El pueblo español ha olvidado su historia. Cuarenta años de fascismo, y miles de asesinados y torturados, han erradicado la memoria. La memoria de la II República, y de la Revolución que comenzó en el 36 y tuvo su punto álgido en el 37.

La izquierda española reapareció en Salamanca. No se trataba de reivindicar una III República, que nadie sabe ni cuándo ni cómo llegará, sino de defender dos realidades anticapitalistas: la cubana y la venezolana. Bueno, también había que reivindicar la III República, claro, pero vayamos por partes.

Aquellos que critican a Cuba desde el sectarismo, el dogmatismo y la información que les da el capitalismo cada día, por ateos, por materialistas o por anarquistas que se digan, razonan exactamente como razonaban los padres de la Iglesia o los fundadores del budismo, usando palabras de Kropotkin.

Dijeron que no sabían nada. Aunque ayudaban a quienes perseguían, dijeron que no sabían nada. Dijeron que no sabían nada, aunque colaboraron y fueron cómplices. Y el resto del mundo les creyó, y olvidó. Se asumió como si no hubiera otra posibilidad, como si no hubiera otro camino posible.