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Chile :: 03/03/2010

Sobre el terremoto y la generalización del saqueo

Hommodolars
Sobre la situación en el Sur :: La auto- organización de los proletarios frente a la catástrofe, los lumpen-capitalistas y la incapacidad estatal

Introduccion:

Que ningún pajarito piense que le “achacamos” a la sociedad de clases el terremoto. Lo que si dejamos en claro es la necesaria relación entre el orden del capital y las consecuencias de una catástrofe natural. Lo que resulta de las fuerzas de la naturaleza expresadas en un terremoto y su choque con una sociedad organizada en clases sociales y explotación es lo que pretendemos, con los siguientes textos, “reflexionar”.

Es urgente gestar nuestras redes de comunicación para evitar que el sentido común y la ideología capitalista se refuercen con esta catástrofe, en lo que es el verdadero y único aprovechamiento que se esta sacando de esta situación a modo de ocultar los cimientos de la sociedad de clases que levantan la superficie donde se producen todos estos "fenómenos". Es urgente intentar leer por fuera de lo que nos bombardean los mass media. Algunos han tildado lo publicado como "panfletos" que quieren obtener rendimientos políticos. Ya es hora de darse cuenta que los únicos panfletos efectivos son los discursos e imágenes que nos tienen anestesiados todo el día ante la pantalla de televisión y ya han sacado el provecho de legitimar la violencia de clase al tiempo de hacerla invisible.

A continuación, tres artículos anónimos:


I

tir en ruinas y escombros la sociedad de clases

Tras 25 años de acumulación de tensión, las placas sobre las que se encuentra situado físicamente este territorio llamado Chile han liberado una cantidad impresionante de energía, en aquello que para los humanos constituye un terremoto, "catástrofe natural" por excelencia.

Pero no vivimos en sociedad cualquiera, sino que en el capitalismo, la forma más concentrada y extrema de sociedad de clases, y las catástrofes, si bien pueden provenir de las fuerzas de la naturaleza, no son "naturales"en cuanto a sus efectos, sino que sociales.

La catástrofe social que en sí misma constituye el funcionamiento de la Economía mercantil se hace evidente en estos casos, pues no son las casas de los capitalistas las que se agrietan y caen, no son las familias de los burgueses las que se quedan sin provisiones básicas, y no son tampoco nuestros amos los que se quedan incomunicados y casi sin posibilidad de desplazarse en ciudades de mierda donde el transporte colectivo cumple una función disciplinaria y de mero transporte de mercancía humana.

El urbanismo no es inocente, y los efectos del terremoto se deben a decisiones conscientes de cierto sector de la industria -al que los poderes políticos se acomodan como buenos representantes de clase- y a las planificaciones y regulaciones conscientes del Estado: ellos son responsables ante el hecho de que muchos proletarios hayan quedado literalmente con lo puesto.

Mientras los empresarios responsables de la caída y colapso de edificios recién construídos apenas responderán con ciertos juicios civiles y pago de multas, son tratados de "delincuentes" y reprimidos policial y mediáticamente los proletarios que se saltan la intermediación que el Estado refuerza entre ellos y las mercancías que toda la humanidad asalariada produce directa e indirectamente (pues hasta cuando dormimosm andamos en micro y vemos tele estamos valorizando el capital). Si todas las personas entrevistadas por los medios (des)información coinciden en decir que lo que importa es la vida, y que "todo lo material se recupera", es totalmente lógico, justo y necesario que recuperemos nuestras vidas mediante la apropiación directa de las mercancías acumuladas en los estantes de supermercados, farmacias y demás templos de la sociedad mercantil.

El aparato represivo del Estado está a punto de ser desbordado por las masas dedicadas a la expropiación de los expropiadores. En Concepción se han visto obligados a tolerar cierto nivel de apropiación de mercancías, y los perros de la prensa burguesa se aprestan a inventar nuevas líneas divisorias entre quienes se apropian de "productos de primera necesidad" y quienes se apoderan de otro tipo de mercancías "innecesarias". Sin saberlo, dan cuenta de la distinción entre necesidades humanas reales, que el Capital sistemáticamente ignora, y los bienes "superfluos" a cuya construcción, promoción y distribución consagra inútilmente las energías de una enorme cantidad de proletarios. Insistimos en que, si bien tal distinción es real, en la práctica del momento de crisis y acción colectiva no tiene demasiada importancia, pues los proletarios dedicados a la expropiación tienen perfecto derecho a sacarle al Capital todas las tajadas de plusvalía que estimenen necesarias para satisfacer directamente sus necesidades y placeres.

El espectáculo más lamentable lo ofrecen aquellos buenos ciudadanos que anhelan que el comercio les abra sus puertas para poder usar su dinero y comprar mercancías, pues no quieren "robar". ¿Donde quedó aquella sabia afrimación del sentido común popular que dice que "el ladrón que le roba al ladrón tiene cien años de perdón"?

En vez de destinar todas sus fuerzas al rescate de víctimas, y luego de mostrar gran torpeza y mala fe a través de la Armada (que emitía comunicados en que se descartaba el riesgo de maremotos ¡cuando estos ya estaban ocurriendo!), el Estado, además de reprimir a los "saqueadores", ha destinado importantes esfuerzos a buscar y recapturar a quienes de entre los 55 mil presos que hay en Chile se atrevieron a aprovechar la confusión y daños en edficios para escapar de las mazmorras carcelarias del Estado. En esta labor el Estado de Chile ha sumado a las víctimas del terremoto una cierta cantidad de compañeros ejecutados en las calles sencillamente por ser fieles a su idea de libertad.

En el momento presente los proletarios anticapitalistas debemos profundizar nuestras redes de comunicación y apoyo mutuo, y no cansarnos de señalar la naturaleza profundamente social de la "catástrofe", a la vez que participar directamente de las actividades que tiendan a crear comunidades en lucha apropiándose directamente de valores de uso y atacando al Estado/Capital. Y en tanto perspectiva histórica concreta sabemos que, al igual que en el subsuelo terrestre, dentro del tejido social se acumulan tensiones que necesariamente deberán llevarnos a una inminente gran insurrección. Se trata de simple "sismología social", es decir, lucha de clases.

EL CAPITALISMO ES LA CATÁSTROFE

LOS SAQUEOS Y ACCIONES DIRECTAS CONTRA EL ESTADO/CAPITAL!

¡A RECUPERAR NUESTRAS VIDAS, PREPARANDO LA PRÓXIMA INSURRECCIÓN!


II

Terremoto y la generalización del saqueo

Detournement [distorsión] hecho por Antsep, basado en el artículo de Guy Debord “La decadencia y caída de la economía espectacular-mercantil”
Es para nuestros hijos, no tenimo’ nada

Nos encontramos en el desastre generalizado. En él los medios de comunicación, como reproductores ideológicos, han sabido cumplir su rol. Desde temprano hoy 28 de febrero, estos han estado cubriendo la “novedad” del momento: Las poblaciones de las ciudades más afectadas por el terremoto en Chile, de forma masiva se han adentrado en los distintos lugares donde existen mercancías que pueden satisfacer sus necesidades más urgentes, es decir, negocios, supermercados, y se han llevado estos bienes, apropiándoselos como medida de desesperación ante el progreso de la desposesión. Ahora, en el mismo momento del saqueo, una periodista de Chilevisión impresionada por que “personas no se llevaban artículos de primer orden”, denuncia de sinvergüenzura y de delincuencia a personas que corren con plasmas, miles de rollos de papel higiénico, zapatillas y otros. Grandes cantidades de personas corren felices con lo que han adquirido. Es en estos momentos donde se logran develar las múltiples contradicciones sociales que genera el Capitalismo, en los que las consecuencias de un desastre natural tienen raigambre en lo social, y en los que lo que pareció en algún momento ilegal se torna en un deseo común, se torna en una respuesta contra el Capital.

Los saqueos en distintos lugares de Chile, se han transformado en revueltas contra la mercancía y contra su mundo. Son los pobladores de nuestro país- al igual que bandas de delincuentes, pero de modo más radical, por estar los pobladores al punto de la desposesión total, en el que no se puede creer en la esperanza de que llegue la solución por si sola- toman al pie de la letra la propaganda del capitalismo moderno y su publicidad de la abundancia. Ellos quieren todos los objetos expuestos y disponibles en abstracto, porque los quieren usar. Por eso mismo recusan su valor de cambio, la realidad mercantil que es su molde, su motivación y su finalidad última, y que lo ha seleccionado todo. Mediante el robo y el regalo los pobladores encuentran un uso que desmiente enseguida la racionalidad opresora de la mercancía, sacando a la luz lo arbitrario e innecesario de sus relaciones y de su fabricación misma.

Así también los saqueos han mostrado la realización más sumaria del principio bastardo «A cada uno según sus falsas necesidades», las necesidades determinadas y producidas por el sistema económico que el saqueo precisamente rechaza. Pero como esa abundancia se toma al pie de la letra y se alcanza en lo inmediato, en lugar de perseguirla indefinidamente en la carrera del trabajo alienado y del acrecentamiento de las necesidades sociales aplazadas, los verdaderos deseos están expresándose ya en la fiesta, en la afirmación lúdica. El hombre que roba las mercancías demuestra su superioridad humana frente a ellas. No permanecerá prisionero de las formas arbitrarias de las que se ha revestido la imagen de su necesidad. En los lugares de Chile donde los escombros abundan (y en otros lados donde no han caído), se ha dado el paso del consumo al derrumbe de la ideología mercantil. Los grandes refrigeradores y plasmas robados por personas que no tenían electricidad es la mejor imagen de la mentira de la abundancia que se ha trocado en verdad en juego. La producción mercantil, cuando se la deja de comprar, se torna criticable y modificable en todas las formas particulares que haya asumido. Sólo cuando se la paga con dinero, en cuanto signo de un rango dentro de la supervivencia, se la respeta como a un fetiche admirable.

Es la sociedad derrumbándose la que haya entonces su respuesta natural en el saqueo; pero no era ésta de ninguna manera una abundancia natural y humana, sino una abundancia de mercancías. Y el saqueo, por el cual se desmorona inmediatamente la mercancía como tal, muestra también la ultima ratio de la mercancía: el ejército, la policía y demás cuerpos especializados que ostentan en el Estado el monopolio de la violencia armada. ¿Qué es entonces un policía? Es el servidor activo de la mercancía; es el hombre totalmente sometido a la mercancía, por obra del cual este o aquel otro producto del trabajo humano sigue siendo una mercancía cuya mágica voluntad es que se la pague, y no simplemente un vulgar refrigerador o un plasma, una cosa ciega, pasiva e insensible, a merced de cualquiera que la use. Detrás de la indignidad de depender del policía, los pobladores rechazan la indignidad de depender de las mercancías. La gente desesperada ha elegido otra cualidad del presente, se ha defendido de las fuerzas policiales, en Concepción, en Quilicura, en Temuco, ha buscado formas de resistencia ante la desposesión, y ha encontrado la respuesta en la generalización del saqueo.

Ahora bien cabe agregar otros factores a considerar: la no casualidad de que hayan sido las familias más afectadas por el capitalismo, a su vez, las más afectadas por este desastre natural, la muestra de la contradicción de las mercancías arquitectónicas, en las que las más baratas no se mantienen en pie, y un sin fin de cuestiones que se hacen necesarias analizar de forma mas minuciosa. . Entonces, podemos ver en base a todo lo anterior que en el desastre generalizado, el actuar social de las clases dominadas ha develado las contradicciones del Capital…ahora se trata de profundizarlas; si bien podemos resistir, ahora debemos organizarnos ¿Para qué? Para poder superar la desposesión, desposesión que no ve su iniciador en el terremoto, sino que en el sistema de la mercancía, el Capitalismo. Debemos crear redes de comunicación y apoyo mutuo, difundir tanto las mercancías expropiadas como la información útil ante esta catástrofe social, crear lazos en las poblaciones…y no para volver a la normalidad, sino para superarla.

¡El desastre no fue el terremoto, es el Capital!

¡Arriba la gente de Concepción, Temuco, y de todos los lugares de Chile que resiste los perjuicios del Capital y del terremoto, recuperando lo que algún día el empresariado le robo!

¡Comunismo o aburrimiento y barbarie!

eos como expresión del verdadero desastre: el capital


III

situación en el Sur. La auto-organización de los proletarios frente a la catástrofe, los lumpen-capitalistas y la incapacidad estatal

Sería muy bueno que, teniendo usted este medio de difusión, pudiese dar cuenta de lo que está pasando en Concepción y sus alrededores, así como en otras zonas afectadas por el terremoto. Ya se sabe que desde el primer momento mucha gente aplicó el mayor sentido común y acudió a los centros donde se almacenan las provisiones, apropiándose sin más de lo que necesitaban. Aquello es lógico, racional, necesario e inevitable, tanto que hasta parece algo absurdo ponerlo siquiera en discusión. No sólo hubo una organización espontánea (especialmente en Concepción) de la gente, que repartió leche, pañales y agua de acuerdo a las necesidades de cada cual, atendiendo al número de hijos de cada familia especialmente.

La necesidad de tomar los productos disponibles era tan obvia, tan poderosa la determinación del pueblo a ejercer su derecho a sobrevivir, que hasta los policías terminaron ayudando a la gente a sacar los víveres del supermercado Líder de Concepción, por ejemplo. Y cuando se intentó impedir que la gente hiciera lo único que podía hacer, las instalaciones en cuestión simplemente fueron incendiadas, pues es igualmente lógico que si toneladas de alimentos han de pudrirse en lugar de ser debidamente consumidos, es mejor que esos alimentos se quemen, evitando así peligrosos focos de infección. Estos "saqueos" le han permitido a miles de personas subsistir durante algunas horas, a oscuras, sin agua potable y sin la más mínima esperanza de que alguien más venga en su ayuda. Ahora bien, en el transcurso de unas horas la situación ha cambiado drásticamente.

Por toda la conurbación penquista han empezado a actuar bandas bien armadas y movilizadas en buenos vehículos, que se dedican a saquear no sólo pequeños establecimientos, sino viviendas particulares y grupos de casas. Su objetivo es acaparar los escasos bienes que la gente hubiera podido recuperar de los supermercados, así como sus enseres domésticos, dinero o lo que haya. En algunas áreas de Concepción estas bandas han saqueado las casas, luego las han incendiado y han huído. Los vecinos, que al principio se encuentran en la más completa indefensión, han empezado a organizarse para la auto-defensa, haciendo rondas de vigilancia, levantando barricadas para proteger sus pasajes, y en algunos barrios colectivizando los víveres para asegurar la alimentación de todos los vecinos.

Con este breve recuento de los hechos ocurridos en horas recientes no pretendo "completar" el cuadro informativo proporcionado por otros medios. Quiero llamar la atención sobre el contenido que encierra esta crítica situación, y el sentido que tiene desde un punto de vista anticapitalista. El impulso espontáneo de la gente a apropiarse de lo necesario para su subsistencia, su tendencia a dialogar, compartir, ponerse de acuerdo y actuar juntos, ha estado presente desde el primer momento de esta catástrofe. Todos hemos visto esta natural tendencia comunitaria actuando de una forma o de otra en nuestro entorno. En medio del horror experimentado por millones de trabajadores y sus familias, este impulso a vivir en comunidad ha emergido como una luz en medio de las tinieblas, recordándonos que nunca es tarde para recomenzar, para volver a nosotros mismos.

Frente a esta tendencia orgánica, natural, comunista, que ha animado al pueblo durante estas horas de espanto, el Estado ha palidecido revelándose como lo que es: un monstruo frío e impotente. Asimismo, la brusca interrupción del demencial ciclo de producción y consumo, dejó al empresariado a merced de los acontecimientos, obligado a esperar agazapado el restablecimiento del orden. En definitiva, una verdadera brecha abierta en la sociedad, por la que podían emerger los destellos del mundo nuevo que habita en los corazones de la gente común. Era necesario entonces, urgente, restablecer a toda costa el viejo orden de la rapiña, del abuso y el acaparamiento. Pero no desde las más altas esferas, sino desde el mismo suelo de la sociedad de clases: los encargados de volver las cosas a su sitio, es decir, de imponer por la fuerza las relaciones de terror que permiten la apropiación privada capitalista, han sido las mafias del narcotráfico enquistadas en las poblaciones, los más arribistas de entre los arribistas, hijos de la clase trabajadora aliados con elementos burgueses para ascender a costa del envenamiento de sus hermanos, del comercio sexual de sus hermanas, de la avidez consumista de sus propios hijos.

Mafiosos: es decir, capitalistas en estado puro, depredadores de su pueblo apoltronados en camionetas 4x4 y armados de pistolas automáticas, dispuestos a intimidar y despojar a sus propios vecinos o a los habitantes de otros barrios, a fin de monopolizar el mercado negro y hacer dinero fácil, es decir, poder. Que estos elementos mafiosos son aliados naturales del Estado y de la clase empresarial, lo demuestra el hecho de que sus indignas fechorías están siendo usadas por los mass-media para hacer entrar en pánico a la ya desmoralizada población, justificando así la militarización del país. ¿Qué otro escenario podía ser más propicio para nuestros amos políticos y empresariales, que ven en esta crisis catastrófica nada más que otra buena oportunidad para hacer buenos negocios estrujando con ganancias redobladas a una fuerza de trabajo doblegada por el miedo y la desesperación?

Por parte de los adversarios de este orden social, no tiene ningún sentido cantar loas al saqueo sin precisar el contenido social de tales acciones. No es lo mismo una masa de gente más o menos organizada, o al menos con un propósito común, tomando y repartiéndose los productos que requieren para subsistir... que unas bandas armadas saqueando a la población con tal de lucrar en beneficio propio. Lo cierto es que el terremoto del sábado 27 no sólo ha golpeado terriblemente a la clase trabajadora y destruido las infraestructuras existentes. También ha trastornado seriamente las relaciones sociales en este país. En cuestión de horas, la lucha de clases ha emergido en toda su crudeza ante nuestros ojos, quizás demasiado acostumbrados a las imágenes televisadas para poder captar la esencia de los hechos en curso.

La lucha de clases está aquí, en los barrios reducidos a escombros y penumbras, chisporroteando y crujiendo en el suelo mismo de la sociedad, enfrentando en un choque mortal a dos clases de seres humanos que al fin se encuentran cara a cara: por un lado los hombres y mujeres sociales que se buscan entre sí para ayudarse y compartir; y por otro los antisociales que les saquean y les disparan para iniciar su propia acumulación primitiva de capital. Acá estamos nosotros, los seres opacos y anónimos de siempre atrapados en nuestras grises vidas de explotados, de vecinos y parientes, pero dispuestos a estrechar lazos con quienes compartimos la misma desposesión. Allá están ellos, pocos pero dispuestos a despojarnos por la fuerza de lo poco y nada que podemos compartir.

De un lado el proletariado, del otro el capital. Así de simple. En muchos barrios de esta tierra devastada, a estas horas de la madrugada la gente empieza a organizar su auto-defensa frente a las bandas armadas. A esta hora empieza a tomar una forma material la conciencia de clase de quienes se han visto obligados, brutalmente y en un abrir y cerrar de ojos, a comprender que sus vidas les pertenecen ellos mismos, y que nadie vendrá en su ayuda.

 

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