Una lectura crítica de la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de EEUU

Las administraciones estadounidenses elaboran periódicamente una Estrategia de Seguridad Nacional (NSS, por sus siglas en inglés). Trump, por ejemplo, elaboró una durante su primer mandato. En su mayoría, estos documentos presentan una versión idealizada de la política exterior y de seguridad de un Gobierno y carecen de gran relevancia práctica debido a lo que omiten: los arraigados intereses políticos y económicos de EEUU; el profundo consenso en política exterior supervisado por la clase encargada de mantener la seguridad del estado profundo; y las políticas promovidas por el colectivo de grandes donantes a los dos partidos.
Sin embargo, esta NSS, publicada recientemente, presenta una interpretación bastante diferente al aplicar un distintivo enfoque de "EEUU primero" a la política exterior estadounidense, evitando la hegemonía global, la "dominación" y las cruzadas ideológicas en favor de un realismo pragmático y transaccional centrado en la protección de los intereses nacionales fundamentales: seguridad nacional, prosperidad económica y dominio regional en el hemisferio occidental. Por lo tanto, EEUU ya no "apoyará todo el orden mundial como 'Atlas' y espera que Europa asuma una mayor parte de sus propias responsabilidades de defensa".
Este informe critica la anterior búsqueda de la supremacía global por parte de EEUU como un fracaso que terminó debilitándolo, y sitúa la política de Trump como una corrección necesaria a la postura anterior. Por lo tanto, acepta y hace suya la abertura geopolítica hacia un mundo multipolar.
Son dos, en consecuencia, los objetivos en clave de política exterior que se matizan en lugar de reformularse radicalmente:
En primer lugar, se rebaja a China de "amenaza principal" a "una amenaza en lo que a ritmo o rapidez se refiere" en tanto en cuanto competidor económico (Taiwán se considera un instrumento de disuasión).
Y con respecto a Rusia, se afirma que
Es un interés fundamental de EEUU negociar un cese rápido de las hostilidades en Ucrania para estabilizar las economías europeas, evitar una escalada o expansión involuntaria de la guerra y restablecer la estabilidad estratégica con Rusia, así como para facilitar la reconstrucción de Ucrania tras las hostilidades y asegurar su supervivencia como un Estado viable.
El documento no menciona una "paz estratégica" con Rusia, sino únicamente un "cese de hostilidades", es decir, un alto el fuego. La cuidadosa elección del lenguaje empleado podría indicar que Trump no pretende un acuerdo total con Rusia sobre sus preocupaciones de seguridad, sino únicamente una tregua, un "cese de hostilidades".
Define las relaciones europeas con Rusia como "profundamente debilitadas":
La Administración Trump se encuentra en desacuerdo con los funcionarios europeos que tienen expectativas poco realistas sobre la guerra, enraizados en gobiernos minoritarios inestables, muchos de los cuales pisotean los principios básicos de la democracia para reprimir a la oposición. Una gran mayoría europea desea la paz, pero ese deseo no se traduce en políticas, en gran medida debido a la subversión de los procesos democráticos por parte de esos gobiernos. Esto es estratégicamente importante para EEUU precisamente porque los Estados europeos no pueden reformarse si están atrapados en una crisis política.
En esencia, se impone a los europeos la responsabilidad de Ucrania a partir de ahora. En términos más generales, se espera que los aliados paguen las cuentas, mientras EEUU vuelve a construir en casa.
Uno de los mayores cambios de la NSS es que EEUU se define ahora como una potencia hemisférica fortificada en lugar de una potencia hegemónica global:
Queremos un hemisferio libre de incursiones extranjeras hostiles y de la propiedad extranjera de activos clave, que apoye cadenas de suministro críticas; y queremos asegurar nuestro acceso continuo a ubicaciones estratégicas clave. En otras palabras, afirmaremos y aplicaremos un "Corolario Trump" a la Doctrina Monroe.
En cuanto a la presencia militar, la Estrategia establece que esto implica "un reajuste de nuestra presencia militar global para abordar las amenazas urgentes en nuestro hemisferio".
Quizás el aspecto más significativo en términos de impacto práctico sea la referencia a "poner fin a la OTAN como alianza en constante expansión" y a Europa, que recibe críticas muy duras.
La NSS critica duramente el estancamiento económico de Europa, su declive demográfico, la pérdida de soberanía ante las instituciones de la UE y su "borrón y cuenta nueva":
"Queremos que Europa siga siendo europea, que recupere la confianza en sí misma como civilización y que abandone su fallido enfoque en la asfixia regulatoria".
El documento declara que las élites liberales/tecnócratas de la UE y de muchos Estados miembros representan una amenaza para el futuro de Europa, la estabilidad regional y los intereses estadounidenses. Deja claro que apoyar a la Derecha Patriótica en Europa y "cultivar la resistencia" a la trayectoria actual de Europa redunda en beneficio de EEUU.
Señala el reemplazo demográfico (inmigración) como la mayor amenaza a largo plazo para los intereses europeos y estadounidenses, cuestionando abiertamente si algunas naciones europeas seguirán siendo aliados fiables dada su trayectoria actual.
Por lo tanto, la relación transatlántica se mantiene, pero ya no es el eje central de la política exterior estadounidense.
El pánico de la élite europea
Líderes europeos, incluido el ex primer ministro sueco derechista Carl Bildt, calificaron la referencia de la NSS a Europa como situada "a la derecha de la extrema derecha". En EEUU, demócratas como el representante Jason Crow la consideraron "catastrófica" para las alianzas, es decir, para la OTAN.
Para comprender plenamente el clamor de pánico que surgió desde Europa es necesario un poco de contexto.
Primero, conviene recordar que la política identitaria demócrata nunca admitió la "otredad" ni la diferencia de opinión.
Jennifer Rubin, columnista del Washington Post y colaboradora de MSNBC (citada durante mucho tiempo por el Washington Post como su «columnista republicana» para el «equilibrio»), escribió en septiembre de 2022 que rechazaba la idea misma de que un argumento tuviera «partes», ya que cualquier argumento contrario imputaba racionalidad a los conservadores.
En esencia, tenemos que arrasar colectivamente con el Partido Republicano. Tenemos que destruirlos, porque si hay supervivientes, si hay gente que resiste esta tormenta, lo volverá a hacer... La danza kabuki en la que Trump, sus defensores y sus partidarios son tratados como racionales (incluso ingeniosos) proviene de un establishment mediático que se niega a descartar... esta falsa equivalencia.
Pero, además, el entonces presidente Biden, en un discurso ese mismo mes, dijo prácticamente lo mismo que Rubin. En un escenario inquietantemente iluminado por una luz roja y negra, en el histórico Independence Hall, Biden extendió inequívocamente las amenazas de un terrorismo exterior para advertir contra la amenaza de un terrorismo diferente, más cercano: el de Trump y los republicanos MAGA, quienes, según él, «representan un extremismo que amenaza los cimientos mismos de nuestra república».
El precepto central de este mensaje apocalíptico se coló a través del Atlántico para cautivar y convencer en Varsovia por medio del mismo Biden a la clase dirigente de Bruselas. Esto no debería sorprender: el mercado interior de la UE, basado en la regulación, pretendía precisamente sustituir toda «contienda» política por el tecno-gerencialismo. Las élites europeas necesitaban desesperadamente un sistema de valores que llenara la laguna de identidad de la UE. Sin embargo, la solución estaba al alcance de la mano:
«Los apetitos del autócrata no se pueden apaciguar. Hay que oponerse a ellos. Los autócratas solo entienden una palabra: «No». «No». «No». (Aplausos). "No, no me arrebatarán mi país". "No, no me arrebatarán mi libertad". "No, no me arrebatarán mi futuro... Un dictador empeñado en reconstruir un imperio jamás podrá mitigar el amor del pueblo por la libertad. La brutalidad jamás sofocará la voluntad de los libres. Y Ucrania --Ucrania jamás será una victoria para Rusia. Jamás". (Aplausos).
"Apóyennos. Los apoyaremos. Avancemos... con el firme compromiso de ser aliados no de la oscuridad, sino de la luz. No de la opresión, sino de la liberación. No del cautiverio, sino de la libertad".
El arriba citado, pronunciado por Biden en Varsovia --con efectos de iluminación y un fondo dramático que recuerda a su discurso en Liberty Hall-- buscó retratar al movimiento MAGA, opositor por entonces al gobierno norteamericano, como una grave amenaza para la seguridad de EEUU y se valió del maniqueísmo radical para retratar, esta vez, a Rusia (Rusia es el contrapunto externo a la amenaza relacionada del MAGA estadounidense). Este fue su enfoque para la épica batalla entre las fuerzas de la luz y la oscuridad, que debía librarse sin cesar y ganarse contundentemente.
Una vez más, Biden intentaba consolidar el arraigado ethos misionero de EEUU como la "Ciudad en la Colina", un faro para el mundo, en una guerra cósmica "eterna" contra el "mal" ruso. Esperaba vincular a la clase dominante estadounidense a la lucha metafísica por la "luz".
David Brooks, autor de Bobos in Paradise (columnista liberal del New York Times; bobos viene de 'bourgeois-bohemians'), admite que inicialmente se dejó llevar por esta ideología liberal, pero luego vio que fue un gran error: "Como quiera que se les llame [los liberales] se han fusionado en una élite brahmán aislada y mestiza que domina la cultura, los medios de comunicación, la educación y la tecnología".
Reconoce: «No anticipé la agresividad con la que intentaríamos imponer los valores de la élite mediante códigos de discurso y pensamiento. Subestimé la forma en que la clase creativa lograría levantar barreras a su alrededor para proteger sus privilegios económicos... Y subestimé nuestra intolerancia a la diversidad ideológica».
En pocas palabras, este código de pensamiento precisamente dio a las élites europeas su nuevo y brillante culto a la pureza absoluta y la virtud inmaculada, llenando la evidente laguna de identidad de la UE. Esto resultó en el intento de convocar una vanguardia cuya furia proselitista se centrará en «el Otro».
Von der Leyen, en su discurso sobre el Estado de la Unión ante el Parlamento Europeo en 2022, coincidió casi exactamente con las palabras de Biden:
No debemos perder de vista cómo los autócratas extranjeros atacan a nuestros propios países. Entidades extranjeras financian instituciones que socavan nuestros valores. Su desinformación se extiende desde internet hasta las aulas de nuestras universidades... Estas mentiras son tóxicas para nuestras democracias. Piensen en esto: Introdujimos una legislación para hacer un escrutinio o filtraje de la inversión extranjera directa por motivos de seguridad. Si hacemos eso con nuestra economía, ¿no deberíamos hacer lo mismo con nuestros valores? Necesitamos protegernos mejor de la interferencia maligna... No permitiremos que los caballos de Troya de ninguna autocracia ataquen a nuestras democracias desde dentro.
A pesar de la unión de los "bobos" estadounidenses con los guerreros liberales de la UE, muchos en todo el mundo se sorprendieron ante la gran prontitud con la que los líderes de Bruselas adoptaron la línea de Biden, que abogaba por una larga guerra contra Rusia; una obediencia que parecía claramente contraria a los intereses económicos y la estabilidad social europeos.
En pocas palabras, fue una guerra por elección propia que parecía tener sus raíces, en última instancia, en un maniqueísmo radical.
La formación inicial de la OTAN en 1949 fue generalmente rechazada por la izquierda europea debido a su postura explícitamente anticomunista. Sin embargo, con el bombardeo de Belgrado por la OTAN en 1999, la alianza militar se transformó para algunos miembros de la izquierda en general (incluidos socialdemócratas y liberales) en un instrumento para la transmisión liberal y la consolidación de «nuestra democracia» (este era el lenguaje de Biden en aquel momento).
La fusión del liderazgo de la UE con la OTAN y con el proyecto Biden fue completa. La entonces ministra de Asuntos Exteriores de Alemania, Annalena Baerbock --tan decidida a «arruinar a Rusia» como Biden--, en un discurso pronunciado en Nueva York en agosto de 2022, esbozó la visión de un mundo dominado por EEUU y Alemania. En 1989, George Bush ofreció a Alemania una «colaboración en el liderazgo», afirmó Baerbock. Pero en aquel momento, Alemania estaba demasiado ocupada con la reunificación como para aceptar la oferta. Hoy, afirmó, las cosas han cambiado radicalmente: «Ha llegado el momento de crearla: una alianza conjunta para el liderazgo».
Refiriéndose a la «alianza para el liderazgo» entendida en términos militares, afirmó:
En Alemania hemos abandonado la arraigada creencia alemana en el «cambio a través del comercio»... nuestro objetivo es fortalecer aún más el pilar europeo de la OTAN... y la UE debe convertirse en una Unión capaz de tratar con EEUU en igualdad de condiciones: en una alianza para el liderazgo.
Por lo tanto, la indignación de la élite europea ante la devastadora crítica de la NSS a Europa no se debe simplemente a que EEUU le da la espalda, de forma muy evidente, a una clase dirigente europea que lo había dejado todo para adular a EEUU. La NSS critica su subversión o ataque a los principios básicos de la democracia e incluso cuestiona si serán aliados adecuados para el futuro.
Se declara, además, que la OTAN «no es para siempre».
Por eso, las capas dirigentes europeas se encuentran ahora aisladas, ampliamente impopulares y desamparadas.
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