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Estado español :: 17/06/2020

Castilla libre, poder popular

Izquierda Castellana
El Poder Popular derrotó al alzamiento militar fascista en julio de 1936. El poder popular derrotará a la Monarquía y restaurará la República.

El debate sobre la priorización e interrelación del trabajo institucional y el trabajo de organización y movilización popular es una constante a lo largo de la historia, constante que en determinados momentos adquiere una especial importancia.

Habitualmente sirve para delimitar las posiciones de aquellas organizaciones que están realmente por la transformación social y además tienen la suficiente confianza en la fuerza del Pueblo y en su propia capacidad para llevar esas transformaciones adelante; y aquellas cuya pretensión fundamental es sacar partido, en la mejor de las maneras posibles, de su estatus institucional, sobre todo en el reparto de cargos que el Régimen del 78 ofrece en sus numerosísimos chiringuitos.

Partiendo de esa filosofía (la acaparación de cargos), la mayor preocupación de esas fuerzas es la de los resultados electorales y los pactos posteriores que les lleven a conseguir la mayor porción posible del pastel institucional. La perspectiva transformadora de la sociedad, si alguna vez la han tenido, la dejan de lado en pos del rendimiento inmediato en el reparto de cargos.

Esa filosofía lleva inevitablemente, entre las fuerzas que se reivindican formalmente de la izquierda transformadora, a una situación tarde o temprano sin salida, porque los sectores sociales que dieron sus votos a esas fuerzas acaban comprobando -la realidad es terca- que los compromisos teóricos y la realidad de la praxis poco tienen que ver. Tal cosa ha ocurrido con diferentes fuerzas políticas inmersas en esa concepción a lo largo de la historia del Régimen de la II Restauración Borbónica. Euskadiko Ezkerra, Esquerda Galega o el propio PCE, que aportando un pasado glorioso en la lucha contra el fascismo y un enorme sacrificio militante, se vio reducido a la casi irrelevancia por su entrega absoluta, al menos en las primeras décadas de la Transición, al Régimen del 78. Sería una auténtica pena que después de llevar unos años recuperando su línea de acción histórica, al menos en Madrid, volvieran a caer en esa deriva que les llevó a la casi desaparición política de la mano de Podemos y del actual Gobierno de Coalición, que no es sino el Gobierno de Salvación del Régimen del 78.

En una deriva similar nos encontramos con la actual dirección de la Izquierda Abertzale. Hace pocos días uno de sus líderes más reconocidos y en relación con el aniversario del fallecimiento de Jon Idígoras, decía que ese luchador, de vivir actualmente, estaría plenamente de acuerdo con la línea que impulsa la dirección de la IA. Nos parece un ejercicio absolutamente acientífico, irresponsable y desde luego interesado. Tenemos muchas dudas de que tal cosa fuera así. Conocimos a Jon Idigoras más que superficialmente; y estuvimos con él en momentos muy complicados, como el del asesinato de Josu Muguruza, en Madrid; también en situaciones mucho más relajadas e incluso festivas, como en la campaña de las Elecciones Europeas de 1987 en Valladolid. Sinceramente nos cuesta mucho creer ese relato, por no hablar de Izaskun o Txomin, que estamos convencidos de que no compartirían la línea actual, aunque no lo expresaran públicamente por su sentido de la disciplina y de situarse en los últimos años fundamentalmente en el papel de observadores del devenir de las cosas. Desde luego no de observadores neutrales, sino todo lo contrario.

Pero la cuestión central no es de personas, por mucha importancia que estas tengan o hayan tenido. La cuestión principal es poner en marcha una línea de trabajo que conduzca realmente al éxito, a la consecución de objetivos tácticos y finalmente a la victoria estratégica. Y tal cosa no es un ejercicio de adivinanzas o de apuestas a la ruleta. No, es una cuestión de analizar la realidad y rigurosamente aquellas vías e instrumentos que partiendo de la necesidad del cambio nos permitan alcanzar los objetivos.

Hay fuerzas políticas y sociales, también entre las que se consideran de izquierdas, que no se plantean cambios significativos, sino simplemente algunas propuestas para afrontar con el menor desgaste posible para el Régimen y para ellas mismas las diversas coyunturas socio-económicas. Entre ellas está el PSOE. Sus apoyos electorales fluctúan, pero siempre dentro de unos límites porque no prometen al “asalto a los cielos” ni nada parecido, y por tanto las ilusiones y desengaños no son del “todo o nada”. Eso les diferencia de Unidos Podemos, que han desinflado totalmente sus promesas (cosa totalmente previsible) y por tanto sus expectativas electorales, al menos según las encuestas, caen en picado.

En los últimos años del franquismo el uso institucional de la lucha popular era residual y ello estaba claro, sin desperdiciar las más mínimas posibilidades que aquel Régimen ofrecía, tal como las elecciones sindicales o las elecciones a delegados en la universidad a partir del decreto de Martínez Esteruelas en 1973. Ya con la Transición la mayoría de las fuerzas políticas, sociales y sindicales dieron un vuelco total a la cuestión. La lucha institucional pasaba a ser lo esencial y se inició un vaciamiento de los movimientos sociales absolutamente programado y desgraciadamente bastante exitoso en la mayoría de los Pueblos del Estado español. Euskal Herria y Galicia fueron dos claras excepciones, cada una con sus características. En otros pueblos, como en Andalucía o Castilla, se constituyeron movimientos de resistencia pequeños desde el punto de vista cuantitativo, pero muy importantes cualitativamente hablando.

En este final de ciclo del Régimen tristemente nos encontramos con el descabezamiento del movimiento popular en Euskal Herria, pero sin embargo hay circunstancias del mayor interés en otros Pueblos, por ejemplo en Cataluña, en dónde en los últimos años se ha desarrollado el mayor movimiento popular no sólo del Estado sino de Europa a favor de la democracia, de la soberanía y de la República. En Castilla en general, y en Madrid en particular, se avanza paso a paso en la construcción de un potente movimiento popular antifascista y republicano. Estratégicamente será clave en la derrota del Régimen borbónico de la II Restauración, tal como ocurrió en la proclamación de la II República o en la defensa de esta, así como en la lucha contra el levantamiento militar fascista de julio de 1936, rotundamente derrotado en Madrid.

Ese debate entre trabajo institucional o trabajo de organización y lucha popular afloró de nuevo intensamente en el 15M y también en los inicios de la Coordinadora 25-S y los Rodea el Congreso. Aquellos que ya estaban pensando en formar un partido (Podemos) para sacar réditos electorales sostenían que lo único posible y útil era la lucha institucional, de ahí su obsesión por el cambio de la Ley Electoral, que realmente era su única preocupación. Aunque realmente esas posiciones fueron derrotadas y quedaron en minoría, en la mayoría de las asambleas del 15M(al menos en Castilla) los medios de comunicación se encargaron de gestionar ante la opinión pública las tesis de Podemos como si fueran las hegemónicas en el movimiento asambleario del 15M.

A estas alturas ya podemos hacer un balance riguroso de las utilidades y limitaciones de la vía institucional en el Estado español. Que conste que desde IzCa no despreciamos ninguna vía y estamos dispuestos a usar cualquier cosa que tenga alguna utilidad para reforzar la lucha popular. Pero en lo referente a cambios de calado, la vía institucional no ha servido sustancialmente para nada a lo largo de estos últimos años, y tal cosa sigue ocurriendo ahora con el llamado Gobierno de coalición progresista.

Repasemos los hechos objetivos.

– No ha sido posible derogar la Ley Mordaza; por el contrario durante el Estado de Alarma se ha utilizado más que nunca.

– No se han derogado ninguna de las dos leyes de la Reforma Laboral; y no parece que tal cosa vaya a suceder a pesar de los reiterados anuncios en ese sentido.

– No se ha podido constituir una comisión parlamentaria para investigar los crímenes de Juan Carlos I en particular y de la Familiar Real en general, a pesar de las evidencias de sus corruptelas continuadas.

– No hay avance real alguno en el abordaje de una solución democrática a los derechos políticos de Cataluña, apoyados por la mayoría de su población.

– No hay mejora alguna en la democratización de la Administración de Justicia o de las Fuerzas Policiales.

La cuestión de la pandemia de la Covid-19 ha mostrado la auténtica talla del entramado institucional español, un chiringuito impregnado de ignorancia, corrupción e ineficiencia. Con ello hay que acabar lo antes posible, porque es un auténtico lastre para el avance de nuestro pueblo y del conjunto de Pueblos del Estado.

Las condiciones para impulsar un auténtico cambio van madurando día a día, pero solo será posible con una fuerte movilización popular bien organizada; solo con la articulación de un potente poder popular se podrá materializar el cambio, desde las instituciones es evidente que es imposible. El Poder Popular derrotó al alzamiento militar fascista en julio de 1936. El poder popular derrotará a la Monarquía y restaurará la República.

En las próximas semanas hay que dar pasos muy significativos en esa dirección, en ello nos va la vida individual y colectiva.

Venceremos.

 

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