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Mundo, Europa, Pensamiento :: 27/01/2018

Tres despachos sobre Zygmunt Bauman (Redux)

Maciek Wisniewski
Que el tornar (también) hacia el futuro en busca de un cambio, como nos apremia Bauman, sea la mejor manera de conmemorar el primer aniversario de su muerte.

Las imágenes. Curioso cómo el autor de la Modernidad líquida (1999) resulta para la sociología en Gran Bretaña –donde reside y trabaja desde 1972– un fenómeno completamente nuevo. No sólo por el tipo de su análisis, sino por ser un sociólogo que sabe escribir –a pesar de que el inglés no es su primera lengua– e incluso contar historias (T. Blackshaw, Z. Bauman, Routledge 2005). En vez de un particular método sociológico inventa su propia manera de observar la realidad y su propio idioma para contarla.

En vez de estudiar casos concretos opta por usar tipos ideales y emplear su propia poética y metáforas como la de la liquidez. Acuñada en los años 90 sirve para describir el mundo moderno en un constante movimiento donde nos encontramos sin puntos de referencia, condenados a buscar soluciones individuales a problemas colectivos. Como me dijo una vez Saskia Sassen, una reconocida socióloga holandesa, “las categorías sirven para ‘detener a un proceso y estudiarlo’ y Bauman con su ‘liquidez’ nos ayuda ingeniosamente a entender nuestra condición”. Aunque algunos le reprochan que sus conceptos no provienen del análisis empírico o “no aguantan el test de la realidad”, la liquidez no es nada empírico. Es un modo de ver (P. Beilharz dixit).

La mejor prueba de la fuerza de los conceptos baumanianos la ofrece el mismo John Berger usándolos para intensificar sus propias imágenes del mundo. Busco palabras para describir el periodo de historia en que vivimos [...] No busco una definición compleja [...] algunos pensadores, como Z. Bauman, ya han asumido esta esencial tarea, anota Berger y pide prestado de su análisis sobre lo extraterritorial de las fuerzas modernas de mercado. Cuando una vez indagué a Berger (1926-2017) sobre Bauman (1925-2017) –ambos fallecen el año pasado el mismo mes de enero con una semana de diferencia...– me dijo que el sociólogo polaco poetizando y alumbrando los escondidos mecanismos sociales le enseñó mucho sobre el mundo que nos rodea. Seguramente al crítico del arte inglés le habría encantado el término que sirve para hablar del trabajo de Simmel y aplica también al de Bauman: el impresionismo sociológico.

Los pasajes (I). Richard Rorty, el conocido pensador estadunidense, en un ensayo dedicado a Derrida – Philosophy as a kind of writing (1978)– analiza el papel del filósofo como un escritor. Alguien que no sólo sabe pensar, sino también escribir y a quien no le es ajena la experiencia personal. Su mirada es innovadora. Legitima el estilo (Derrida es para él un genial escritor cuyo tema es filosofía) y lo personal (que las ciencias sociales suelen descartar para no perder la dimensión universal). El mismo Bauman no sólo sigue el implícito llamado de Rorty a los pensadores de ser creativos en su escribir, sino se apoya en esto en su propia vida. Su sociología es una manera de escribir, sobre todo en su época tardía cuando produce sus pequeños –e interconectados– libritos ( Büchleins) sobre el volátil y cambiante estado de nuestra sociedad.

Su postura es típicamente literaria: tiene sólo un par de ideas con las cuales quiere llegar al lector; para lograrlo las desarrolla y rehace constantemente. Pide prestado tanto de sus colegas pensadores (Adorno, Rorty, Habermas, Bourdieu, Sennett, Beck, Agamben), como de los escritores (Borges, Kundera, Kafka, Camus, Calvino, Saramago, Perec, Brodski, Stasiuk o Houellebecq). Del mismo modo que Rorty compara el papel de Derrida en filosofía al de Proust en literatura –los dos abren nuevos horizontes y generan nuevas categorías para hablar de su trabajo–, Bauman inventa nuevos conceptos y nos fuerza a buscar nuevos términos para hablar de él (¿será el escritor de sociología el más adecuado?). Replanta también –con un gesto paralelo– los novelistas al seno de las ciencias sociales: Kafka y Kundera son para él los más perspicaces sociólogos. En un discurso al recibir el Premio Asturias de Comunicación y Humanidades (2010) alude a Cervantes como... “el padre de las ciencias sociales que nos ayuda a ‘quitar el telón’ (Kundera dixit) del mundo que tratamos de entender”.

Los pasajes (II). En Calvino y su famosa serie de ponencias –Levedad, Rapidez, Exactitud, Visibilidad, Multiplicidad (Seis propuestas para el próximo milenio, 1988)– Bauman ve una perfecta colección de desafíos de nuestra sociedad en la cual –como apunta en Vida líquida (2005) citando a R. W. Emerson– patinando sobre hielo fino, la seguridad está en la velocidad. Si bien en Calvino la velocidad significa la precisión y en Bauman la precarización y falta de seguridad, igual que el novelista italiano confía en la literatura, Bauman confía en nuestra sociedad y la gente que la compone. En Saramago y Las intermitencias de la muerte (2005) en que la gente de repente deja de morir (sic), ve un paradójico horizonte de posibilidades. Igual que para el Nobel portugués, cuando lo más improbable ya ocurrió todo lo demás es posible, para Bauman todo lo que vemos alrededor es tan increíble –y terrible– que igual todo es posible. Incluso... ¡un mundo y una sociedad más justa! A pesar de que su análisis es a veces poco alentador –y contrario a los que lo acusan de derrotismo– Bauman nunca pierde la esperanza en nuestra capacidad de cambiar el mundo que nos rodea.

Coda. En su último libro –editado ya póstumamente–, Bauman parte del hartamente conocido pasaje de W. Benjamin, y apunta que si bien antes mirábamos hacia atrás en un acto de resistencia, hoy todos, incluso a los que resistíamos, miran hacia allá... (Retrotopía, Paidós 2017, p. 3).

Ante la pérdida de la esperanza en una sociedad diferente, las nuevas utopías:

- “vuelven al pasado prometiendo un ‘mundo mejor’”;

- “traen a la vida los ‘enterrados, pero aún no muertos’, elementos –la ‘sociedad hobbesiana’, el apego a las ‘tribus’, la xenofobia– ofreciendo un falso confort”;

- “pintan al futuro como una ‘zona exclusiva de miedos’ para conservar el orden actual”.

Daniel Bensaïd y Michael Löwy –cada uno desde sus propios ángulos– fustigaban ya la excesiva nostalgia benjaminiana (¡la revolución también necesita mirar hacia adelante!).

Que el tornar (también) hacia el futuro en busca de un cambio, como nos apremia Bauman en sus últimas –literalmente– imágenes y pasajes, sea la mejor manera de conmemorar el primer aniversario de su muerte.

La Jornada

 

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