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Pensamiento :: 18/05/2008

Cuando a la corrupción le llaman ética

Alizia Stürtze - La Haine
Digan lo que digan sus dirigentes, el PNV ha demostrado sobradamente con su gestión que no está por la (re)construcción de Euskal Herria sino por apuntalar al capital en su fase actual neoliberal.

La financiación irregular del PNV aparece una y otra vez en los informes del Tribunal Vasco de Cuentas que, en 2001, denunció que el partido jeltzale era, junto a CiU, el mayor receptor de donaciones anónimas, y que lleva años quejándose de la nula transparencia en las contratas de obras públicas y servicios y de la utilización de procedimientos como el de fraccionar las adjudicaciones (caso del TAV) o el de realizar concursos aparentes tras los que es fácil ocultar el abuso del poder... ¡Hasta Arzalluz admitió que su partido (cuya tesorería, por cierto, es impenetrable) pedía dinero a las constructoras que licitaban en concursos públicos! Como vemos, todo muy ético...

Los episodios de corrupción descubiertos en la CAV van mancillando a las distintas instituciones: Haciendas de Bizkaia y de Gipuzkoa, Guggenheim, Museo Balenciaga, Aeropuerto de Bilbao, campos de golf de Labastida y Laguardia (intentos de soborno incluidos)... pero siguen sin caer cabezas. ¡Hasta el frustrado candidato a diputado general, Jon Jauregi, acusado de ocultar su patrimonio, sigue en el Consejo de Administración de la Kutxa y en la dirección del GBB, mientras los responsables de la filtración, considerada «infracción grave», continúan sin castigo y el ex diputado general, González de Txabarri, es nombrado nuevo presidente de la Autoridad Portuaria de Pasaia. Y es que decir ética es decir PNV y al revés...

El negocio de la construcción privada y pública es el más proclive a la corrupción, y, dado que en la CAV entre 1994-2004 se han recalificado y urbanizado 7.500 hectáreas para usos urbanísticos y de infraestructuras, y que el 35-40% de los presupuestos de los ayuntamientos proceden del sector inmobiliario, convendremos en que las posibilidades de cobros de comisiones y chanchullos en municipios «propiedad» del PNV desde 1979 se acercan al 100%. ¡Por algo tienen los jeltzales tanto empeño en desalojar a ANV de los que eran sus feudos, como Azpeitia o Zumaia, no les vayan a hacer una auditoría! En nombre de la ética, claro está...

No cabe duda de que grupos como Amenabar (que gestiona la cantera que amenaza las cuevas de Praileaitz) o Urazca (que acaba de presentar suspensión de pagos) con gran presencia en la obra pública vasca y en todo tipo de servicios (recogida de basuras, jardinería, limpieza, fachadas, gestión de residencias y centros de día, participación en medios de comunicación como «Deia»...) tienen estrechos vínculos con el PNV, vínculos que aprovecharon, por ejemplo, para hacerse con 20.000 m2 de uso residencial en Donostia. A esto hay que añadirle empresas o conglomerados de empresas privadas creadas «ad hoc» para conseguir, entre otras cosas, concursos públicos como la concesionaria privada que explota el peaje de la A-8, adjudicado en concurso supuestamente abierto promovido por una sociedad pública creada al efecto y a la que hay que devolverle dinero en caso de atascos. ¡Que viva el fervor ético-moral! De todos son conocidos la colocación masiva de afines en la administración que hizo (y sigue haciendo) el partido jeltzale o el método de crear puestos de libre designación en cargos de responsabilidad tan del gusto de los jeltzales. Tratándose de concurso oposición, ¿quién no tiene noticia de las repetidas manipulaciones jeltzales para colocar a determinado familiar o amigo, utilizando la vieja fórmula de otorgar puntos curiosamente a los méritos concretos que tiene el que se quiere colocar o bien haciendo que media nota se consiga a través de una entrevista personal, o un examen oral a puerta cerrada? Por no hablar de los suculentos empleos privados que consiguen políticos como Ardanza tras abandonar el puesto público con una maleta llena de información privilegiada. ¡A los jeltzales les van a dar lecciones de ética! Por cierto, ¿se han corregido ya las irregularidades urbanísticas del chalet del ex lehendakari en Urdaibai, esa reserva de la biosfera en la que el PNV sigue empeñado en edificar casas de lujo, como denuncia la asociación Zain Dezagun Urdaibai?

Otro método de corrupción muy del agrado de los dirigentes peneuvistas (aunque difícil de desenmascarar como las sociedades públicas antes mencionadas) es el de crear fundaciones sin ánimo de lucro. Y no sólo porque pueden servir, como las empresas fantasma y la construcción, para ocultar dinero negro, sino porque permiten sostener estructuras con cargos, prebendas, eventos y prestigios varios a base de destinar fuertes partidas a programas relacionados (aunque no necesariamente) con los fines de la fundación; programas cuya subvención, además, está adjudicada (ilegalmente) de antemano. ¡Todo un sumidero de millones públicos gastados incontrolablemente en beneficio de la ética!

Entramados empresariales controlados por ex cargos del PNV y que han recibido ayudas millonarias del Gobierno Vasco, fluidos subterráneos entre sociedades públicas y privadas, adjudicaciones y fundaciones, contratos, contratas y subcontratas, becas y becarios, tráfico de influencias y amiguismo, gestiones opacas como la del Guggenheim, enmarañada confluencia entre enseñanza pública y empresa privada, entre sanidad pública y privada, descarada patrimonialización de EiTB y otros medios de comunicación... toda una complicadísima madeja tejida durante estas largas décadas de dominio jeltzale en la que es muy difícil distinguir lo legal de lo ilegal, lo correcto de lo mafioso, pero que, en todo caso, deja a la luz dos aspectos.

El primero, el marcadísimo interés del PNV por mantener su «imagen de marca» (como hace McDonald's), que pretenden sea la de un nacionalismo moderado, generoso, virginal, limpio y honrado, alejado del fantasma de la corrupción... «de toda confianza». Para ello, cuando sale a la luz algún latrocinio, la reacción institucional es siempre la misma: se trata de mangantes por cuenta propia y en Euskadi no hay tramas de corrupción vinculadas a la financiación de los partidos. La continuada pérdida de votos sufrida por el PNV en los últimos tiempos pone sin embargo de manifiesto la sensación de que algo huele mal en el partido jeltzale y desespera a su dirección, dispuesta a todo con tal de seguir en el poder. El PSOE les tiene bien agarrados.

El segundo elemento a destacar es más amplio y más grave también para la clase trabajadora de Euskal Herria. Y es que esos 28 años de hegemonía de la derecha autonomista y de práctica política cada vez más oscura han servido básicamente para implantar el más salvaje de los neoliberalismos. El Gobierno Vasco ha utilizado su poder y el enorme caudal de dinero público para promover los intereses de las grandes empresas y facilitar la maximización de sus beneficios (leyes de propiedad y de suelo, leyes laborales, tipos impositivos...). Frente al interés general, ha optado por proteger los intereses del capital del que forma parte. Ha arruinado el sector primario. Ha potenciado (y sufragado) recalificaciones fraudulentas, hipermercados y grandes superficies, enormes y destructivas infraestructuras, privatizaciones que están deshaciendo servicios públicos como el de salud. Ha favorecido (y costeado) la destrucción de puestos fijos de trabajo, impulsando los contratos basura a través de la utilización de subcontratas o de becarios, de los que se aprovecha la propia administración. Quiere mercantilizar la enseñanza y poner patas arriba la universidad pública para que, siguiendo los dictados de Bolonia, responda única y exclusivamente a los intereses empresariales. Ha profundizado la diferencia entre clases pudientes y clases trabajadoras. Ha defendido a brazo partido (y gastado ingentes cantidades de dinero) el software de pago Windows frente al software libre (gratis) Linux. En definitiva, ha privatizado el dinero público, es decir, en lugar de revertirlo en bienestar social lo ha puesto en unas pocas manos privadas que, en muchos casos, resultan ser muy próximas al partido.

Digan lo que digan sus dirigentes, el PNV ha demostrado sobradamente con su gestión que no está por la (re)construcción de Euskal Herria sino por apuntalar al capital en su fase actual neoliberal. Para lo que, claro está, tiene que actuar corruptamente, engañar con su discurso y funcionar de un modo que nada tiene que ver con la ética. Y enfrente tiene un único enemigo: la izquierda abertzale y la riqueza de los movimientos populares que luchan por el derecho a una vivienda y un trabajo dignos, por la defensa del patrimonio natural o en contra de las infraestructuras destructoras del territorio cuyo paradigma podría ser la Asamblea contra el TAV (AHTren kontrako Asanblada) que lleva desde 1993 (digo bien: desde 1993) denunciando constructivamente el destructivo proyecto de la Y vasca.

 

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