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Argentina, Pensamiento :: 14/01/2016

El proyecto nacional y popular y sus límites

Rubén Dri
De la forma como se castigó al peronismo, es decir, al pueblo, luego de su derrota, debemos colegir cuál será la historia que se va a seguir implementando ahora

La ferocidad con la que el macrismo ha implementado sus medidas de shock y castigo hacia los sectores más vulnerables es una réplica de la ferocidad con la que el golpe de 1955 intentó barrer al peronismo y el pueblo. La historia se repite y no se repite, es decir, se repite pero nunca de la misma manera. Entender este proceso nos permite colegir cuáles serán las formas del castigo a implementar hacia adelante y los modos de enfrentarlas.

Como expone Hegel en la 'Fenomenología del espíritu' el sujeto, esa realidad histórica, la única, que somos nosotros tanto en lo individual como en lo colectivo, familia, gremio, partido político, nación, se va desarrollando en forma espiralada, repitiendo siempre lo mismo, pero siempre diferente. Lo mismo que se repite ya es otro.

Cada círculo de la espiral es un momento que se supera, es decir, se suprime, se conserva y deviene otro. Cada uno de nosotros como sujetos que somos, apenas salidos del vientre materno comenzamos la exploración del mundo. Lo hacemos sin programación, al tuntún. Llega un momento en que el sujeto es compelido desde sí mismo, desde dentro, a pasar a otro nivel, a programar la exploración. Es el momento “científico”.

El paso de un nivel al otro, en este caso, de la improvisación a la programación, está precedido por una crisis que expresa el momento de defunción del nivel que se abandona.

Un proyecto político siempre es el proyecto de un determinado sujeto que se va construyendo a sí mismo en la medida en que construye el proyecto. La derrota del proyecto es la derrota del sujeto. En determinado momento el proyecto y el correspondiente sujeto, o al revés, entra en crisis, siente que el desarrollo en ese nivel está agotado. Necesita pasar a otro nivel, pero por diversos motivos puede suceder, y muchas veces así es, que la dialéctica se trabe y la crisis se ahonde, retardando la llegada al nuevo nivel.

Si dejamos de lado la Bolivia de Evo y hacemos un paréntesis con el Ecuador de Correa, para la columna vertebral de UNASUR, Venezuela, Brasil, Argentina, la situación es claramente de crisis y en general de dialéctica “trabada” que, si no se destraba, el retroceso es inevitable, lo que significaría que luego de sufrir una recaída profunda en el infierno neoliberal, habrá que comenzar la remontada desde muy abajo.

Quedémonos en Argentina. Luego de la crisis del 2001 con el “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”, que funcionó como una primera negación, a partir de 2003 con Néstor Kirchner se fue produciendo la segunda negación, la negación de la negación, el surgir del proyecto nacional y popular en una nueva etapa que, con muchos avances y algunos retrocesos, fue construyendo una “sociedad inclusiva”, pero dentro de parámetros capitalistas que necesariamente le iban a poner límites que no se pudieron traspasar.

Llegado al límite de la inclusión con la cantidad de derechos adquiridos que pasaron a formar parte del sentido común, no se le propusieron al pueblo nuevas metas. Es entonces que los núcleos del poder dominante desenvainan de una manera totalmente tramposa una serie de hitos a ser conseguidos: seguridad, lucha contra el narco tráfico, consenso, fiesta interminable, escondiendo sus verdaderos propósitos, o sea su proyecto.

La mejor manera que se me ocurre de describirlo es con la figura del escorpión que oculta el veneno en la cola. Hay que tener cuidado decían los medievales porque 'in cauda venenum', el veneno está en la cola y no puede no envenenarte si te acercás y lo tocás. Los “globos amarillos” fiesteros, con los pretendidos bailes de Macri, ocultaban venenos tan peligrosos como la devaluación, los despidos de trabajadores, el megacanje, la represión.

En realidad nunca, desde que el 25 de mayo de 1810 se lanzara la carrera por la independencia, el campo político, que es decir, el campo donde se decide la suerte de la comunidad ciudadana, dejó de estar atravesada por dos proyectos antagónicos, separados por lo que ya se conoce como la “grieta” y que la oposición al kirchnerismo atribuyó a una mala praxis kirchnerista.

La pampa húmeda con el puerto de Buenos Aires en comunicación directa con el imperio inglés en su momento de expansión, de una parte, expresado políticamente por Rivadavia, Alvear, Posadas y todo el interior formado por la Banda Oriental, las provincias litoraleñas y todo el noroeste y Cuyo, por otra, expresados políticamente por Moreno, Castelli, Artigas y San Martín.

Un proyecto de país dependiente del imperio inglés, que después de la Segunda Guerra Mundial será sucedido por el norteamericano contra el proyecto de país independiente que será expresado más tarde por el peronismo con las tres banderas de justicia social, economía nacional y soberanía política y, en el presente, por Cristina con la “inclusión social”.

Desde la batalla de Pavón (1861) que el líder federal Urquiza entregó a Mitre, líder del proyecto de país dependiente, este último proyecto fue siempre triunfante, salvo dos paréntesis, al que le podemos agregar un semi-paréntesis. Los dos paréntesis son los representados por el primer gobierno peronista en la etapa que va de 1945 a1955 y la kirchnerista que va del 2003 al 2015. Podemos hacerle un lugar en estos paréntesis al radicalismo de Yrigoyen.

Las similitudes entre los dos gobiernos nacionales y populares son verdaderamente notables tanto en sus respetivos proyectos de gobierno, en sus resultados, en sus límites, en su derrota y en la resistencia posterior a la derrota. En ambos casos se trata de un matrimonio en que ambos contrayentes tienen una profunda vocación política, ambos tienen carisma y realizan políticas de inclusión social, de recuperación de la política como instrumentos de transformación, ambos expresan un momento de la historia del movimiento nacional y popular que enfrentó al proyecto dependiente del imperio desde 1810. Ambos tienen una etapa de realizaciones que dura una década, de 1945 a 1955 el peronismo, y de 2003 a 2015 el kirchnerismo.

La ferocidad con la que el macrismo, expresión política de las grandes corporaciones, está castigando al pueblo es una réplica de la ferocidad con la que la libertadora lo castigó en 1955. La derrota del kirchnerismo en las últimas elecciones es una réplica de la derrota del peronismo en el 55. La historia se repite y no se repite, se repite pero nunca de la misma manera.

De la forma como se castigó al peronismo, es decir, al pueblo, luego de su derrota, debemos colegir cuál será la que se va a seguir implementando ahora.

En estos momentos en que estoy tecleando mis reflexiones, se produce el cierre del programa que Víctor Hugo Morales desarrollaba en radio “Continental”. Era casi la única voz que expresaba a los sectores populares. Naturalmente que esto no es un simple accidente, una equivocación o una medida que la toma por su cuenta la empresa. Forma parte del silenciamiento a toda voz discordante.

Se silenciaron 678, Nac and pop, Víctor Hugo Morales, TVR, Duro de domar; se despidieron unos 17.000 trabajadores del Estado; se reprimieron con garrotes, gases, balas de goma (por ahora); se decretó que la policía puede pedir el documento de identidad porque se le ocurre. Son todas medidas que se necesitan para que el proyecto de la colosal transferencia de recursos de los sectores populares al gorilaje, o sea, a las corporaciones transnacionales, pueda llevarse a cabo. En el 55 se implementaron todas esas medidas, más los fusilamientos y las masacres de opositores. Esto todavía no se puede implementar ahora, porque el avance sobre derechos humanos y en general sobre derechos populares logrados hasta el momento no lo hace viable.

Lo fundamental es entender que no son medidas aisladas, o realizadas sólo por iniciativa personal de algún dirigente, o errores o excesos. Constituyen un combo de medidas exigidas por el proyecto. Ningún pueblo acepta que se le quiten todos los derechos sin luchar. Las medidas mencionadas están destinadas a aplastar la lucha popular. Tanto los avances realizados por el primer peronismo como por el kirchnerismo, aparte de los poderosos enemigos cuyos intereses dañaron, tuvieron límites que no pudieron traspasar, y no se trata de señalar que no pudieron o no supieron traspasar la lógica del capitalismo. Eso es evidente, pero decir “capitalismo” y “socialismo” es apuntar a algo abstracto, o tal vez a algo que podemos denominar como “tipos ideales”.

Tomados así, es evidente que lo que se pretende desde un movimiento nacional y popular es caminar hacia el socialismo, pero eso debe mantenerse como utopía, como ese horizonte al que nunca se llega y que por eso se mantiene como foco de atracción. El movimiento debe romper la inercia que supone moverse entre esos dos tipos como si fuese posible la realización de un capitalismo o un socialismo puro.

Eso no es posible, pero sí es posible romper parcialmente la lógica del capital avanzando sobre temas concretos. No se trata de plantear “propiedad colectiva versus propiedad privada”. Ésas son abstracciones. En la medida que somos esencialmente seres sociales, toda propiedad es “social”, pero como somos también seres individuales, toda propiedad siempre tiene un momento, un aspecto de particularidad.

El movimiento debe abrir el horizonte teórico y práctico sobre la propiedad y avanzar en propuestas concretas al respecto. La política en el movimiento popular es o debe ser la fuerza del sujeto colectivo, de los diversos y múltiples sujetos colectivos que lo conforman, que avanza dibujando nuevos mapas en los que se quiebre la propiedad del gran capital. Se han dado pasos, pero hasta el momento ha faltado la voluntad política de jugarse en esa dirección.

* Filósofo, teólogo, profesor e investigador en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.
La Tecl@ Eñe

 

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