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Medio Oriente :: 30/10/2025

Ya no es posible ser palestino en Cisjordania

Gideon Levy
Mientras Trump promete a los países árabes que la anexión israelí “no ocurrirá”, da la espalda a la destrucción, al despojo, a la pobreza, a la violencia de los colonos supremacistas en Cisjordania

En Cisjordania, nadie ha oído hablar del alto el fuego en Gaza: ni el ejército, ni los colonos, ni la Administración Civil, y, por supuesto, tampoco los tres millones de palestinos que viven bajo su tiranía. No sienten en absoluto el fin de la guerra.

De Yenín a Hebrón no hay ningún alto el fuego a la vista. Desde hace dos años reina en Cisjordania un régimen de terror, bajo la cobertura de la guerra en la Franja, que sirve como pretexto dudoso y cortina de humo, y no hay señales de que vaya a terminar.

Todos los decretos draconianos impuestos a los palestinos el 7 de octubre siguen vigentes; algunos incluso se han endurecido. La violencia de los colonos supremacistas continúa, al igual que la implicación del ejército y la policía en los disturbios. En Gaza muere y se desplaza menos gente, pero en Cisjordania todo sigue como si no existiera ningún alto el fuego.

Trump, tan activo y resuelto en Gaza, cierra los ojos ante Cisjordania y se miente a sí mismo sobre la situación allí. Bloquear la anexión le basta. “No sucederá porque di mi palabra a los países árabes”, declaró Trump la semana pasada, mientras a sus espaldas el régimen israelí hace todo lo posible en Cisjordania para destruir, despojar, maltratar y evitar cualquier posibilidad de vida.

A veces parece que el jefe del Mando Central del ejército israelí, Avi Bluth, fiel y obediente a su superior —el ministro de Finanzas Bezalel Smotrich, también ministro en el Ministerio de Defensa—, está llevando a cabo un experimento humano, junto con los colonos y la policía: veamos cuánto podemos atormentarlos antes de que estallen.

La esperanza de que su ansia de abuso se apaciguara junto con los combates en Gaza se desvaneció. La guerra en la Franja no era más que una excusa. Cuando los medios evitan Cisjordania y la mayoría de los israelíes —y de los estadounidenses— no se preocupan realmente por lo que ocurre allí, el tormento puede continuar.

El 7 de octubre fue, en efecto, una oportunidad histórica para que los colonos y sus colaboradores hicieran lo que no se habían atrevido a hacer durante años.

Ya no es posible ser palestino en Cisjordania. No ha sido destruida como Gaza, no han muerto decenas de miles de personas, pero la vida allí se ha vuelto imposible. Es difícil imaginar que el férreo control de Israel pueda durar mucho más sin una explosión de violencia —justificada, esta vez.

Entre 150 000 y 200 000 palestinos de Cisjordania que trabajaban en Israel están desempleados desde hace dos años. Dos años sin un solo séquel de ingresos. Los salarios de decenas de miles de empleados de la Autoridad Palestina también se redujeron drásticamente debido a la retención por parte del régimen de Netanyahu de los impuestos que recauda para dicha Autoridad.

La pobreza y la miseria están por todas partes. También los bloqueos y los puestos de control; nunca ha habido tantos, y durante un período tan prolongado. Ahora son cientos.

Cada asentamiento tiene puertas de hierro cerradas, o que se abren y cierran por turnos. Es imposible saber qué está abierto y qué no —y, más importante aún, cuándo. Todo es arbitrario. Todo ocurre por la presión de los colonos, que han convertido al ejército sionista en su siervo sumiso. Así es cuando Smotrich es el ministro de Cisjordania.

Aproximadamente 120 nuevos puestos avanzados de colonización, casi todos violentos, se han establecido desde el ataque reivindicativo 7 de octubre, abarcando decenas de miles de hectáreas, todos con el apoyo del régimen. No pasa una semana sin nuevos puestos avanzados; también es inédita la magnitud de la limpieza étnica que buscan: Hagar Shezaf informó el viernes que, durante la guerra de Gaza, los habitantes de 80 aldeas palestinas de Cisjordania huyeron por miedo a los colonos que se habían apoderado de sus tierras.

El rostro de Cisjordania cambia a diario. Lo veo con mis propios ojos asombrados. Trump puede presumir de haber detenido la anexión, pero la anexión está más arraigada que nunca.

Desde el centro de mando que el ejército de EEUU estableció en Kiryat Gat se puede quizá ver Gaza, pero no se ve Kiryat Arba, la colonia cercana a Hebrón.

Cisjordania clama por una intervención internacional urgente, tanto como la Franja de Gaza. Soldados —estadounidenses, europeos, emiratíes o incluso turcos—: alguien debe proteger a sus indefensos habitantes. Alguien debe rescatarlos de las garras del ejército israelí y de los colonos supremacistas.

Imagina a un soldado extranjero en un puesto de control deteniendo a los matones colonos en su camino hacia un pogromo. Un sueño.

TlaxNet

 

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