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Mundo :: 06/12/2013

[Videos] Fallece Nelson Mandela, uno de los impresindibles

Agencias/La Haine
Recibió formación militar en varios países africanos y montó Umkhonto we Sizwe (MK), el brazo armado del CNA
Huérfana queda Suráfrica de ese héroe que Mandela fue y todavía es, aunque él se empeñara en negarlo (“siempre me preocupó ser contemplado como un santo. Nunca lo fui”, escribió), y sola ante la grandiosa tarea de honrar su legado. Madiba, su nombre en la tribu xhosa por el que era cariñosamente conocido, siempre expresó su convicción de que “la equidad social es la base de la felicidad humana”. Rolihlahla Mandela nació el 18 de julio de 1918 en una aldea del Transkei llamada Mvezo y fue su profesor de primaria el que le puso por nombre Nelson. A la muerte de su padre, el pequeño fue confiado al monarca regente del pueblo thembu y todo hacía presagiar que se convertiría en un líder de su comunidad. De hecho, se esperaba que se casara con una novia elegida por el regente. Pero Rolihlahla comenzó pronto a romper con las reglas que le imponía su sociedad. “Salí huyendo de un matrimonio forzado y eso cambió toda mi carrera. Si me hubiera quedado [en la aldea], hoy sería un jefe respetado, con una gran barriga, y muchas ovejas y ganado”, confesó Mandela al periodista estadounidense Richard Stengel cuando preparaba con él su autobiografía. En 1941, parte hacia Johannesburgo, donde encuentra trabajo primero como guarda nocturno en una mina y después como administrativo en un bufete de abogados. Comienza a asistir a reuniones del Congreso Nacional Africano (CNA), cuya liga juvenil funda en 1944, el mismo año en que se casa con Evelyn Mase, su primera esposa, con la que tendrá cuatro hijos y de la que se divorciará doce años después para casarse con Winnie Madikizela, madre de sus otras dos hijas. Elegido presidente del CNA para la provincia de Transvaal en 1952, lanza la Campaña de Desobediencia a las leyes del apartheid: 8.500 personas, incluido él mismo, pasaron temporadas en la cárcel por desafiar leyes que estaban destinadas a humillar y a mantener separada a la población de color (india o negra). A medida que el régimen surafricano se torna más violento en la represión de la lucha contra el apartheid -con masacres como la de Sharpeville en 1960 y la ilegalización del CNA- Mandela lidera la organización del partido en la clandestinidad; recibe formación militar en varios países africanos y monta Umkhonto we Sizwe (MK), el brazo armado del CNA, que emprende una serie de campañas de sabotaje. La cúpula de MK, con Mandela a la cabeza, es detenida y juzgada en el juicio de Rivonia, donde Mandela expuso en un famoso discurso los principios de su carrera política. “He luchado contra la dominación blanca y he luchado contra la dominación negra”, dijo. “He acariciado el ideal de una sociedad libre y democrática en la que todas las personas vivan con igualdad de oportunidades. Es un ideal por el que espero vivir y ver realizado. Pero, si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir“. El 12 de junio de 1964, Mandela y otros siete líderes del CNA eran sentenciados a cadena perpetua y recluidos en la prisión de máxima seguridad situada en la isla situada frente a Ciudad del Cabo, hoy convertida en museo y que enseñan al público antiguos presidiarios. Robben Island. Durísimas las condiciones penitenciarias. Inicialmente, sólo una breve carta y una corta visita eran permitidas cada seis meses. Más tarde llega más correspondencia pero “mutilada a gusto del censor”. La dieta, penosa. Y nada de libros o periódicos. Obligados a trabajar picando a cielo abierto en un yacimiento de cal, muchos presos sufrieron perforaciones graves en la retina por estar todo el día al sol. Algún guarda llegó a mear delante de ellos, humillándolos. “En aquella época los guardas miraban a cada preso negro como subhumano. Eran racistas, crueles y crudos”, recordaba Mandela. “Querían romper nuestro espíritu. Así que lo que hacíamos era cantar canciones de la lucha por la liberación mientras trabajábamos“. Les obligaban a decir baas (jefe, en afrikaans), pero nunca lo hicieron. “Es fútil pensar que cualquier forma de persecución va a cambiar nuestra forma de pensar”, se quejaba Mandela, que en una carta al ministro de Justicia denunció que privilegios disponibles para otros presos, incluidos los condenados por asesinato o violación, no eran dados a los presos políticos. Nunca tuvo pesadillas. Lo peor fue la impotencia: “Ver cómo mi esposa estaba siendo acosada por la policía, a veces incluso atacada, y yo no estaba ahí para defenderla”, le contó a Stengel. “A veces me preguntaba si había hecho lo correcto por ayudar al prójimo, poniendo a mi familia en tales dificultades. Cada vez terminaba diciéndome: fue la decisión correcta”. Durante sus más de 27 años de encarcelamiento se convirtió en un símbolo internacional de la lucha por la justicia. Era exquisito, cortés y amable en extremo. Durante una conferencia pronunciada ante grandes eminencias se le acabó el agua, y un camarero depositó discretamente otro vaso lleno en el atrio. Mandela paró su intervención, se giró y dijo al hombre: “Thank you very much”. En las personas en las que nadie reparaba, Mandela veía seres humanos, dignos de reconocimiento. De hecho, a algunos no les gustaba ese exceso de bondad. El periodista Stengel le hizo la pregunta durante una de sus conversaciones. — La gente dice que el problema de Nelson Mandela es que está demasiado dispuesto a ver lo bueno en la gente. ¿Cómo responde a eso? — Creo que trae beneficios [pensar bien de los demás]. Es bueno asumir y actuar sobre la base de que los demás son personas de honor e integridad porque tiendes a atraer integridad y honor si así es como miras a quienes trabajan contigo. “En la vida real -le dijo- no tratamos con dioses, sino con humanos ordinarios como nosotros: hombres y mujeres llenos de contradicciones. El sospechoso siempre estará atormentado por la sospecha, el crédulo siempre estará dispuesto a tragarse todo, y el vindicativo usará el hacha afilada en lugar de la suave pluma. Pero el realista mirará al comportamiento desde todos los ángulos y se concentrará en aquellas cualidades de una persona que son edificantes, que elevan tu espíritu y despiertan en ti el entusiasmo por vivir”. Queda su legado, sus escritos, su recuerdo. Como epílogo, la frase suelta que Mandela anotó en una de sus libretas: “Las puertas del mundo abiertas”.

 

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