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Argentina :: 03/09/2009

Tres libros escritos por trabajadores narran nuevas experiencias gremiales

Laura Vales
Delegados del metro, de la multinacional Praxair y empleados de comercio de Rosario cuentan los despidos, cómo se organizaron y la tensión con las empresas y los sindicatos

Los tres libros ya debieron reimprimirse.

La historia del cuerpo de delegados de Metrovías fue relatada por Virginia Bouvet, empleada desde hace 15 años.

“Lo menos conocido del mundo sindical es lo que pasa en los lugares de trabajo”, señalan en el Taller de Estudios Laborales. Faltan miradas que observen y traduzcan lo que sucede ahí, aun cuando se trate de procesos que ocurren delante de todos los ojos. La información sobre el modo en que los trabajadores se organizan, a veces apoyados por sus gremios, muchas veces más al margen, con la hostilidad o la indiferencia de las conducciones sindicales, en raras ocasiones es contada y con el tiempo se pierde, en un proceso favorecido por la fragmentación social.

Sin embargo, en los últimos tiempos, impulsadas por el desarrollo de nuevas experiencias gremiales, hay historias que empezaron a ser escritas. Es el caso de la formación del cuerpo de delegados de Metrovías, relatada en el libro Un fantasma recorre el subte, de Nuestra comisión interna, de los delegados de la multinacional Praxair, y de Qué hicimos, de los empleados de comercio de Rosario.

Los tres trabajos están siendo presentados juntos por sus autores. Los reunió por primera vez una invitación de la gremial docente de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), que organizó un panel, y desde entonces han seguido llevando en combo sus libros a otros públicos. Quienes los escribieron son delegados, casi todos militantes sin experiencia previa ni formación académica, pero con el punto de vista privilegiado de haber sido protagonistas de los procesos de reorganización gremial que siguieron a la década del ’90. El principal atractivo de sus relatos es que se trata de crónicas sobre cómo sucedieron las cosas. Se centran en lo que ocurrió y detallan de qué manera.

El propio estilo

Nuestra comisión interna cuenta la historia de los trabajadores de Praxair, compañía productora de oxígeno medicinal y gases industriales. La multinacional controla en América latina el 50 por ciento del mercado en su rubro, y figura a nivel mundial, según el ranking que elabora cada año la revista Fortune, entre las 300 firmas más importantes del planeta.

Praxair desembarcó en la Argentina en 1992. Aquí compró a varias de sus competidoras y las fusionó en un proceso de concentración económica; al mismo tiempo, al interior de cada planta, según se relata en el libro, achicó el número de su personal con despidos y recortó los beneficios laborales.

El relato de Nuestra comisión... empieza en este punto casi submarino y pasa por todas las estaciones del viaje hacia la recuperación de los derechos laborales. Cuenta las primeras reuniones de los trabajadores en el vestuario, los intentos fallidos de organización y los hitos que marcaron el camino: el llamado a la elección de delegados, el despido de uno de los candidatos, la difícil pelea por su reincorporación, el reingreso del despedido, el reconocimiento de la comisión interna y, finalmente, la inauguración en Praxair de una sala gremial.

Nuestra comisión interna fue escrito por Maxi Arecco (31 años), Alfredo Cabaña (50) y José Vega (40), los tres delegados. ¿Para quién escribieron? “Pensamos primero en los compañeros, después, en la gente que está en una situación similar a la nuestra, que tiene que pelear contra estas multinacionales con las que parece que uno va a perder como en la guerra, para contar que se puede ganar.. Y además, para agradecerles a los que nos ayudaron, como los abogados, la gente de otros sindicatos y comisiones internas”, dice Arecco.

Hicieron una primera edición de 500 ejemplares que se vendió en veinte días, la mayor parte dentro de la misma fábrica, donde trabaja un centenar de personas. “Casi todos se llevaron un libro para ellos y otros para regalar.” Al mes del lanzamiento hicieron una segunda edición que ahora están pidiendo trabajadores de otros gremios. La llevan también abogados laboralistas y estudiantes universitarios, especialmente de las carreras de historia y sociología.

Para armar el libro, los delegados entrevistaron a otros trabajadores de la planta y apelaron a sus recuerdos. Luego se acercaron al Taller de Estudios Laborales, donde pidieron ayuda para editarlo. En el TEL les plantearon que podían llamar a un corrector de estilo, pero a todos les parecía mejor que el libro se imprimiera corrigiendo sólo las faltas de ortografía. Así salió, manteniendo el tono original con el que fue escrito.

Qué hicimos

Carlos Ghioldi, del gremio de comercio de Rosario, lleva escritos siete libros. A diferencia de los delegados de Praxair, que no tenían militancia previa, Ghioldi es una figura conocida en el ámbito de la izquierda gremial, un independiente vinculado tanto a la actividad sindical clásica como a la recuperación de empresas.

Ghioldi registró la historia del supermercado Tigre, cerrado por un vaciamiento empresario y recuperado por los trabajadores. Su último libro (Qué hicimos), está dirigido a debatir las prácticas gremiales.

Julia Soul señala en su prólogo que, en estos procesos de construcción y organización, el interés no está puesto en “la lucha por el control de las estructuras sindicales, sino en el fortalecimiento de la organización colectiva en el lugar de trabajo”. El autor coincide que ése fue su objetivo. “No soy un escritor sino un militante, escribo en función de que otros puedan apropiarse de las experiencias de lucha y organización, que aprendan incluso de nuestros errores”, asegura. Cuenta que escribe solo, “pero hay un grupo de cinco o seis compañeros de militancia que me revisan los originales y van incorporando cosas”.

En Cuestiones de política gremial habla de cosas como la importancia de “educar activistas y militantes gremiales en concepciones democráticas y formadas en el antimacartismo”. En otros trabajos ha llegado a contar los detalles concretos de cómo hacer actividad gremial. “Por ejemplo, lo que es ir de recorrida, visitando lugares con un volante. Aunque poca gente lee el volante, porque la cultura de leer lamentablemente se perdió, con la recorrida la gente ve que hay alguien que está tratando de reagruparse.” En una situación social fragmentada, hasta el conocimiento más básico puede resultar un dato valioso.

Cómo se habla

Virginia Bouvet escribió Un fantasma recorre el subte [metro], sobre la organización del cuerpo de delegados del subte. Se tomó tres años para terminarlo pero valió la pena: hizo un libro que se lee de un tirón. “Mi obsesión era poder contar la historia como si estuviera hablando, no quería que fuera difícil o aburrido”, señala. Lectora de Truman Capote y de Rodolfo Walsh, eligió la crónica como género. En su relato hilvanó los grandes hechos colectivos con anécdotas de entrecasa sobre la organización.

Virginia trabaja en el subte desde los 19 años –hoy tiene 34– y es integrante del área de prensa del cuerpo de delegados. Así tuvo que escribir gacetillas, informes, balances y relatos sobre lo que después sería el tema de su libro.

Como delegada, es ciento por ciento nueva generación. “Me convencieron de participar los compañeros que venían de otras experiencias y tenían formación”, recuerda, “porque yo no tenía ninguna experiencia, en el secundario habíamos intentado armar un centro de estudiantes, yo salí delegada de segundo, me tocó hablar con la monja que nos sacó corriendo y ahí se terminó el intento gremial”.

El Taller de Estudios Laborales coeditó algunos de estos trabajos; en otros casos colaboran sólo con su difusión. Consideran que su principal sentido es el de la utilidad, es decir que difundan experiencias que puedan contagiarse. “La gente pasa la mayor cantidad del día en su lugar de trabajo. Ahí se construye una relación de fuerzas, se vive o se sufre, pero pase lo que pase, por lo general no se cuenta nada públicamente, a menos que suceda un gran conflicto”, apuntan Daniel Giménez y Oscar Martínez.

Los tres libros salieron con tiradas reducidas y luego debieron ser reimpresos. Sus relatos, en primera persona del plural, tienen un estilo propio. En algunos casos con un tono extremadamente popular. Por ejemplo, usan los signos de admiración para remarcar las ideas importantes o emplean mayúsculas en lugares inesperados, como en Delegados o Compañeros. Pero en contrapartida ofrecen una mirada fresca. Un dato curioso es que la mayoría de sus autores no se han formado en la izquierda tradicional; al leerlos, da la impresión de que para sus ojos todo es nuevo. Esa enorme ventaja se combina con un conocimiento de primera mano sobre las historias que cuentan.

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