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Europa, Mundo :: 05/06/2014

Ucrania. Una nueva batalla de la tercera guerra mundial (I)

Guillermo Caviasca
Numerosos grupos de izquierda o "progresistas" han vacilado o directamente se han manifestado a favor de los "revolucionarios" de la Plaza Maidan de Kiev

A simple vista el conflicto en Ucrania no debería implican una gran dificultad de posicionamiento para cualquier organización popular. De un lado está occidente: Europa y los EEUU. Y del otro Rusia. Los “occidentales” son nuestro problema y los rusos no. La conclusión es clara.

Sin embargo las cosas no son tan sencillas, tal es así que numerosos grupos de izquierda o “progresistas” han vacilado en su posicionamiento o directamente se han manifestado a favor de los “revolucionarios” de la Plaza Maidan de Kiev. Nos adentraremos en la importancia y complejidades de este nuevo conflicto.

Consideramos que para abordar el problema, como todos los que se vienen desarrollando en los últimos tiempos en la arena mundial, hay que pensar tres planos distintos y después ver la combinación de ellos. 1) la situación geopolítica mundial y como opera el conflicto a ese nivel. 2) las características nacionales, las contradicciones regionales, las características políticas estatales del enfrentamiento, la naturaleza del los gobernantes.3) el bloque de clases que se alinea en cada bando sus intereses y potencialidades.

Esto implica en concreto por ejemplo: Rusia es una potencia que busca discutir su rol como tal en el mundo a los EEUU (lo mismo China). No es un país socialista, ni contrario a los grandes capitales saqueadores. Pero es una potencia “alternativa” que reinstala la “disputa” y eso abre espacios, grietas que pueden ser aprovechados para que los países dependientes encuentren mayores márgenes de autonomía para liberarse.

Abordando el problema desde el plano interno, por ejemplo: Cuando hablamos de movimiento de masas que, en general, no son estrictamente movimiento de clase, la cuestión debe verse en forma “compleja”. Antonio Gramsci aconsejaba cinco punto para caracterizar la progresividad o no de movimientos en apariencia (solo en apariencia) similares “1) contenido social de la masa que adhiere al movimiento; 2) ¿qué función tiene en el equilibrio de fuerzas que se va transformando (…)?; 3) ¿qué significado, desde el punto de vista político y social, tienen las reivindicaciones que presentan los dirigentes y que encuentran una aprobación? ¿a qué exigencias efectivas corresponden?; 4) examen de la conformidad de los medios con el fin propuesto; 5) sólo en última instancia y presentada en forma política y no moralista, se plantea la hipótesis de que un movimiento tal será necesariamente desnaturalizado y servirá a fines muy distintos de aquellos que esperan las multitudes adheridas”.

Un movimiento democrático o de autonomía nacional en el seno de Siria, que se apoya en el imperialismo occidental y se alía con conservadores y reaccionarios es claramente contrario a los intereses progresistas de las masas Sirias y de los pueblos oprimidos del mundo. Sin embargo el movimiento autonomista popular que las provincias del este de Ucrania, que aparece enfrentado a la coalición fascista neoliberal golpista, es claramente progresista y coloca a la “nacionalista” potencia rusa en un desafío que va mas allá de sus intereses hegemónicos de gran potencia. Una visión parcial nos puede hacer ver al nacionalista Putin como un líder antiimperialista o, inversamente, a cualquier protesta de masas sea la egipcia, brasileña, libia, siria, venezolana, o la de Kiev, como progresista, por el contrario todas son de naturaleza distinta y sus potencialidades muy diferentes.

Un poco de historia

Los ucranianos y los rusos son eslavos de religión ortodoxa. El primer núcleo de entidad política de la zona fue la Rus de Kiev allá por el año 900, que es identificada por los rusos como su primer entidad “nacional”. La historia de Ucrania, el sur de Rusia y Crimea se desarrolló con sucesivas invasiones. Por allí estaban unos pueblos denominados Escitas, pasaron godos, Alanos, Cazaros, Hunos, etc. Algunos de ellos formaron reinos que convivieron o se fusionaron con la población griega. Tal es así que la soberanía Bizantina (muchas veces teórica otras efectiva) fue reconocida hasta el siglo XV en Crimea. Los mongoles destruyeron de Kiev y masacraron a su población. Aunque también la toma del último asentamiento Genovés (Feodosia/Kaffa) fue seguido de la masacre de sus pobladores.

La “Rus” fue arrasada por los mongoles y el núcleo estatal se traslado al Moscovia. A partir del siglo XIII se fue expandiendo hasta construir el Imperio Ruso. Pero la región de Ucrania tuvo un devenir diferente. No podemos encontrar en ella una unidad estatal continua hasta su unificación bajo los Zares. Y aún allí, una parte de lo que hoy es Ucrania, fue durante siglos provincia de los estados Polaco/lituano y Austrohúngaro. Recién los soviéticos después de la segunda guerra mundial unificaron las actuales provincias Ucranianas.

La Ucrania con capital de Kiev solo gozo de independencia en dos periodos. 1) entre el 18 y el 20 con las tropas alemanas primero y la reacción anticomunista apoyada por occidente después. Y 2) entre el 41 y el 44 bajo la protección de las tropas alemanas con un régimen Nazi. Con la desintegración de la URSS en 1991 por primera vez los ucranianos tuvieron un estado soberano plenamente. De este muy sintético relato se puede inducir las diferencias entre ucranianos y rusos en términos étnicos/culturales/económicos etc. no son muchas. Muchos rusos son habitantes de Ucrania. Pero, al interior de Ucrania existen diferencias más importantes basadas en historias regionales diferentes, en una mayor identificación con occidente o rechazo a Moscú.

Es clave para entender el conflicto que las regiones del Este y Sur de Ucrania se encuentran mas rusificadas desde el siglo XVIII y que tuvieron una mayor participación en la revolución. Sin embargo es de destacar que hubo una importante resistencia de masas a los bolcheviques entre el campesinado ucraniano del centro y oeste. Y que a su vez los Bolcheviques fueron vistos en muchos casos como invasores. Esa fue la base de un nacionalismo ucraniano desconfiado de Rusia.

Otro detalle a tener en cuenta es que las regiones “prorusas” son las industriales y mineras de más fuerte presencia proletaria. Esto no es una novedad ya que allí se asentaron los programas quinquenales de industrialización soviética. Tal es así que solo dos de las regiones rebeldes (Lugansk y Donetsk) representan el 16,5 % del PBI ucraniano centralmente originado por la minería y la industria pesada.

Las revoluciones de colores

Ucrania fue una de las más destacadas experiencias de “revolución” procapitalista y prooccidental de nuevo tipo. O sea de creación y movilización de masas para derribar un gobierno díscolo a los mandatos de occidente y del mercado (que es lo mismo). Con esta afirmación debemos destacar dos cosas. 1) que en varios casos (el ucraniano entre ellos) los gobierno acosados por occidente y sus masas “democráticas”, son corruptos o/y autoritarios y/o gobernados por una oligarquía burguesa rapaz. Pero poco confiables para occidente, y/o miembros de bloques antagónicos a occidente. 2) que los movimientos de masas generados que se identifican como “revoluciones de colores”, la “revolución naranja” ucraniana del 2004 son, en verdad, movimientos de masas. Con amplia participación juvenil, de sectores populares, de ONGs, de movimientos sociales por libertades sectoriales, legítimas en general.

Es interesante destacar como desde el imperialismo occidental se incentivan y manipulan una serie de reivindicaciones sectoriales, culturales, étnicas, ecológicas, de género, de libertades individuales, juveniles, etc. Algunas reales, otras generadas. Algunas progresistas, otras no tanto o utópicas. Pero el hecho que se debería intentar pensar es como y por que desde el imperialismo se consigue hacer pié al interior de otros estados para debilitarlos o deslegitimarlos a través de reivindicaciones que son (en varios casos) legítimas. Aunque su concreción no afecte dos cosas: una el rol hegemónico de las potencias occidentales, y dos la apropiación de plusvalía (obrera y/o nacional) por los grupos económicos. Sin embargo también es tomar como alarma que los movimientos nacionales, de resistencia, o de clase, deberían tener más en cuenta estas cuestiones.

El ex oficial de inteligencia Vladimir Putin ha sido perspicaz, y es consecuencia de comprender esta estrategia occidental que marcamos más arriba, su insistencia que el mundo del futuro debe “respetar las tradiciones culturales de cada país”. En realidad Putin lo que esta proponiendo es una plurinacionalidad de Estados con sus culturas nacionales y sus propias definiciones sobre estos temas, con soberanía plena. Frente a la idea de “multiculturalidad” que viene de los EEUU y definiciones universales sustentadas por la ONU como organismo regulador de la soberanía.

La lucha es integral y a fondo entre dos propuestas de capitalismo distintas, y de funcionamiento del sistema de estados opuesta. Como se ve, leyendo con atención en la misma prensa occidental, enormes cantidades de dinero fluye para financiar estos movimientos “pacíficos” y una también enorme campaña de legitimación mediática, produjeron reiterados éxitos, sobre todo en países donde sus gobiernos eran ampliamente criticables. Como el caso Ucraniano, tanto en el 2004 y como el actual 2014 contra Yanucovich. Es una estrategia de ejercicio de esta “soberanía mundial”.

En el 2004 la acción de “colores” tuvo éxito y las elecciones dieron un ajustado triunfo a los políticos prooccidentales (también oligarcas supermillonarios y corruptos pero vinculados a occidente). Vinculo que implica alejarse de la esfera política, económica, militar y cultural rusa por una paulatina incorporación a la europea y yanqui.

La política neoliberal y la existencia de una fuerte oposición en las regiones industriales y cercanas a Rusia (que incluyen grandes empresarios industriales) le enajenó rápidamente el electorado y en la siguiente compulsa electoral el referente del “partido de las regiones” representante de la oligarquía industrial Yanucovich ganó, frenando el proceso de incorporación a “Europa”.

Las “revoluciones de colores” bajo pantalla democrática, lo que proponen estructuralmente es la incorporación al mundo económico europeo en forma subordinada: planes de ajuste, desmantelamiento del sistema social e industrial heredado de la URSS y por lo tanto desindustrialización, desocupación y un destino de trabajador barato migrante en Europa occidental.

En realidad nosotros conocemos el “modelo”: es el “neoliberalismo” más crudo, receta sistemática que sostiene “el occidente democrático” para los países que busca colonizar. El de Menem casi calcado, con su supervisión del FMI y su discurso de las bondades de la democracia de mercado. Pero los ciudadanos ucranianos de las regiones industriales fueron más “avispados” que nosotros. Y resolvieron no entregarse, aunque sus empresarios fueran tan vende patrias o corruptos y explotadores como los nuestros. Sin embargo estos empresarios tenían la seducción del sostén que la Rusia de Putin les ofrecía como sebo.

Con la promesa de mantenimiento del viejo aparato industrial y una asociación económica proteccionista que ya tiene éxito en Bielorusia. Era la opción para los ucranianos: las libertades propagandizadas por los medios de comunicación o intentar defender su trabajo y estabilidad.

Se buscó conscientemente aprovechar las debilidades del gobierno oligárquico pro-ruso e incentivar el nacionalismo Ucraniano (frente a Rusia, no contra occidente). Sin embargo no pudieron imponer mediante presiones diplomáticas, económicas y movilizaciones pacíficas la asociación a la UE y despejar el camino para la OTAN en la región. Entonces las protestas “democráticas” o “liberales” avanzaron hacia el golpe de estado de derechas.

Devenir de la lucha y su radicalización

Las movilizaciones de masas en Plaza Maidan se iniciaron con el rechazo por la mayoría en el parlamento de la propuesta de la UE de asociar a Ucrania. Por el contrario Yanucovich optó por la política opuesta: un acercamiento a Rusia y su propuesta de crear una comunidad económica común con otras repúblicas ex soviéticas (alternativa y competitiva con la UE y los EEUU). A partir de allí se rompió el precario compromiso político que permitía la gobernabilidad de la ex república soviética. Los prooccidentales elevaron la apuesta a un nivel cada vez mayor buscando la destitución del gobierno; y el gobierno apeló a la represión.

Ante esto la oligarquía prooccidental jugó una vieja y riesgosa carta: dio rienda suelta a los partidos y bandas pronazis. El crecimiento del fascismo como movimiento de masas popular es un fenómeno en auge en Europa, y merece una mención especial. Primero es de destacar que las características de los nuevos fascismos son distintas en Europa del Este respecto a Europa del oeste. En las ex repúblicas de la esfera comunista, para empezar, no aparece como un problema destacado la migración masiva de trabajadores baratos de países del tercer mundo. Es más, los eslavos son también trabajadores baratos en occidente.

La cuestión es distinta. Hay un irredentismo nacional (con componentes reales e inventados en diferente dosis), un odio al atraso (frente al espejismo occidental), un rechazo a la experiencia comunista, en general implantada desde afuera (o que es sentida como al) fracasada. La combatividad de un fascismo, con cierto arraigo y tradición local, en medio de movilizaciones de masas contra un gobierno desprestigiado que tenía su base social y económica en las regiones más lejanas, definió la situación y Yanucovich cayo. La alianza oligárquico-neoliberal con el nazifascismo demostró ser un cóctel que impedía cualquier nuevo compromiso y la situación avanzo hacia una nueva etapa.

Los gobernantes que se hicieron del poder en Kiev tienen la convicción de derrotar definitivamente a sus adversarios, alejarse de Rusia, y eliminar a los oponentes “prorrusos” como alternativa política suprimiéndolos política, económica y culturalmente: eliminaron el ruso como lengua, firmaron los pactos con occidente y anularon los hechos con Rusia, y comenzó a hablarse de la incorporación a la OTAN.

Así fue que las regiones que la prensa presenta como “prorrusas” (en realidad las zonas industriales, cuya subsistencia corre riesgo con el modelo neoliberal), avanzaron en un incontenible proceso secesionista, tanto mayor cuanto mayor cuanto menor era dentro de ellas la presencia de oligarcas y estructuras posibles de ser captadas por la propuesta occidental. Primero Crimea clave estratégica para Rusia, y luego las provincias de Lugansk y Donetsk pidieron la independencia o la federalización.

La presencia del fascismo fue brutal en otras regiones “prorrusas”. 4000 milicianos de “Sector Derecho” cayeron en el industrial puerto de Odessa sembrando el terror y produciendo una masacre en la Casa de los Sindicatos digna de condena internacional (que ni siquiera se esbozó) y procedieron a asesinatos y detenciones selectivas en Kharkov la mas grande ciudad del este. Mediante el terror y la defección de los oligarcas prorrusos asustados por el cariz radical que tomaba el enfrentamiento, algunas regiones fueron “pacificadas”, o la menos frenado su camino hacia la insurrección, por ahora.

En dos provincias la rebelión se hizo del poder mediante los clásicos métodos insurreccionales de masas, creando órganos populares de gobierno, desconociendo al gobierno golpista de Kiev. De hecho una embrionaria situación de doble poder se estableció en el país. Como toda situación de doble poder no puede ser indefinida, ni pacífica.

La geopolítica de Europa

Son en primera instancia las “causas internas” las que permiten el desarrollo de los conflictos. Esas “causas” pueden ser espontáneas o generadas, pero deben existir. La geopolítica en el nivel de las disputas entre potencias, es tan potente que es imposible permanecer ajeno a ellas. Una política nacional que no tenga una doctrina geopolítica propia esta destinada al fracaso o a ser una hoja en la tormenta.

Garmsci presentaba una propuesta metodológica para entender las relaciones de fuerzas en los diferentes planos. Decía que “1) Una relación de fuerzas sociales estrechamente ligadas a la estructura (…) 2) Un momento sucesivo es la relación de las fuerzas políticas; es decir, la valoración del grado de homogeneidad, autoconciencia y organización alcanzado por los diferentes grupos sociales”. Y agregaba que en ese plano era la conducción del Estado nación “como organismo propio de un grupo, destinado a crear las condiciones favorables para la máxima expansión del mismo grupo” era clave para el despliegue concreto de las políticas estructurales. “3) El tercer momento es el de la relación de las fuerzas militares, inmediatamente decisivo según las circunstancias. (…) en él se pueden distinguir dos grados: uno militar en sentido estricto, o técnico-militar y otro que puede denominarse político-militar. “Un ejemplo típico (extremo n de r), es el de la relación de opresión militar de un Estado sobre una nación que trata de lograr su independencia estatal. La relación no es puramente militar, sino político-militar”.

El quiebre de la situación en Ucrania implica un desafío a la política Rusa y altera la relaciones de fuerza en los tres planos que sugiere Gramsci, “transformándose en una coyuntura estratégica”. Es un golpe que de concretarse implicará una victoria para occidente y los EEUU en frenar el rol internacional que Putin estaba desempeñando, claramente, a partir de su freno (junto con China) a la invasión a Siria. Pero no es Occidente un único bloque monolítico. Europa, especialmente Alemania (la principal potencia económica) jugaron sus cartas de “conquista” en Ucrania. Sabemos que el capitalismo en crisis necesita nuevas zonas de colonización para descomprimir sus propias contradicciones: nuevas zonas de saqueo: una permanente “acumulación primitiva”; tesis de Marx que creemos correcto corregir por “acumulación por desposesión” (como sugiere David Harvey, ya que da cuenta del carácter permanente se saqueo, la especulación y la expropiación violenta).

Sin embargo Alemania, y detrás de ella el resto de Europa (menos Inglaterra socio de los EEUU), quedaron embretadas por la intervención Yanqui que jugó sus cartas a golpear a fondo a Rusia. Alemania quedó con poco margen de acción y Europa apareció nuevamente como furgón de cola de la política yanqui. La agresividad norteamericana impide cualquier compromiso o reparto de zonas de influencia (federalización), haciendo caer mas escalones la autonomía europea (vergonzosamente cuestionada con el “secuestro” de Evo Morales). Son reales las apelaciones de Putin a que Alemania y Europa tengan su propia política y no se dejen llevar por EEUU.

Por otra parte Rusia jugó hasta ahora sus cartas con sorprendente eficiencia. Anulando la posibilidad de que la OTAN se quede con Crimea, la ocupó con sigilo y rapidez. Pero la intransigencia del neoliberalismo fascista transformó las protestas en el Este del país. Los rebeldes avanzaron en la creación de dos “repúblicas populares” (Lugansk y Donetsk) cuyo liderazgo parece avanzar hacia un frente popular (con la convocatoria a la movilización de los sectores populares para la resistencia a Kiev, proponiendo reformas y nacionalizaciones). Eso es un desafío para Rusia, el cual no sabemos si será superior a sus fuerzas y convicciones. El gobierno nacionalista Ruso encabeza una formación social capitalista donde también existen poderosos intereses oligárquicos, que temen jugadas demasiado audaces y que se encuentran vinculados al capitalismo global (aunque tengan contradicciones). O sea los oligarcas no gobiernan Rusia pero son un poder enorme en su interior.

En el momento que escribimos estas líneas una ofensiva militar en regla se lanza sobre estas “Repúblicas populares” y los muertos se cuentan en cientos. El pedido de incorporación a Rusia de estas provincias parece un tema de resolución más complejo que Crimea. En Crimea Rusia tenia títulos suficientes y la península un estatus particular. Pero los resistentes en el Este se encuentran provincias ucranianas y su programa de acción evoluciona hacia posiciones de mayor radicalidad política. Sin dudas la apuesta de Rusia era recuperar Crimea, federalizar Ucrania y pactar con Europa una suerte de partición encubierta que satisficiera a todos los bandos. Eso parece hoy bloqueado, las nuevas autoridades oligárquicas salidas de una elección convocada por los golpistas cuentan con la legalidad internacional para lanzar su ofensiva e ir por todo, como era el pacto inicial entre neoliberales y fascistas.

La situación de Rusia queda entonces atada a la capacidad de resistencia de los rebeldes de Lugansk y Donetsk; que el terror negro del fascismo sea revertido en otras regiones por los sectores obreros y populares; que los “nacionalistas” descubran que la “revolución” de Maidan solo les augura una dependencia peor; y que las masas de jóvenes liberales se desencanten del espejismo occidental. Por el lado de la política internacional, estará por verse la posibilidad de que Rusia este en condiciones de operar internacionalmente para “bloquear” la maquinaria militar ucraniana, viendo la posibilidad de imponer algún tipo de protección militar estratégica a las zonas donde surja resistencia a Kiev, sin intervención directa: al estilo ya conocido de la OTAN en Yugoslavia, Libia, etc.

* Historiador/militante, miembro de Barricada TV
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