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EE.UU., EE.UU. :: 16/01/2021

Trump y el fascismo estadounidense

Narciso Isa Conde
Este pleito no termina en el Capitolio, apenas comienza; y habrá de ser uno de los factores que contribuirá a precipitar la decadencia de ese Imperio ya maltrecho

En EEUU el fascismo comenzó a gestarse hace décadas.

Tanto anticomunismo criminal…

Tanto racismo….

Tanta xenofobia…

Tanto machismo.

Tanta homofobia…

Tanta prepotencia.

Tanto desprecio colonialista por los pueblos de otra pinta…

Tantas inyecciones estimulantes a una falsa supremacía blanca, en un territorio predominante poblado por gente blanca…

Tantas ideas e inconductas destinadas a alimentar la ideología fascista…

 En fin, tantas barbaridades y atrocidades… que finalmente el engendro tenía que nacer, crecer y evolucionar con las características propias del ambiente norteamericano y los componentes de la propia gringada: sus “showmens” “supermanes” y “robocops”.

De lo pequeño a lo grande: fascismo con fuerza de masa.

Su matriz es euro-céntrica, pero su modalidad tiene que ser necesariamente peculiar. Su evolución ha sido muy accidentada y ha pasado por diferentes fases.

De lo individual a la proliferación de las pequeñas sectas, a grupos violentos dispersos,, a organizaciones protegidas como el KU-KU-KLAN, a la constitución de redes y grupos militantes más fuertes…hasta conformar movimientos y agrupamientos más grandes, impactar sobre todo al Partido Republicano, y luego dar el salto para constituirse en una gran fuerza de masa.

Creció sostenidamente, potenció el autoritarismo a lo interno, se amplió y adquirió más coherencia doctrinaria simplista, acompañada de un intenso fanatismo y no pocos liderazgos intermedios de corte religioso.

 Esa versión del fascismo se articuló, caló en amplios sectores de la población, buscó un liderazgo nacional y se constituyó en una importante fuerza electoral y extra electoral, con significativa inserción en el “Estado Profundo”, incluido en intelectuales orgánicos, consorcios empresariales, enclaves militares-policiales, corrientes al interior de los partidos del “establecimiento” (incluida la captación de gran parte del P.Republicano) y asociaciones paramilitares.

Impulso “trumpista” al fascismo gringo.

Este proceso tuvo su momento de gran ascenso cuando entró en escena la fórmula Trump, que viniendo desde fuera del establecimiento político y desde el mundo del espectáculo y los especuladores de bienes raíces, y captando gran parte del rechazo hacia sus líderes tradicionales -mordiendo a la vez el descontento generado por una crisis de enormes dimensiones y profundidades- recogió, galvanizó y articulo una gran parte de lo acumulado en el electorado, en la sociedad y en determinados centro de poder.

Esto se hizo con un discurso populista, derechista y banal, impregnado de ideas fascistoides, inyectadas con anticipación en los términos señalados.

 Una vez convertido así el neofascismo estadounidense en un torrente de masas y en una facción importante del poder permanente, y Donald Trump y los halcones fascistas que lo acompañan, en presidente y gobierno de EEUU, esa facción, aparentemente díscola, siguió creciendo y la división radicalizándose; todo esto en medio de la decadencia de la hegemonía de esa superpotencia a nivel mundial y de la agudización de su multi-crisis interna y sistémica.

Una descomposición y una decadencia indetenibles.

Las decadencias y las crisis generalmente dividen y potencian las contradicciones al interior de los poderes constituidos.

En ese ambiente enrarecido brotan y se agudizan las contradicciones en torno a las salidas que se entiende necesarias para contrarrestarlas, casi siempre a partir de los intereses creados por los diferentes sectores de la clase dominante; lo que en este caso explica el choque cada vez más violento entre los llamados “globalistas” y “nacionalistas”, que actualmente escenifican una pugna que rebasa las tradicionales competencias y diferencias entre “demócratas” y “republicanos”, así como el estricto marco partidista-electoralistas y sus modalidades ligeras del pasado.

Los “nacionalistas” tienen una fuerte dinámica fascistoide, despótica-autoritaria, al interior de la sociedad y a favor de la supremacía blanca; mientras los “globalistas” favorecen sobretodo su condición de poder supranacional en dirección al control de territorios, fuerza de trabajo internacional, mercados y patrimonios ajenos, y al ejercicio ilimitado de la fuerza militar para lograr sus propósitos. En consecuencia, gravitan más que los “nacionalistas” sobre el Complejo Militar-Industrial-Financiero, los negocios de la guerra y el despliegue de la guerra global antiterrorista, la más terroristas y terroríficas de todas las guerras.

 Los “globalistas” y el Partido Demócrata -sin ideologizarse al modo nazi-fascista- asumen métodos fascistas más allá de sus fronteras nacionales; mientras a nivel interno -sin resignar su esencia oligárquica-capitalista- son más flexibles, algo liberales y tolerantes de la diversidad, y manejan con más habilidad formal el carácter multi-racial y cosmopolita de la sociedad estadounidense. Esto guarda relación con el mosaico social y cultural de sus bases de apoyo y el “pupurrí” político presente en sus filas, también masivas pero no compactas.

El choque entre ambas facciones y ambas visiones ha fracturado de arriba-abajo a ese enorme país a nivel de Estado, sociedad, poder empresarial y estructuras militares; mostrando el neofascismo, recientemente fortalecido, una gran agresividad, que a su vez potencia la contrapartida adversa, llamada en breves día a ocupar la Casa Blanca y a generar represalias.

Esto ha quedado claro a la luz del asalto violento “trumpista” al Capitolio y sus derivaciones. El pleito se aplacó temporalmente, pero sigue latente con nuevos odios en dos bandos que nada tienen que ver con la bondad, la democracia y la paz.

Se equivocan los que creen que el ascenso de Biden y sus sustentadores es la mismísima normalidad y el establecimiento de una democracia real. También se equivocan lo que descreen en la esencia tramposa y fraudulenta de los dos bandos.

Pecan de ingenuos quienes piensan que el gran problema es Donald Trump como individuo y no logran percibir las esencias y raíces ese fenómeno neofascista, ni apreciar que en el accionar de Donald Trump están implicadas fuerzas bastante poderosas y no pocas complicidades a nivel de Pentágono, Policías, paramilitares y sectores corporativos, que lejos de disiparse con las represalias anunciadas por los “demócratas” contra él, bien podrían exacerbarse.

Basta observar con ojos avizores las entrañas -evidenciadas en fotos y videos- de los violentos acontecimientos recientemente acaecidos, para captar sus conexiones.

Ese pleito no termina en el Capitolio, apenas comienza; y habrá de ser uno de los factores que contribuirá a precipitar, más adelante, la decadencia de ese Imperio ya maltrecho y la desintegración de todo el sistema imperialista-capitalista occidental.

13-01-2021, Santo Domingo, RD.
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