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EE.UU. :: 02/11/2020

"Si Trump intenta sabotear las elecciones, tendremos una enorme crisis institucional"

Miguel Heleno
Entrevista con Michael Burawoy, uno de los mayores representantes de la sociología marxista a nivel mundial

En su opinión, ¿cuáles serán los aspectos clave que caracterizan esta “era Trump” de los últimos cuatro años?

¿La era Trump? Creo que tenemos que reflexionar sobre lo que es el trumpismo, en lugar de una “era de Trump”. Estamos ante un fenómeno muy estadounidense. La atracción que él genera, casi como si fuera un culto al líder, es así como veo a Trump. Todo lo que dice es aceptado por sus seguidores. Es un fenómeno muy individualista que no se puede reducir al fanatismo de derecha, a las milicias, a los supremacistas blancos. Es una parte importante de la población que apoya a Trump. La izquierda y los liberales son muy críticos con la irracionalidad de Trump y pasan todo el tiempo diciendo que es un narcisista, un irresponsable. Pero la pregunta interesante es entender por qué él tiene tantos seguidores y cómo los atrae.

Algunos de nosotros, en la izquierda, creíamos que la democracia funcionaba a través de las ventajas económicas que brindaba, la idea de la democracia capitalista lleva a la gente a luchar por las ventajas económicas. Olvidamos que no son sólo las ventajas económicas las que crean la democracia, sino también una especie de ventajas de identidad y dignidad. Y eso es lo que hace Trump, apela al individualismo de una gran parte de la población estadounidense. La idea de que podemos tener éxito si lo intentamos, que EEUU es genial y nosotros también somos geniales. Pienso que tocó algo muy profundo. No creo que se pueda reducir a cuestiones de marginación económica. Ya ocurrió antes en la historia de EEUU y probablemente vuelva a suceder. Por esa razón muchos estamos preocupados por la posibilidad de que sea reelecto, a pesar que las encuestas indican lo contrario.

¿Cómo analiza este tema del identitarismo en el trumpismo en comparación con otros movimientos autoritarios y de extrema derecha que llegaron al poder, como Bolsonaro en Brasil, Filipinas, Hungría?

Parece que Bolsonaro es todavía más irracional que Trump, pero él también apeló a políticas de identidad, como Duterte en Filipinas. También es el caso de Orbán, pero ha tenido más éxito en la transición al autoritarismo, cambiando las leyes y la Constitución. Aquí en EEUU tenemos una persona que es un dictador, pero no estamos en una dictadura. Me impresionó mucho la resistencia institucional a sus movimientos. Lo que él llama el deep state. Si él continúa en el poder, esas defensas contra la erosión de la democracia pueden debilitarse. Ya está llenando el sistema judicial de personas de su confianza, no solo el Supremo sino también los tribunales inferiores...

¿Qué significa esto para las instituciones estadounidenses? Incluso si Trump pierde las elecciones, será necesario “limpiar” las instituciones. ¿Cuál es el impacto de estos cuatro años en la estructura institucional?

En efecto, Trump puso gente al frente de agencias gubernamentales que se oponían a la propia misión de esas agencias. Las de Medio Ambiente y de Trabajo son los casos más evidentes. El Estado fue reestructurado lentamente y no es la primera vez que sucede. En tiempo de Reagan sucedió lo mismo, con una gran ofensiva contra la clase trabajadora. Ahí fue cuando empezó. El movimiento obrero tuvo sus momentos álgidos pero nunca se recuperó. Hay huelgas, pero son pocas y muy espaciadas. No estamos en los años de 1930, o al menos todavía no estamos en los años de 1930. Y no hemos hablado de las múltiples crisis que han sufrido en EEUU: la crisis ambiental, la crisis económica, la crisis de la pandemia y de la de la justicia racial... Lo que es más extraordinario es esta convergencia de todas estas crisis.

Dice que esto no se parece a los años 30, pero hemos visto un aumento en la participación de los trabajadores en las luchas y huelgas, la izquierda se presenta con un nuevo rostro. Todo esto ocurrió en los últimos años. ¿Es esto una resistencia a Trump o una continuación del ciclo anterior de la crisis económica de 2008?

Eso tuvo mucho que ver con Bernie Sanders y los Socialistas Demócratas de América (DSA), que han crecido mucho y esto es extraordinario. Está lleno de gente joven, menores de 35, y también gente mayor de 65, pero pocos entre estos grupos de edad. Sí, existe esta polarización. Siempre hemos pensado en términos de convergencia de políticas de los demócratas, pero ahora surge esta polarización. Tenemos ese movimiento de izquierda del Partido Demócrata, que son los partidarios de Bernie. Y tenemos que mirar esto en el contexto de la crisis en la que se ha hundido el capitalismo y que plantea estas formulaciones más extremas. Incluso encuentro este apoyo a Bernie y la idea del socialismo tan sorprendente como el trumpismo, dada la historia de los EEUU.

Pero, ¿este autoritarismo trumpista será la nueva cara del capitalismo, la única forma de que el capitalismo encuentre una salida?

No me parece que podamos encontrar una salida a estas crisis. Trump no aporta ninguna solución al respecto. Tiene una base política, pero no tiene soluciones para remodelar el capitalismo. No veo eso.

 La única forma de reformular el capitalismo es a través de un proyecto socialista, no encuentro otra forma. Como diría nuestra antecesora Rosa Luxemburgo, es socialismo o barbarie. Lo tan extraordinario de esta coyuntura es que no podemos pensar el futuro. Podemos pensarlo, pero no politizarlo, a esta altura no hay políticas para el futuro. Bernie formuló algunas, pero como el capitalismo limita nuestros horizontes hasta tal punto, y las crisis profundizan esta preocupación por lo inmediato, terminamos no pudiendo pensar más allá de lo inmediato. Pensar qué tipo de políticas se necesitan para abordar el cambio climático... Y Trump no trajo ninguna solución de ese tipo. De hecho, ni siquiera reconoce que estos problemas existen.

¿Qué está en juego en esta elección? No tenemos a Trump contra un proyecto socialista, sino a Trump contra un proyecto de la élite de los Demócratas. Entonces, ¿qué está en juego?

Bueno, una especie de política en lógica liberal, como en la época de Obama, que también plantea problemas. A muchos de nosotros nos pareció sensato, muchos esperaban cosas diferentes de Obama, pero tan pronto como llegó al poder rescató a los bancos. Permitió que las personas siguieran sin hogar, a diferencia de lo que sucedió en el New Deal, que sirvió para proteger el derecho de las personas a la vivienda. Debería haber adoptado una postura más agresiva con los bancos. ¡Podría haber nacionalizado los bancos! Pero hizo lo contrario. Lo que está en juego es un retorno a ese tipo de políticas liberales, que no responden a los problemas fundamentales que enfrenta el capitalismo. Cada vez es más evidente que estos problemas son globales, ya sea la pandemia o de cambio climático. Es cierto que Obama vio la importancia del cambio climático, pero sus principales políticas dependían del capitalismo tal como existía, con el dominio del capital financiero. Es lo mismo que ahora. ¡Es asombroso cómo Wall Street no se fue por el desagüe! Por supuesto, cuenta con el apoyo del gobierno federal, pero también de las empresas de éxito: Google, Facebook, Amazon. Ese es también un cambio que se está produciendo justo delante de nuestras narices.

Hablemos de estos gigantes del capitalismo, de estas empresas como Amazon y otras tecnológicas que han encontrado la forma de reforzar su posición dominante con la pandemia. También vemos un aumento en la economía informal. ¿Cuál será el impacto de esto en la organización de los trabajadores, especialmente en un momento de grandes divisiones en el país?

Hay algunas huelgas en plataformas como Instacart o Uber. Está la propuesta 22, ahí donde estás, en California, impulsada por Uber, Instacart, Doordash, esas plataformas que están detrás de la propuesta para debilitar la ley aprobada, que declaró que sus trabajadores eran dependientes en lugar de trabajadores autónomos. Hay una gran división entre los trabajadores. Muchos dependen de conducir automóviles de la Uber o de Lyft. Es su sustento y lo hacen a tiempo completo. Estos probablemente quieran ser considerados empleados, con las mínimas garantías que esto conlleva. Por otro lado, están los que trabajan a tiempo parcial para ganar un dinero extra. Esos están satisfechos con las condiciones actuales, pueden trabajar cuando quieran y cuanto quieran, esa libertad es importante para ellos. Pero es difícil distinguir de qué lado estamos, independientemente de la opinión política de cada uno. Creo que ambos reflejan la degradación de la clase trabajadora, que ha sido sistemáticamente debilitada.

Los dilemas de esta economía informal hay que verlos en un nivel más general, el de la pérdida de poder de la clase trabajadora en este país en los últimos 50 años. De eso se están aprovechando Uber, Lyft y otras empresas, especialmente en esta crisis en la que toda la gente se desespera por tener un trabajo. Hay un contexto más general de reformulación del capitalismo y de una clase trabajadora muy debilitada.

Una última pregunta: ¿cuáles son las hipótesis de que se pueda dar una crisis institucional en caso de que Trump pierda las elecciones y no respete el estado de derecho?

Esa puede ser la gran pregunta después de las elecciones. Eso es lo que nos preocupa a muchos, que él pierda pero no por un gran margen, y pueda sabotear la elección misma. Esto puede convertirse en una gran crisis institucional. Si me preguntan cuán de probable será esto, respondo que es muy probable. ¿Qué forma puede tomar? No sé, ni siquiera puedo imaginar lo que va a pasar.

Cuando me pregunté qué está en juego en las elecciones, diría que es lo que vendrá después. Temo que Biden pueda ganar el voto popular en las urnas, pero entonces habrá tanta confusión, que se han estado preparando durante dos o tres años, o incluso cuatro. Hay tantas formas en que ellos pueden impugnar el resultado... Y ya hay mucha supresión de votos, cosas extraordinarias como limitar el número de colegios electorales. Y realmente está en la ley: cada círculo en Ohio debe tener una mesa de votación, no importa que tenga 500 o 5.000 electores. Y la gente hace cola, lo que es interesante, la resiliencia de las personas acercad de esto, como si quisieran proteger el principio de “una persona, un voto”. Pero esa es la pregunta por un millón de dólares, qué pasará después de las elecciones... Y puede durar mucho tiempo. Luego tenemos a la Corte Suprema. Ay Dios mío…, si la Corte Suprema tiene un voto sobre el asunto, como lo ha hecho en el pasado. Más que una crisis institucional, podemos asistir a una crisis orgánica a gran escala entre la población. Las instituciones pueden declarar nulas las elecciones.

Ya vimos en los últimos meses, en las protestas de mayo, junio, julio, que es posible que la población salga a las calles a disputar. No hablamos de eso, pero esa fue la parte más emocionante de lo que ocurrió desde marzo. Esa ola extraordinaria e interracial en las calles contra la brutalidad policial. Esto puede darnos una pista de lo que podría suceder si intentan sabotear las elecciones.

Esquerda.net. Traducción: Carlos Abel Suárez para Sinpermiso. Extractado por La Haine.

 

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