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Medio Oriente :: 05/01/2007

Un análisis sobre el asesinato de Saddam Hussein

Guillermo Caviasca
Un discurso único, monolítico, calcado en todos los principales medios de comunicación, reprodujo un solo mensaje: la civilización ejecutaba nuevamente a la barbarie; una vez más occidente castigaba a un rebelde salvaje.

El mundo acaba de presenciar, este pasado 30 de diciembre, la ejecución de Saddam Hussein. Casi en directo los medios de comunicación occidentales y de los países satélites nos mostraron las imágenes del líder iraquí en la horca, mientras los publicistas y divulgadores nos ilustraban sobre la crueldad y autoritarismo de su gobierno.

Ni una sola palabra crítica se filtró entre esa catarata de basura macabra. Ningún medio recordó que Saddam era el gobernante legal de Iraq; que fue depuesto por una invasión de fuerzas extranjeras sin ningún apoyo local y sin legitimidad internacional; que la administración semicolonial cipayo, actual esta constituida principalmente por exiliados, agentes de la CIA y partidos extranjeros sin base local hasta la invasión; y que estos son evidentes delegados del poder militar yanqui sin ningún margen de autonomía.

Pero la realidad es una: Saddam Hussein fue capturado por fuerzas imperialistas en el marco de una guerra de invasión. Que los invasores pretenden transformar a Iraq en una semicolonia o un protectorado dócil a sus mandatos para "pacificar" medio oriente; "solucionar" el problema palestino y apropiarse de los recursos naturales de la región. Y que Saddam fue ejecutado siendo un prisionero de guerra por tribunales montados por el ejército de ocupación para tal fin.

¿Acaso la humanidad debe dar gracias a los yanquis y sus socios ingleses e israelíes por haber dado un nuevo paso atrás? Esta ejecución nos remite a todas las tropelías imperialistas y colonialistas a las que, desde los españoles en América pasando por el reparto del mundo a fines del siglo XIX, occidente nos tenía acostumbrados en nombre de la civilización. Aunque después de la barbarie de la segunda guerra mundial muchos creyeron que las formas de dominación y muerte no volverían a ser tan directas.

¿Por qué Saddam fue ejecutado con tanto apuro? Seguramente surgirán versiones conspirativas sobre secretos a ocultar, pero la verdad evidente es otra. Hussein fue un líder nacionalista árabe, uno de los últimos vivo. Uno de los líderes de un movimiento que despertó la conciencia del mundo musulmán en los 60, y que lo arrancó de las garras de occidente. Su figura tenía un gran influjo sobre las masas dentro y fuera de Iraq. Nadie podría gobernar una vez que se fueran las tropas yanquis con Saddam en el país.

La vida a cambio de la conciliación

En Iraq crece día a día el caos, la violencia sectaria, la destrucción y el retroceso material y cultural. Pero también crece la resistencia organizada y la certeza de que el ejército invasor pronto colapsará si no hay una salida política. Esta salida sólo podría realizarse sin la presencia del intransigente líder.

Son conocidos los varios ofrecimientos de acuerdo hechos por los yanquis a Saddam. Todos pueden resumirse a uno: la vida a cambio de la conciliación. El rechazo del líder y su negativa a aceptar otra cosa que no sea la retirada incondicional del enemigo significó elegir la muerte antes que la traición.

La necesidad de una pronta salida de Iraq por parte de la coalición invasora obligó a ésta a asesinar a Saddam rápidamente (y en secreto). Buscaba con esto dejar el camino libre para un hipotético acuerdo entre los partidos confesionales y los partidos pro-occidentales, y para la cooptación de algunos resistentes a través de prebendas al haberse sacado de encima a un líder que aún conservaba gran prestigio en amplios sectores de masas, intelectuales y militares dentro y fuera de Iraq.

Saddam y su partido intentaron fundar un nuevo Iraq moderno, superando localismos étnicos o faccionalismos religiosos. Intentaron hacer progresar a Iraq por sus propios recursos en el marco de la unidad pan árabe. El fracaso de su proyecto es el fracaso de las masas árabes por progresar independientemente de occidente a través de su propia cultura, valores y religión.

Pero este fracaso es sólo coyuntural. La enorme resistencia que vemos en medio oriente y su capacidad de poner en jaque a las fuerzas militares yanquis, inglesas e israelíes nos augura que el movimiento por la soberanía y el progreso resurge de nuevas formas. La ejecución de Saddam es un manotazo de ahogado y no influirá en el movimiento de resistencia salvo para armarla de más valor, ya que ésta ha crecido hasta hoy sin Hussein.

Saddam Hussein muere, sin duda, como un mártir ejecutado por las tropas de ocupación y sus mercenarios y sirvientes. Sus errores serán cada vez menores y su intransigencia ante la muerte hará crecer su figura.

Los que luchan por un mundo árabe y musulmán libre, los antiimperialistas y revolucionarios de todo el mundo debemos sacar enseñanzas. El futuro nos permitirá un análisis crítico. Pero el presente sólo nos debe mover a decir a la resistencia iraquí que no transige, Adelante, hasta la victoria!

Unas palabras aparte nos merecen los medios de comunicación argentinos. Parece que la operatoria de la embajada de Israel, la DAIA y las "sugerencias" yanquis al gobierno argentino han hecho efecto (nuevamente) en disciplinar la opinión. Que no vuelva a quedar lugar a dudas sobre con quién están; lo del Líbano no debe volver a suceder. El pueblo debe recibir un mensaje único y claro: "los buenos son los yanquis, los sionistas y los occidentales en general". Esa es La Verdad y los discursos sobre la realidad deben construirse para justificarla.

Nosotros repudiamos la ejecución de Saddam y llamamos a los militantes antiimperialistas a no ser timoratos. No debemos permitir que este nuevo crimen colonialista sólo sea condenado por los historiadores del futuro. El presente es de lucha, la victoria será de los que no transijan.

Agencia Walsh

 

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