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Estado español :: 10/09/2005

Concentración antifascista en Cangas de Onís (Asturies): Diego Díaz Alonso y la valentía de callarse la boca

Crespo - La Haine
Tradicionalmente los socialdemócratas que fantasean de ser rebeldes en el fondo aunque moderados en las formas, han tratado de justificar ideológicamente su cómoda moderación a través de armoniosos discursos.

El articulista asturiano Diego Díaz Alonso, aprendiz de innombrables filósofos que en su juventud fueron progres y en su madurez fueron (y son) ideólogos orgánicos del Poder, ha necesitado dar una explicación pública de 2 páginas para poder dormir tranquilo ante su miedo a participar en la movilización de esta tarde en Cangas de Onís, que pretende pararle los pies en plena calle a la organización fascista Democracia Nacional.

Con relación a esta convocatoria antifascista, leíamos el día 3 de septiembre en la revista electrónica Rebelion.org, en palabras de su colaborador Diego Díaz, que "No voy a pelear por Covadonga".

Cuando la socialdemocracia justifica su cobardía:

Díaz plantea la siguiente interrogante: "varias organizaciones de izquierdas anuncian contestación a los neo-fascistas. Desde el máximo respeto a estos compañeros me pregunto: ¿sirve de algo una contra-manifestación?". Analicemos qué hay detrás de este tipo de cuestiones, planteadas una semana antes de la movilización en Cangas de Onís.

El articulista asturiano afirma:

"Me temo que [la concentración antifascista servirá] sólo para darles publicidad a los "demócratas nacionales", sobre todo si hay incidentes."

Resulta que Diego Díaz pretende afirmar que los 7 colectivos sociales convocantes, entre los que se cuentan FUSOA (Fondu Unitariu de Solidaridá Obrera d'Asturies), CAIS (Conseyu Asturianu pola Independencia y el Socialismu), AIRA (Asociación de Inmigrantes Residentes en Asturias), DARREU (organización juvenil nacionalista), Bloque por Asturies, BAF (Brigadas Anti-Fascistas de Asturies), lo único que conseguirán es dar propaganda a la organización fascista Democracia Nacional (DN).

No valora la posibilidad de poner en práctica espacios de lucha unitaria, ni valora la posibilidad de no delegar en el estado (cómplice) para silenciar al fascismo. Lo único que le preocupa es la propaganda que los medios del Poder den de los fascistas y la mala imagen que darán de los antifascistas si se producen incidentes.

Sin embargo, aquello de la "publicidad’ que puedan dar los antifascistas a estos eventos neofascistas, es una excusa habitualmente utilizada por ciertos sectores políticos que no están dispuestos a plantar cara a este tipo de organizaciones. Estamos asistiendo a un rearme de los grupos de extrema derecha, como DN o España 2000, en todo el estado español. Organizaciones de carácter nacional-socialistas que tienen en sus bases grupos de perfectos escuadrones de la muerte financiados por dichos partidos para amedrentar e incluso matar a negros, prostitutas, mendigos, rojos...

Para Diego Díaz cualquier intento de parar y denunciar ese tipo de actos sería "publicidad para ellos". ¿Cuál es la solución? ¿Quedarse cruzado de brazos en casita mientras los grupos racistas se organizan y apalean a quien no es como ellos? Díaz da una solución de lo más derrotista, poniendo el ejemplo de lo que "en 1934 hicieran Gil Robles y la CEDA al santuario asturiano. En aquella ocasión la clase obrera asturiana respondió al partido derechista y su filo-fascista líder con una huelga general que paralizó la región". Es decir, como hoy en día no se puede parar a la ultraderecha con una huelga general revolucionaria, entonces se argumenta que la movilización antifascista no sirve para nada. Así es fácil que salgan las cuentas.

Hoy Díaz se esconderá debajo de la cama, lo cual es legítimo ante una situación de terror. Lo que no es legítimo es boicotear la convocatoria antifascista, una semana antes, por ser presa de una situación de terror. Lo honesto sería quitarse de en medio y dejar que los demás intenten llevar adelante la convocatoria con las mayores posibilidades de éxito. Pero lo que hace Díaz es una huida hacia adelante: saca unos cobardes argumentos a relucir, reivindicando la lucha de hace 70 años pero no la lucha de aquí y ahora.

Continua:

"Sinceramente, bastante más que las concentraciones de estos ridículos me preocupa el racismo institucional de las leyes de extranjería que aprueban el PP y el PSOE, el de los centros de internamiento y las palizas a los inmigrantes, el de las vallas que nos aíslan de la miseria, el racismo popular del "yo no soy racista, pero...".

¿Pero es que acaso son cosas excluyentes? A nosotrxs nos preocupan las medidas fascistas de PP, PSOE e IU. Las denunciamos y actuamos contra ellas. Claro que nos preocupa el racismo institucional, las leyes de extranjería, las torturas en centros policiales, etc... Pero también nos preocupa el racismo en las calles perpetrado por este tipo de organizaciones; agresiones que van en aumento y que hay que intentar frenar y denunciar del mismo modo que las institucionales. Son aspectos perfectamente compatibles, es más, son complementarios y ambos se necesitan.

De hecho, las agresiones que llevan a cabo este tipo de grupos son generadas, en esencia, por las propias instituciones: empresarios, políticos, medios de comunicación, etc... que culpabilizan al inmigrante de la precariedad laboral. Estos grupos se acaban convirtiendo en policías (no a sueldo) del estado que hacen el trabajo sucio (e ilegal). Es perfecto para el capitalismo que la masa asalariada se mate entre ella mientras no ve como enemigo a la patronal. Tan malo es ver sólo el racismo y el problema en estos grupos, como lo contrario: verlo sólo en las instituciones, pues ambas expresiones de odio racial son ramas del mismo tronco neoliberal. No hay que subestimar el poder de la extrema derecha; eso es tan peligroso como decir que "la ley de extranjería no me preocupa demasiado".

Desgraciadamente lo que a Díaz en realidad preocupa es tener que levantar su trasero del sofá. Tiene miedo de sacar a pasear su cuerpo a la calle, de materializar las bonitas palabras que le rondan la cabeza en actos. Tiene tanto miedo que se asusta de tener miedo, por eso en vez de admitir que tiene miedo, lo cual sería muy respetable, se justifica públicamente con una baratija discursiva que se pretende ideológicamente sólida.

Continua:

"La ultraderecha española no está en Democracia Nacional (ya les gustaría), está en el Partido Popular. Con una calculada ambigüedad en el discurso y las formas el PP ha logrado ganarse a amplios sectores de la población española (liberales y centristas) sin renunciar nunca a continuar siendo el principal depositario del llamado franquismo sociológico".

Es evidente que en el Partido Popular están amplios sectores de la extrema derecha, pero no hay que restar importancia a las otras organizaciones hermanas, más minoritarias (aunque están creciendo), en las que milita gente también extrema derecha. ¿Acaso hay que dejar que crezcan estas últimas y sólo centrarse en el fascismo del PP? No tiene sentido, porque las expresiones fascistas hay que frenarlas a todas por igual. ¿Por qué hacer distinciones? Eso es incluso contraproducente.

Lo que pasa es que Diego Díaz no entiende ni quiere entender (para no tener problemas) que el PP nutre políticamente a estos grupos de ultraderecha, son sus compañeros ideológicos, son sus perros de presa que atacan cuando la oposición económica de carácter "progre" está en el gobierno o cuando el movimiento anticapitalista o antisistema presenta algún tipo de amenaza.

Continua diciendo:

¿Prohibir la concentración de fachas? ¿Por qué? Que se manifiesten, están en su derecho. No podemos usar las leyes para ocultar la realidad. Que se manifiesten, veamos cuántos son, cuál es su fuerza y su capacidad de convocatoria. Conocer el problema nos ayudará a encontrar las soluciones. Lo contrario es colocarse de espaldas a la realidad. ¿Somos tan ingenuos de creer que el racismo se detiene prohibiendo un acto público, ilegalizando...?

Díaz pretende adjudicar a los antifascistas la ingenuidad de creerse que paralizando el acto de DN desaparecerá el racismo del mundo. Le cuesta muy poco lanzar esa pregunta al aire porque él no tiene la menor idea de cuántos son, cuál es su fuerza y su capacidad de convocatoria. Le parece que es entretenido hacer ese tipo de comprobaciones porque no conoce la realidad. Si abriera la puerta de su cómoda posición política la conocería.

La lucha es larga y permanente, y esto solo es un acto más en esa dirección, encaminado a complicar las expresiones fascistas en las calles. La propuesta suya es dejar que se concentren porque "tienen derecho", dejemos a los nazis que ejerzan sus "derechos" y en poco tiempo, si no les detenemos mediante la lucha armada, pretenderán asesinarnos en campos de concentración. Conviene recordar que es un grave error confundir la autodefensa con la represión.

Diego Díaz habla, desde su pulpito intelectual, como si los que nos manifestamos en Covadonga fuéramos un rebaño de gente que no tenemos una visión global de las cosas. Se equivoca. A diferencia suya, plantamos cara al fascismo continuamente y lo demostramos donde hay que demostrarlo: en la calle.

Díaz presenta las clásicas razones esgrimidas por los revolucionarios de la otra dimensión espacio temporal: lo que ocurrió en otras épocas o en otros países, por muy radical que fuera, está más justificado que lo que ocurre hoy.

Es repugnante ver la lucha sólo -y esta lucha en particular- como algo del pasado cuando en la actualidad hay más motivos que nunca para la lucha de clases. Es repugnante ver a la gente inmiscuirse en la lucha por la memoria histórica, por ejemplo, dejando de lado las luchas del presente, cuando seguimos luchando, en esencia, por lo mismo: abolir la propiedad privada y tomar los medios de producción.

Tú dices que sientes respeto por los organizadores de la manifestación y muchos de los participantes sentiríamos lo mismo por ti si al menos hubieras tenido el valor de callarte la boca. Pero ni siquiera tuviste valor para eso. Preferiste colocar obstáculos en el camino de la lucha antifascista y alimentar ideológicamente la conciliación. Preferiste debilitar la convocatoria justificando públicamente tu miedo y el de otros que, hipócritas como tú, necesitan el consuelo de los tontos.

 

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