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Asia :: 23/02/2006

Chechenia: el genocidio (y la resistencia) continúa

La Haine
Este 23 de febrero se conmemora el 62 aniversario de la orden de deportación del pueblo checheno dada por Stalin.

Chechenia: el genocidio (y la resistencia) continúa

Este 23 de febrero se conmemora el 62 aniversario de la orden de deportación del pueblo checheno dada por Stalin. Acusados de colaborar con el ejército nazi, Stalin ordenó la deportación de los pueblos checheno, ingush y otros pueblos caucásicos a Asia Central y Siberia.
Al margen la posible colaboración de algunos sectores caucásicos con las autoridades nazis es también cierto que 17.413 chechenos lucharon en el Ejército Rojo o con los partisanos y que la única localidad sobre la que consiguió tomar el control la Wehrmacht en territorio checheno-ingush fue Malgobek (de población mayoritariamente rusa). La razón última que subyacería sobre la macrooperación represiva del stalinismo sería el castigar a un pueblo que nunca había aceptado ser dominado.
Aquel invierno de 1944 387.000 chechenos y 91.000 ingushes fueron hacinados en 180 trenes y deportados a Asia Central. La población de las montañas fue obligada a bajar a las llanuras donde fueron igualmente cargados en trenes. Dos pueblos fueron arrancados de su tierra. Toda referencia a Chechenia fue eliminada de mapas oficiales, libros y enciclopedias. Se calcula que el 45% de la población chechena murió durante la gigantesca operación de deportación forzada y los años posteriores. Miles de mujeres, hombres y niños murieron de frío, hambre y enfermedades. La propia NKVT, policía secreta, reportó 144.704 muertos en la operación de deportación. Miles de cadáveres arrojados a los lados de las vías férreas fueron el macabro vestigio de aquella operación.

Esta planificada deportación supuso un paso punitivo más en las pretensiones de subyugar al rebelde pueblo checheno, que ya desde finales del siglo XVIII se había resistido a la expansión colonialista rusa. La historia del Caúcaso y del pueblo checheno durante los dos últimos siglos está de hecho marcada por constantes enfrentamientos con el poder ruso y soviético, e inundada de represión. A diferencia de muchos pueblos europeos que no pudieron resistir la expansión y asimilación por los estados europeos emergentes, el pueblo checheno sigue vivo, aunque ha tenido que pagar un elevadísimo tributo en sangre por mantener su conciencia como pueblo.

Tras reconocer Nikita Kruschev en 1957 los errores que se habían cometido con los pueblos caucásicos, la población chechena regresó a su tierra encontrándose con que sus antiguas pertenencias eran ahora propiedad de quienes llegaron a Chechenia tras ser vaciada de sus habitantes. El regreso a Chechenia tampoco supuso el fin del conflicto histórico con Rusia.

Tras el desmoronamiento de la URSS y ostentando Dzhojar Dudaev el poder en Chechenia llegaría en 1991 la declaración de independencia.
La historia más reciente en la pequeña república de Ichkeria, más conocida como Chechenia, viene marcada por la criminal invasión del ejército ruso. Los acuerdos de Jasaviurt de agosto de 1996 firmados entre el general Alexander Lebed y el asesinado presidente electo checheno Aslan Maskhadov, que ponían fin a la primera guerra de ocupación (1994-1996) y dejaban entreabierta la puerta que el pueblo checheno pudiera autodeterminarse, fueron rotos unilateralmente por Moscú. La excusa esgrimida fueron varios atentados indiscriminados en territorio ruso que el Kremlin atribuyó sin vacilar al "terrorismo checheno". Atentados que algunas voces achacan a los propios servicios secretos rusos para preparar el terreno mediático y argumental para una nueva y definitiva invasión de Chechenia. Entre otros factores, la estratégica ubicación del territorio checheno y el precedente que supondría el ejercicio del derecho de autodeterminación por parte de una república en una zona tan inestable como el Caúcaso se antojan claves en la decisión de desplegar de nuevo y con más fuerza aún la maquinaria de guerra rusa. Todo ello bañado con una exaltación del gran-nacionalismo ruso que impregna a gran parte de la población rusa y que tiene su complemento en una campaña mediática que presenta a la resistencia chechena como "bandidos"y "terroristas". Se busca además identificar simplista e intencionadamente a toda la resistencia chechena con un extremismo islámico que, si bien puede estar presente en algunos sectores de la resistencia, de ningún modo puede llevar a asociar la lucha de un pueblo contra la ocupación con una lucha con motivaciones religiosas.

Tras dos guerras de ocupación (1994-1996 y 1999 hasta la fecha) se calcula que ha muerto cerca de un 10 % de la población de esta república cuya extensión no llega a duplicar la de Nafarroa. De los aproximadamente 1.200.000 habitantes que tenía Ichkeria en 1991 hoy en día tal vez no lleguen a la mitad. Varios cientos de miles de chechenos/as han huído por miedo a represalias y a los salvajes métodos usados por los ocupantes. Se calcula que en los campos de refugiados de Ingushetia malviven actualmente unos/as 200.000 chechenos/as. Decenas de miles de combatientes o potenciales combatientes, e incluso mujeres y niños (potenciales colaboradores de la resistencia), han sido asesinados por el ejército ruso, por las OMON (cuerpos especiales del Ministerio de Interior), por la policía prorusa y por las fuerzas paramilitares. Muchos de ellos desaparecidos en centros de detención y tortura. Sólo en 2005 fueron contabilizadas 235 desapariciones según constata un memorando elaborado por varias organizaciones en defensa de los derechos humanos. Grupos armados bajo mando de las autoridades prorusas, mafias y bandas armadas incontroladas imponen el terror en las devastadas calles chechenas.
Conjuntamente con Irak, Guantánamo, los centros secretos de detención y tortura distribuidos también en Europa, la Colombia del paramilitarismo institucionalizado o las ignoradas guerras que desangran Africa, la situación de Chechenia constituye una de las mayores vergüenzas de la humanidad en pleno siglo XXI.
42 años después de aquella deportación masiva Chechenia sigue siendo hoy sinónimo de lucha por sobrevivir. Y también sinónimo de genocidio. Un genocidio silenciado, como cabría esperar, por esos gobiernos que únicamente apelan a la defensa de los derechos humanos cuando la utilizan como arma para intentar desgastar y deslegitimar los procesos antiimperialistas.
Pero también un genocidio ignorado por la ONU, organismos internacionales y organizaciones de izquierdas para quienes el pueblo checheno parece no existir.

La denuncia y la recuperación de la memoria histórica son, en este sentido, imprescindibles, al igual que la solidaridad entre los pueblos que siguen resistiendo los intentos de conquista y asimilación. Para que el pueblo checheno y el resto de pueblos del mundo, incluído el vasco, no terminen convertidos en una simple referencia histórica a pueblos que existieron en el pasado, sino que sean quienes escriban su propia historia: pasada, presente y futura.

Iñaki Etaio (Askapenako kidea)

 

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