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Medio Oriente, Anti Patriarcado :: 16/11/2023

Un alegato feminista por las mujeres palestinas

Isabel Pérez
No se puede ser feminista si no se está con las mujeres palestinas, si no se está contra el bloqueo, la ocupación, el colonialismo de Israel. Porque todo eso es violencia contra las mujeres

Es un momento crucial para el pueblo palestino. Lo es porque lo que sucederá en la Franja de Gaza puede cambiar el statu quo que la población palestina ha vivido durante todos estos años de bloqueo israelí, que para casi dos tercios de la población de la Franja han sido años acumulados en el desarraigo bajo el estatus de "refugiada". Es a la vez un momento en el que las autoridades israelíes, políticas y militares, han enseñado su verdadero rostro con una salvaje, ilegal y despiadada respuesta, cebándose con la población civil palestina, no sin que esto sea una decisión estudiada, premeditada y con un fin. Todo esto sin olvidar que el 7 de octubre es un punto de inflexión, pero no el punto de partida de este mal llamado conflicto.

Es indispensable hablar de las mujeres palestinas, en plural, de humanizarlas, acercarlas a nosotras, pensar en ellas mientras realizamos, como mujeres en occidente, nuestra cotidianidad diaria. Nosotras nos levantamos cada mañana de la cama, casi precipitadamente, con cansancio acumulado y con la responsabilidad --en la gran mayoría de las ocasiones-- de despertar a nuestras criaturas, de vestirles, de darles el desayuno. En la Franja de Gaza, las familias suelen ser numerosas y desde muy pequeños los hermanos o hermanas mayores cubren la corresponsabilidad que debería recaer sobre el padre en esta tarea que os describo.

Se podría añadir aún más realidad a ese amanecer: los sonidos de ametralladoras del ejército israelí en la Línea Verde, la línea de armisticio que separa la Franja de territorio israelí ocupado en 1948, interrumpiendo abruptamente el honrado trabajo del campesinado, o las explosiones de obuses lanzados desde los buques de la marina israelí contra la pequeña flota pesquera gazatí.

Una de las primeras mañanas en mi casa familiar en Deir al-Balah, en el centro de la Franja de Gaza, una casa familiar donde cada planta la levanta el hijo --en masculino-- que se casa, me encontré con mi suegra Howeida en el huerto con esos sonidos de fondo. Yo, un poco sobrecogida, pero sobre todo enfadada, la miré y le pregunté a qué se debían tales ataques a gente corriente trabajadora. Ella me miró y, encogiendo los hombros, me respondió: "Es nuestro día a día".

Howeida, mi suegra, no es de familia refugiada, pero sí muchas de nuestras vecinas: unas son profesoras en las escuelas de UNRWA o administrativas en alguna ONG. Otras son campesinas y trabajan incluso cargando a sus bebés, nacidos o aún en gestación; las hay beduinas que cuidan de su propio ganado porque las beduinas pueden ser económicamente independientes de sus maridos, pero la mayoría de las mujeres de la edad de Howeida son amas de casa cuyo espacio social coincide con el espacio privado: su casa. Pocas veces salen a comprar al mercado, suelen mandar a los hombres o a los jóvenes de casa. En la ciudad de Gaza es más común que las mujeres sí ocupen más espacio público, pero siguen siendo lugares dominados por los hombres.

La Franja de Gaza es una zona rural cuya capital, Gaza-ciudad, posee alguna pincelada urbanita, con más vida social fuera de casa, con salas de teatro, cafeterías o una zona de tiendas de ropa en el barrio de Rimal. Todo esto ha desaparecido, al igual que los lugares donde las mujeres del resto de la Franja socializaban con sus vecinas, amigas o familiares mujeres, sus casas. Se han desvanecido bajo las bombas israelíes.

La zona de la Franja de Gaza que el ejército israelí ordenó evacuar, el norte del valle de Gaza, comprende Gaza-ciudad y las localidades y campos de refugiados palestinos del norte. Se trata del área más densamente poblada de toda la Franja y con mayor número de personas con estatus de refugiada. La huida ha sido hacia la zona centro, esto es, Deir al-Balah, que normalmente tiene 90.000 habitantes pero ahora se han triplicado con la llegada de la gente desplazada; a Jan Yunis, a cuyos 200.000 habitantes se le han sumado otros 500.000. El resto del millón cien mil personas huidas llegaron a Rafah, de 100.000 habitantes, la última localidad al sur antes de llegar a Egipto donde se encuentra, además, el cuello de la botella para intentar salir a través del paso fronterizo egipcio. El 7 de noviembre saldrían del norte en un ultimátum israelí alrededor de 15.000 personas, entre ellas, mujeres, niños y niñas, ancianas y personas con distintas discapacidades.

Las mujeres palestinas en la Franja de Gaza, junto a los niños y niñas, suponen la mitad de las personas asesinadas bajo los bombardeos israelíes, y eso sin contar las que aún están bajo los escombros. Ocurren casos de bombardeos de casas en el momento en el que él, el patriarca de la familia, sale a las colas del hambre a por el pan o a por algo de agua y ella se queda con las criaturas en casa, y mueren. Las Naciones Unidas hablan de que ya son más de 2.000 mujeres las que se han quedado viudas y más de 5.000 niños y niñas que se han quedado sin madres, suponiendo uno de los peores traumas en la infancia. Hay mujeres que se han visto vagando solas o madres e hijas buscando un techo bajo el riesgo de caer bajo el fuego del ejército israelí o de ser víctimas de asaltantes.

Hay madres que están pasando hambre porque lo poco que tienen de comer se lo dan a sus criaturas. Se vislumbra un importante problema de enfermedades, como falta de hierro, de vitaminas, que tanto nos afectan a las mujeres. A muchas no les llega la menstruación, otras piden la píldora para impedir que les venga, lo prefieren porque no hay compresas, de otro modo se ven obligadas a lavarse, como pueden y sin privacidad, en el mar porque no hay duchas con agua. Todos los síndromes, la amenorrea, los síndromes premenstruales, los menopáusicos... se unen al Síndrome postraumático en las mujeres.

La población masculina y la femenina coinciden, prácticamente, en número. La mitad del total de la población de la Franja de Gaza son, eso sí, jóvenes, por lo que la principal ocupación de las mujeres palestinas en la franja de Gaza es estudiar. Las universidades, de hecho, son el punto neurálgico de encuentros, de nuevas amistades, de futuros matrimonios. Son un lugar de socialización con el sexo opuesto, algo que, de otro modo, no sucedería con tanta libertad. De entre estas parejas las hay que se casan antes de que ella termine los estudios, otras estudiantes en cambio esperan a casarse una vez obtenido el grado universitario y hay muchas que quieren continuar con estudios universitarios superiores.

La Franja de Gaza tiene una de las tasas de desempleo de juventud recién graduada más altas del mundo, el 70%, de ahí que se tienda a seguir estudiando pero, para ellas, esto supone también una oportunidad para salir de la Franja. Para ello es imprescindible obtener una beca que no solo aporte el financiamiento suficiente para convencer al patriarca de la familia, sino también el visado que les permita salvar la barrera de la ocupación porque Israel es quien controla el movimiento de estas jóvenes.

La educación es clave para la emancipación de estas mujeres, pero Israel ha bombardeado la Universidad Islámica de Gaza, la Universidad de Al-Azhar y la zona de Al-Zahra donde se encuentra la Universidad de Palestina, ha bombardeado las pocas oportunidades de empoderamiento de estas mujeres palestinas. Por todo ello, no se puede ser feminista si no se está con las mujeres palestinas, si no se está contra el bloqueo, la ocupación, el colonialismo de Palestina porque todo esto es violencia contra las mujeres. Es violencia en un discurso racista y supremacista que menosprecia a las mujeres palestinas, es violencia sistemática porque si una mujer tiene un cáncer o si tiene una complicación en su parto, sabiendo que a día de hoy se están teniendo que realizar cesáreas sin anestesia y los partos se hacen en las peores condiciones de salubridad, es Israel quien decide si puede o no salir fuera de la bloqueada Franja de Gaza. Israel mantiene a 4.000 prisioneros y prisioneras palestinas y sus mujeres o sus madres, pueden visitarles solo cuando Israel lo permite.

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En la Franja de Gaza están bombardeando a las mujeres, las dejan morir de enfermedad; en Cisjordania las humillan en los controles militares o irrumpiendo en sus casas de noche, lo cual supone violencia, cuerpo a cuerpo: una mujer indefensa en su pijama frente a un soldado israelí armado. En Cisjordania, las fuerzas israelíes usan a las mujeres para presionar a los hombres en los interrogatorios.

Durante la escalada bélica lanzada por Netanyahu en la Franja de Gaza, está apelando a una interpretación sionista de la religión para convencer de que es necesario matar a mujeres y niños. Las cadenas de mando israelíes están cometiendo un castigo colectivo contra la población gazatí y también es posible que estén siendo culpables de cometer un genocidio, aunque para ser juzgados sea necesario presentar pruebas de que existen órdenes encomendadas a tal fin, como sucedió con el genocidio de Ruanda. Sea genocidio, limpieza étnica o masacre, para eliminar a un pueblo acabar con las personas que dan la vida, con las mujeres, está encima de la mesa, como sucedió con las mujeres aborígenes en Canadá.

Las mujeres en Palestina son símbolo de resistencia y perseverancia, portan de generación en generación la identidad cultural palestina, las costumbres, algo que resulta un grave problema para Israel porque no las puede tachar de terroristas por ello. Al igual que niega el disfrute de los DDHH de los y las palestinas, el régimen israelí está prohibiendo a las mujeres refugiadas palestinas uno de sus derechos inalienables, según la resolución 194 de la ONU: el derecho al retorno a sus hogares de origen de donde fueron expulsadas en 1948. Con el impedimento de la independencia de Palestina, Israel está bloqueando la participación activa de las mujeres en encontrar una solución. El tiempo consumido ha ido en contra de las reivindicaciones políticas de las mujeres palestinas.

Para acabar, quiero recordar con añoranza una de las propuestas resultado de la Conferencia Internacional de Mujeres celebrada en México en 1975, Año Internacional de las Mujeres según la ONU. En ella se apelaba a nivel internacional a posicionarse en contra del sionismo, la ocupación y la dominación de Palestina, todo acorde a las resoluciones de la ONU. Una lectura muy avanzada y que supuso la base legal de la Resolución 3379 de la ONU que consideraba el sionismo como una forma de racismo, y digo "consideraba" porque dicha resolución fue revocada arbitrariamente en 1991.

Como decía la poeta palestina-canadiense, Rafeef Ziadah en sus versos: "Soy una mujer árabe de color y nosotras venimos en todas las tonalidades de la ira. Así que déjame decirte que esta mujer que hay dentro de mí sólo te traerá tu próxima rebelde".

El Salto

 

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