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Mundo, EE.UU. :: 26/11/2012

Verónica Jones y el caso de Mumia Abu-Jamal

Carolina Saldaña
Este libro cuenta la vida de una valiente mujer estrechamente relacionada con el caso de Mumia Abu-Jamal: Verónica Jones.


Reseña: Verónica y el caso de Mumia Abu-Jamal: memoria contada a su hermana Valerie Jones (2012, Xlibris, USA).

Este libro cuenta la vida de una valiente mujer estrechamente relacionada con el caso de Mumia Abu-Jamal: Verónica Jones.

Del prólogo escrito por Mumia Abu-Jamal:

“…No conocía a la mujer, Verónica Jones, quien dio testimonio en mi juicio el 29 de junio de 1982. Pero su mirada reflejaba sorpresa y confusión. Radiaba una vibración de que ella no quería estar ahí. Años pasarían antes de que supiéramos por qué. Ella fue chantajeada con amenazas de prisión y separación de sus hijas, el peor temor de una madre, para obligarla a subir al estrado. Pero aún así, ella no dijo lo que el gobierno quería que dijera a pesar de presiones infernales. ¡Qué valor!...Ojalá la hubiera conocido. Ojalá pudiera haberle dado un abrazo. Le hubiera dicho lo orgulloso que estoy de ella, de su espíritu, de su fuego, pero nunca tuve la oportunidad. Cuando lees sus palabras, sé que también te gustaría darle un abrazo…Gracias, Verónica. Con amor (aunque sea tarde), Mumia Abu-Jamal”

Dice Valerie Jones que desde la edad de 19 hasta su muerte temprana a la edad de 48, la vida de de su hermana mayor, Verónica, fue marcada por haber estado a dos cuadras de la escena del asesinato del policía Daniel Faulkner en Filadelfia, en la madrugada del 9 de diciembre de 1981. Un poco antes de las 4 de la madrugada, ella se encontraba en la zona roja donde se ganaba la vida como trabajadora sexual. Escuchó tres disparos, volteó la cabeza y vio a un policía blanco caer y a dos hombres negros huir corriendo.

Verónica no conocía a Mumia Abu-Jamal, el periodista revolucionario condenado a muerte por la muerte del policía, pero revela que había tenido una relación sexual consensual con Faulkner, quien le trataba bien, la protegía en la calle, y nunca le pidió información, una práctica muy común en su entorno.

Aunque Verónica no quería negarle justicia a Faulkner, en su juicio original en 1982, ella resistió la intimidación y sobornos de la policía para identificar a Mumia como el tirador ––una decisión que la dejó vulnerable a décadas de hostigamiento y difamación. Por lo contrario, dio a conocer que dos policías le habían dicho que “la otra chica” [Cynthia White, la testigo estelar de la Fiscalía que Verónica conocía como ‘Lucky’], había aceptado sus sobornos a cambio de su testimonio falso contra Mumia.

Lo que Verónica no hizo en 1982 fue avalar su declaración inicial que ella había visto dos hombres huir de la escena del crimen ––evidencia potencialmente exculpatoria que hubiera confirmada la posición de la defensa que el verdadero asesino huyó. Sin embargo, apareció en el tribunal de apelaciones en 1996 para rectificar lo que ella consideraba un grave error.

Valerie Jones afirma que “Mi hermana llegó a creer, y yo también, que Mumia Abu-Jamal sólo es culpable de haber sobrevivido aquella noche, y su propia experiencia señala que el caso en su contra es una fabricación policial”.

Valerie describe a su hermana como una mujer inteligente, fuerte, comprensiva y graciosa. Dice que le gustaba divertirse y que era propensa a meterse en líos. En su escuela ganó unos premios en el atletismo y en su barrio ayudaba a las personas a su alrededor. A la edad de 13 sufrió abuso sexual y tuvo problemas emocionales. A la edad de 15 tuvo su primera hija y luego dos más: son Sherri, Tiffany y Kiyra.

Dice Verónica: “A la edad de 17, me sentí inquieta y un poco encerrada…Quería conocer a la gran ciudad—Filadelfia. Nada estaba pasando en Camden…y Fila se veía hermosa…justo al otro lado del puente Benjamín Franklin…. Una noche mi amiga y yo fuimos a divertirnos pero al regresar, se nos acabó la gasolina.”

Al no encontrar con qué comprar gasolina, Verónica terminó aceptando dinero a cambio de sexo por primera vez. A cada oportunidad regresó a la gran ciudad donde conoció a varias de las chicas de la calle y empezó a ganar dinero como trabajadora sexual.

Dice: “Para mí, la calle Locust fue un escape que mucha gente no entendería…Era sórdida, amolada y casi siempre olía a meados, pero en cierto sentido, la esquina de las calles 12 y Locust fue mi oasis…Candy y Lucky me aconsejaron a encontrar a un padrote, pero yo no vi el sentido en coger a un tipo por dinero y luego entregar el dinero a otro tipo…Me dijeron que sin un padrote yo no tendría protección…, pero me pareció una locura porque ¿quién me iba a proteger del padrote?...Las muchachas sabían exactamente qué hacer, cómo caminar, cómo platicar, con quién platicar y con quién no platicar. Tenían todo el paquete: la falda, las medias, los tacones, el perfume apestoso y siempre el maquillaje…Pero yo no pude caminar en tacones… y no siempre obedecí el código de la calle. Se suponía que debía vestirme muy sexy pero hacía demasiado frío, por eso no lo hice. Me recomendaron usar tacones porque a los hombres les gustan los tacones, pero no me importaba. Yo usaba tenis, no muy sexy, pero cómodos. Las faldas y vestidos están bien pero yo prefería a los jeans…

Un día Verónica se dio cuenta que un policía la estaba observando. Dos o tres veces le preguntó qué hacía en la calle y empezaron a conocerse. Era Faulkner. Es probable que algunos lectores vayan a pensar que Verónica ha inventado la historia de la relación sexual con él, pero no tenía motivo para hacerlo. Y será difícil que sus enemigos policías refuten su palabra dado que en el libro ella menciona ciertos lunares en el cuerpo del policía que indican una relación íntima.

Con otros policías, la experiencia de Verónica Jones no era nada buena. En una ocasión dos policías blancos la llevaron a un parque donde la violaron con harta brutalidad. A partir de ese momento se deshizo de la ilusión que los policías realmente protegen y sirven a la gente. Dice: “Sé que si hubiera tenido un arma en mis manos aquella noche, yo habría hecho todo lo posible para defenderme; aunque tuviera que pasar años en prisión lo habría hecho con gusto…Sólo pido que Dios se haya encargado de ellos de una manera u otra”.

El 8 de diciembre Verónica Jones fue a Filadelfia para ganar un poco de dinero para comprar regalos de Navidad para sus hijas. Terminó con su trabajo rápido y fue a ver si su amiga Candy tenía mota, pero en ese momento llegó Faulkner. Dice que andaba de un humor extraño y ni siquiera el sexo le hizo sentir mejor. Él quería que Verónica se fuera a casa, pero ella no le hizo caso.

Un poco después, ella estaba platicando con unas amigas cuando escuchó tres disparos, volteó la cabeza y vio a un policía uniformado caer y a dos hombres negros muy altos huir, a quienes ella reconoció como vendedores ambulantes. Pensaba que debería reportar lo que vio. Dijo: “Yo quería que por lo menos alguien estuviera enterado de los dos hombres que corrieron., pero no quería tener nada que ver con la policía. Tampoco quería que los vendedores ambulantes me persiguieran; ellos no sabían si yo había visto sus caras o no”. Hizo una llamada y le informó a la operadora que un policía había sido disparado, pero cuando le pidió su nombre se asustó y colgó. Le dio un choque al saber un poco después que el policía era Faulkner.

El 15 de diciembre, tres policías entrevistaron a Verónica en su casa en Nueva Jersey, lo que le pareció raro porque pocas personas sabían dónde vivía. Le preguntaron si no había visto a un taxista negro con dreadlocs al lado del policía y ella dijo que no. En su declaración, les dijo lo que había visto-- un policía blanco cayendo y dos hombres negros altos huyendo de la escena.

En dos ocasiones subsecuentes, Verónica fue presionada por distintos policías a decir que Mumia Abu-Jamal había matado al policía. A principios de enero, algunos policías uniformados llevaron a Verónica y varias chicas desde la calle hasta la delegación para interrogarlas. Las chicas preguntaron por qué no habían detenido a Lucky, y los policías les dijeron que ellas podrían trabajar su esquina, como Lucky, si estuvieran dispuestas a decir que Mumia Abu-Jamal había asesinado a Faulkner. Dos detectives llevaron a Verónica a otro cuarto y siguieron con la interrogación pero ella sólo repitió lo que había dicho en su declaración.

El 12 de junio de 1982, Verónica y unos amigos fueron detenidos y llevados a la cárcel, acusados de robo a mano armada y posesión de armas, cargos que después fueron desechados por falta de pruebas. Fue la primera vez que Verónica vio a Pam y Ramona África, quienes habían sido encarceladas por motivos que tenían que ver con su activismo político. Como gente de MOVE, ellas estaban separadas de las otras mujeres, lo que a Verónica le pareció injusto. Le impresionó que ellas dieran de comer a los pájaros, probablemente de su propia ración de pan y fruta.

Unos días después, un guardia le dijo que sus abogados habían venido a verla, pero cuando ella bajó, se identificaron como detectives y le interrogaron de manera humillante durante varias horas sobre qué había pasado el 9 de diciembre. Le dijeron que la única manera de evitar una sentencia de 10 a 15 años y la pérdida de sus 3 hijas era de jurar que Mumia Abu-Jamal había disparado a Faulkner. Aterrada, ella les dijo que lo tendría que pensar.

El 29 de junio, los custodios la sacaron de su celda y la llevaron al salón de un tribunal. Dice Verónica: “Pensé que iba a mi propia audiencia. Al entrar en el enorme salón, me pregunté: ¿Qué diablos es esto? Esto no tiene nada que ver conmigo. Un mar de policías llenó un lado del salón. Y al otro lado estuvo la gente de MOVE. Los policías me vieron como si quisieran matarme. No sabía qué estaba pasando y tenía miedo. Los dos detectives que me habían hostigado y humillado durante horas estaban en un rincón detrás de los policías muy visibles…No dejaron de mirarme. Yo tenía miedo por mis hijas. Tenía miedo de ir a la prisión…Tenía miedo de que ellos pudieran hacer cualquier cosa para vengarse de mí si no hacía lo que querían. Y justamente en medio de todos, viéndome, estuvo Mumia Abu-Jamal, quien yo nunca jamás había visto. Pensé: ¿Se supone que debo mentir contra este hombre? ¡Dios mío!...No pude hacerlo. No pude nombrar a Mumia Abu-Jamal como el tirador. Simplemente no pude hacerlo.”

En el juicio original de Mumia en junio de 1982, Verónica tuvo el valor de resistir la dura presión policiaca para nombrar a Mumia como el asesino de Faulkner y también estableció que los detectives la habían presionado “para que ella dijera lo mismo que la otra chica dijo”. Aún así, los dos detectives estaban ahí en la sala viéndola con miradas fijas y ella recordó sus amenazas. No aguantaba la idea de pasar 10-15 años en la cárcel y perder a sus tres hijas. Por eso se retractó de su declaración original de haber visto dos hombres negros altos huir de la escena del crimen.

Se sentía muy mal por no haber ayudado a la defensa, pero temía que los policías le iban a lastimar o matar y decir que fue un accidente. Pensaba que por otro lado, la gente de MOVE también podría estar enojada con ella por no ratificar su declaración original.

Verónica logró salir de prisión bajo fianza e inmediatamente empezó a recibir amenazas telefónicas. Hizo las maletas y salió del estado en un camión con sus tres hijas. Su destino: la casa de su abuela en Virginia Occidental.

Dijo: “Sabía que no habría paz para nadie conectado con el caso contra Mumia. Me hacía falta paz y cordura porque me había quedado claro que hubo algo detrás de ese asunto contra él que no entendí bien. Sólo sabía que tenía que largarme a la chingada de Jersey y de Filadelfia”.

Dice Valerie Jones que Verónica vivió con su abuela en el campo durante dos años antes de regresar a Camden y conseguir trabajo en un restaurante.

En 1996, investigadores para la defensa ubicaron a Verónica y ella se sentía suficientemente fuerte para aparecer en el tribunal de apelación para ratificar su declaración original, sabiendo que habría represalias de la policía y una fuerte estigmatización pública en los medios debido a su trabajo sexual que ya era parte de su pasado.

Dijo: “Tuve la oportunidad de deshacerme de los fantasmas que me habían acompañado durante catorce años. Necesitaba hacer esto por mis hijas y mis nietos…Quería que se sintieran orgullosos de mí por intentar hacer lo correcto”.

Las represalias no tardaron en llegar, pero esta vez no directamente de la policía, sino de la sub-fiscal Arlene Fisk y el juez Albert Sabo. Al aparecer en corte, donde otra vez un mar de policías altamente armados atiborró la sala, Verónica ratificó su declaración original y aguantó el hostigamiento de Fisk y Sabo, quienes intentaron desprestigiarla y obligarla a cambiar su testimonio, amenazándola con levantar cargos de perjurio en su contra. Al responder a una pregunta de su abogado, Verónica dijo: “Parece que soy yo la enjuiciada. Estoy empezando a odiar este tribunal porque no tiene nada que ver con la justicia”.

Para el colmo, mientras estaba en el estrado dando testimonio, fue detenida por dos policías de Nueva Jersey bajo el pretexto de un viejo cargo por haber pasado un cheque sin fondos ––una maniobra inédita que dejó a medio mundo atónito. “Tendrás que hacer algo mejor que esto para callarme”, Verónica espetó a Fisk mientras los policías la llevaron de la sala.

Verónica no se lo pudo creer: “¡Nunca me imaginé que alguien pudiera ser golpeada, arrastrada por el fango, y torturada en el estrado simplemente por salir a decir la verdad! ¿Se supone que esto fue legal? ¿Cómo lograron hacer esa mierda y salirse con la suya? Esos policías grandulones de Nueva Jersey me agarraron bajo ordenes de la malvada perra de la Fiscalía…Me tendieron una emboscada…Las cortes de Filadelfia son una mierda. No querían la verdad o una verdadera justicia en 1982. ¿Entonces por qué pensé que lo iban a querer en 1996? Que tonta era yo por haber pensado que me iban a escuchar…¿Qué tipo de sistema de justicia es esto? ¿Tantas ganas tienen para freír a Mumia?...Esos hijos de la chingada hicieron lo que les daba la gana en esa sala y nadie era capaz de pararlos…Catorce años después y nada ha cambiado. Hasta el juez es el mismo. Sabo. El mismísimo diablo. Y esa malvada bruja Arlene Fisk. Hay un lugar especial en el infierno para gente como ella y Sabo y yo espero que paguen muy caro por arruinar las vidas de tanta gente, sabiendo lo que hacen”.

Después de la audiencia Verónica Jones se sentía muy sola. En la cárcel los policías entraron para reírse de ella. Pero aún así sintió un alivio por haber hecho lo correcto. Lo que no esperaba fue el apoyo de MOVE. Su gente se movilizó para recaudar el dinero para su fianza ese mismo día.

Dijo Verónica: “Cuando me enteré de esto, lo único que pude hacer fue llorar. La misma gente que yo pensé me iba a odiar por mentir en el juicio original me estaban ayudando. Las mujeres de MOVE me llevaron a desayunar y la pasamos muy bien. Son buena gente y saben muy bien como funciona este sistema de injusticia”.

“Yo estaba impaciente por ir a la audiencia el siguiente día con MOVE para mostrar mi apoyo para Mumia Abu-Jamal. Quería mostrarle al juez Sabo y a Arlene Fisk que no me asustaron, no me intimidaron, no me quebraron. Al entrar, Sabo echó una ojeada a la gente en la sala. Le miré a los ojos como para decirle: “A huevo. Aquí estoy para apoyar a Mumia Abu-Jamal”.

En el epilogo del libro, la abogada Rachel Wolkenstein destaca la importancia del libro como una importante prueba que indica la inocencia de Mumia al mostrar, junto con otras pruebas, que el caso de la Fiscalía es una mentira. Sin especular sobre exactamente lo que llevó a la muerte de Faulkner y a la herida de bala y golpiza de Mumia, Wolkenstein observa que un aporte del libro de Verónica es la descripción como vendedores ambulantes de los dos hombres altos que ella vio huir. La abogada señala que esta descripción les queda a Kenneth Freeman y Arnold Howard. Otros testimonios también indican que Kenneth Freeman pudo haber sido el tirador.

Convencida de la inocencia de Mumia, Verónica Jones participó en el movimiento por la libertad de Mumia a partir de la audiencia de 1996, a pesar de difamación en la prensa y amenazas anónimas contra ella y su familia hasta el día de su muerte el 1 de diciembre de 2010.

Cuando su libro póstumo se presentó en Filadelfia el 20 de octubre de 2012, sus tres hijas ––Sherri, Tiffany y Kiyra,–– leyeron fragmentos de su memoria, y su sobrina Jessica participó en la presentación, junto con Valerie Jones, Pam y Ramona África, el abogado Michael Coard, Rachel Wolkenstein, y Hakim Hopkins.

Dijo Valerie Jones: “Quiero que la gente recuerde el valor de Verónica…La extraño terriblemente y espero que he compartido su notable historia de una manera que le trae justicia. Si he cumplido con esa misión, ésta será la única justicia que ella ha conocido—hasta ahora”.

http://amigosdemumiamx.wordpress.com/2012/11/25/veronica-jones-y-el-caso-de-mumia-abu-jamal/

 

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