suministrar durante años el material militar necesario a su ejército y ya sin las carencias de personal que arrastró en los primeros meses, no está necesitada como Ucrania de un parón que le permita recomponerse. Es evidente que el tiempo corre a favor de Rusia en esta guerra de desgaste, que las continuas inyecciones de dinero y material militar de Occidente no consiguen revertir.

Aun así, la delegación rusa ha querido mostrar cierta apertura al compromiso en algunos aspectos. Tras la finalización de la primera reunión, medios como Reuters criticaban la postura rusa, que aparentemente había rechazado el alto el fuego y exigido que Ucrania se retirara íntegramente de los territorios bajo control de Kiev en las regiones de Lugansk, Donetsk, Zaporozhie y Jersón (que se incorporaron a la Federación rusa vía el voto en referéndum). A esas dos afirmaciones, Oleksiy Honcharenko, el diputado del partido de Poroshenko que se hizo célebre por su paseo por la Casa de los Sindicatos de Odessa cuando los cuerpos de los asesinados el 2 de mayo aún no habían sido retirados, criticó que las conversaciones se habían producido sin traductores, es decir, en lengua rusa. Esta interpretación de la reunión dejaba poco lugar a la continuación o al compromiso.

Frente a ella destacan las palabras de Rustem Umerov, ministro de Defensa de Ucrania, que afirmó a la prensa que pronto se anunciaría la agenda para la siguiente reunión y añadió que “estamos preparando un potencial encuentro a nivel de líderes de los dos países”. “Hemos tomado nota de la petición de una reunión entre los presidentes de Rusia y Ucrania”, declaró el negociador jefe de Mosc¿ú, Vladimir Medinsky, que se mostró medianamente satisfecho con el resultado de la reunión.

Como escribía el medio ucraniano Strana, “por ahora, los comentarios de Umerov están lejos de las duras y negativas filtraciones que se han propagado por los medios occidentales (fundamentalmente británicos) y ucranianos”. Las partes no pactaron el alto el fuego, mucho menos por 30 días, ni el intercambio todos por todos que Zelensky exigía a Rusia como muestra de que va en serio, aunque es probable que la tregua sea un punto importante de la agenda de la próxima reunión.

Aunque el principal resultado del contacto del jueves es la continuidad que se espera en los próximos días, el único paso práctico tangible (más que nada para no desairar  Erdoğan) fue el acuerdo para un intercambio de prisioneros. Ucrania y Rusia se comprometieron a entregar mil prisioneros de guerra cada una en lo que, de cumplirse, será el mayor intercambio que se ha producido desde el inicio de la guerra en 2014.

slavyangrad.es / lahaine.org

 

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