Uno, dos, tres, ¿por qué luchamos? Las guerras de la OTAN


Todos los veteranos de Vietnam y quienes se resistieron al reclutamiento reconocerán el origen del titular de esta columna (es el estribillo de una canción antiguerra de Country Joe MacDonald de 1965). Ah, sí, ya no estamos a finales de los 60, así que es hora de renovarla (sin necesidad de IA) y expandirla: de ahora en adelante, tengan la seguridad que todos en el salvaje Oeste se verán obligados a luchar y/o soportar tres guerras de la OTAN que se solapan.
Guerra número 1
Es Europa contra Rusia, por supuesto. Ya no es una cuestión de poder: es una guerra directa, áspera y violenta. Considerando la avanzada podredumbre del frente ucraniano, ya proliferan nuevos frentes: el Cáucaso Sur; operaciones clandestinas en el Mar Báltico; el frenesí de reclutamiento del MI6 en Asia Central; nuevos actos terroristas en el Mar Negro, especialmente en Crimea.
El coronel Lawrence Wilkerson lo dijo sucintamente: ya estamos en la III Guerra Mundial. De hecho, ya estamos inmersos en el extenso preámbulo de la III Guerra Mundial. El director de circo de Washington D. C. y la clase multimillonaria y donante que lo respalda no tienen ni idea. Releer a Keynes (Las consecuencias económicas de la paz) es imprescindible como nunca antes. La historia se repite. Sin embargo, no estamos en 1914 ni en 1935; ahora podrían entrar en juego las armas nucleares.
El Kremlin y el Consejo de Seguridad de Rusia son conscientes de lo mucho que está en juego. En su reciente entrevista con Kommersant, Sergei Shoigu (secretario del Consejo de Seguridad de Rusia) incluso presentó algunas cifras clave de la OTAN (incluyendo a EEUU) para enfatizar la amenaza que enfrenta Rusia: más de 50.000 tanques y vehículos blindados; más de 7.000 aviones de combate; más de 750 buques de guerra; 350 satélites militares y civiles; y un inmenso presupuesto para la ofensiva.
Bueno, lo que el astuto Shoigu no dijo es que, cuando llega el momento decisivo, sólo hace falta que el Sr. Khinzal, el Sr. Sarmat, el Sr. Zircon y el Sr. Oreshnik [misiles hipersónicos rusos] entreguen unas cuantas tarjetas de presentación estratégicas para paralizar toda la maquinaria de la OTAN en cuestión de minutos.
Guerra número 2
Se trata del Imperio del Caos contra Irán en Asia Occidental, con Eretz Israel como actor principal y sustituto.
El director de circo, cuya única “estrategia” es urdir negocios turbios para enriquecerse a sí mismo y a los estafadores de su círculo cercano, sueña con un Asia Occidental centrada en Israel; un cruce tóxico de los Acuerdos de Abraham 2.0 con el corredor IMEC, creando, como lo definió Alastair Crooke, “una Asia Occidental liderada por los negocios, centrada en Tel Aviv (con Trump como su ‘presidente’ de facto), y a través de este corredor de conectividad empresarial poder “atacar más allá, con los Estados del Golfo penetrando en el corazón del sur de Asia de los BRICS para interrumpir la conectividad y los corredores de los BRICS”.
Utilizar a los árabes contra los BRICS no funcionará, ni siquiera con MbZ en los Emiratos Árabes Unidos y MbS en Arabia Saudita, quienes se han dado cuenta que la estafa empresarial sólo funcionará si hay una paz real en Gaza, algún tipo de solución humanitaria para los palestinos y la reconstrucción de la Franja de Gaza.
El culto a la muerte del régimen de Netanyahu jamás permitirá nada de lo anterior: su plan es matarlos a todos, robarles sus tierras y erradicar su cultura. Y mientras continúa el genocidio —totalmente legitimado por la OTAN y la UE—, el culto a la muerte sigue bombardeando todo lo que encuentra a su paso, perpetrando la balcanización de Siria y expandiendo Eretz Israel.
Guerra número 3
Es la OTAN contra China. Ya se decidió en la última cumbre de La Haya, en paralelo a la continua guerra contra Rusia.
Pero en realidad la estafa es mucho mayor: es la guerra de la OTAN contra los BRICS.
Eso lo anunció, casualmente, esa indescriptible mediocridad holandesa que hace que el pedante noruego Stoltenberg parezca una estrella de la física cuántica. El secretario general de la OTAN, Rutti Frutti, amenazó directamente a India, China y Brasil, y les ordenó que «llamaran a Putin» para evitar que «papi» Trump desatara su próxima rabieta arancelaria (TTT).
Pekín apenas se preocupa. China humilló al director de circo al no ceder un ápice en su guerra comercial y arancelaria. Rusia humilló al director de circo al no ser coaccionada a un patético «alto el fuego», ni a permitir que la OTAN se rearmara. Irán humilló al director de circo al no firmar una rendición incondicional y derrotar a Israel. Los yemeníes humillaron a la Armada estadounidense —un hecho para los anales militares— al obligar al director de circo a un alto el fuego tras un bombardeo fallido de mil millones de dólares.
Lula en Brasil está a punto de humillar al maestro de ceremonias al afirmar la soberanía brasileña ante una guerra comercial y financiera descontrolada (Trump incluso amenazó con gravar el popular sistema brasileño de pagos digitales, PIX). Si se le imponen aranceles del 50%, Lula afirmó que Brasilia devolverá el golpe al Imperio del Caos bajo una ley de reciprocidad.
Todo el asunto del maestro de ceremonias del circo, con cada giro de la trama envuelto en varias capas de arrogancia y fanfarronería vacía, sólo acelera el tren de alta velocidad de los BRICS/Sur Global, que ahora se configura cada vez más como una alianza geoeconómica, geopolítica y geoestratégica de proporciones transcontinentales, reafirmada en la cumbre de Río.
Todo esto condujo, por supuesto, a lo que he descrito como el nuevo triángulo Primakov: el nuevo RIC, Rusia, Irán y China, con sus alianzas estratégicas entrelazadas. No es casualidad que varios académicos chinos de alto nivel también estén empezando a conceptualizar el emergente entorno «post-Occidente» con dos nuevas «I» en los BRICS: Irán e Indonesia, no India, deberían estar en el centro de los BRIICS.
Mientras tanto, en Europa, el análisis de Tricontinental ha señalado cómo el belicista ministro de Hacienda alemán, BlackRock, ha prometido «650 000 millones de euros en los próximos cinco años para gasto militar con el fin de alcanzar el objetivo del 5 % de la OTAN para 2035». Esto significa que Berlín se ve obligado a recaudar «unos 144 000 millones de euros al año», mediante, ¿qué cosa?, mediante medidas de austeridad y deuda, lo que se traduce en enormes impuestos adicionales para los consumidores alemanes.
Ése es, en pocas palabras, el “programa” para todo el Occidente fragmentado y colectivo en el futuro cercano: austeridad para todos (excepto para el 0,01%); y guerras de la OTAN, no diamantes, para siempre.
observatoriocrisis.com