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Pensamiento :: 13/10/2011

El bloqueo llega a Europa

Rumbo a Gaza

A finales del pasado mes de junio, los barcos de la Segunda Flotilla de la Libertad se reunían en el Mediterráneo Oriental: diez naves en Grecia y una en Turquía, además de otra última en Francia. En total, 12 barcos de una coalición internacional de más de 20 países con el objetivo de romper el bloqueo israelí a Gaza y de llevar a sus habitantes una ingente cantidad de ayuda humanitaria.

Desde hace cinco años, el Estado de Israel somete a un cerco total a Gaza. Nadie ni nada puede entrar o salir de la Franja. El bloqueo supone una flagrante conculcación de los derechos fundamentales de millón y medio de personas, es un castigo colectivo a la población civil de acuerdo con la Convención de Ginebra y ha provocado una degradación extrema de las condiciones de vida. El ejército israelí lanza con regularidad devastadores ataques sobre una población inerme y sin posibilidad de escapatoria. En la llamada Masacre de Gaza de diciembre de 2008 y enero de 2009, Israel asesinó a cerca de 1.500 personas, entre ellas más de 400 niñas y niños.

Ni Naciones Unidas ni ningún gobierno han tomado medidas efectivas para obligar a Israel a levantar el bloqueo, limitándose a denuncias formales. Frente a esta complicidad, el movimiento internacionalista de solidaridad con el pueblo palestino ha emprendido diversas acciones directas para romper el asedio. La más conocida es la primera Flotilla de la Libertad, abordada el 31 de mayo de 2010 en agua internacionales por el ejército de Israel. Los comandos asesinaron a nueve activistas, hirieron a otros 50 y secuestraron al resto de las 750 personas que viajaban en los barcos.

El grupo de activistas de ese primer convoy decidió que no iba a rendirse ante el chantaje de la violencia y a su regreso comenzó a organizar la Segunda Flotilla, una expedición que se pretendía –y se consiguió- que estuviera compuesta por más barcos que su predecesora y con más países involucrados.

Desde el Estado español se participó con un barco –el Gernika- y un grupo de aproximadamente 40 activistas. La compra del barco y el resto de gastos derivados de una acción de estas características se financiaron a través de Rumbo a Gaza, una intensa campaña de movilización popular que recaudó más de 400.000 euros sin una sola subvención pública y que llevó la causa palestina a todos los rincones del Estado (toda la información sobre la campaña se puede consultar en www.rumboagaza.org).

Poco antes de la fecha prevista para la partida, la Flotilla afrontaba un revés inesperado. La organización turca IHH comunicaba que su barco Mavi Marmara, la nave abordada en la que Israel asesinó a nueve activistas y que estaba destinada a ser el buque insignia de la Segunda Flotilla, no participaría en la nueva expedición.

Fue el comienzo de una presión política que se intensificó con el paso de los días y que encabezó el mismísimo secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-Moon, con una petición a todos los gobiernos para que disuadieran a sus ciudadanos de participar en la Flotilla.

Cuando más arreciaba la presión política se produjeron los sabotajes de dos de los barcos. El sabotaje fue idéntico en ambos casos: hendiduras en los ejes de las hélices que se habrían roto a medida que los barcos navegaran. Es decir, se buscaban naufragios en alta mar. A fecha de hoy, ni las autoridades turcas ni las griegas han abierto una investigación seria y creíble sobre estos hechos.

En aquellos momentos, la Flotilla ya tenía claro que no sólo se enfrentaba a Israel, sino también a los principales gobiernos del mundo –fundamentalmente la Unión Europea, Estados Unidos y Canadá- conjurados para impedir que los barcos zarparan. Sólo faltaba saber cuándo y cómo actuarían. La respuesta llegó el XX de junio: el Gobierno de Grecia emitió una orden en la que prohibía a cualquier barco zarpar desde sus costas hacia Gaza. Era una orden ejecutiva, sin ningún tipo de fundamentación jurídica, algo más propio de dictaduras que de supuestos estados de derecho. De hecho, no cabía fundamentación jurídica alguna porque la orden vulneraba la legislación griega, la legislación europea y el Derecho Público Internacional Marítimo. No hay una sola ley en el mundo que prohíba navegar hacia Gaza (salvo, evidentemente, las leyes israelíes al respecto, que no son reconocidas por la comunidad internacional).

Al final, Grecia había sido el brazo ejecutor de los intereses de Israel y para ello no había dudado en incumplir sus propias leyes y compromisos internacionales, a sabiendas de que no iba a recibir ninguna sanción (el Gobierno heleno actúo exactamente cómo lo hace el israelí: vulneración de la legalidad sin ninguna consecuencia). La complicidad de los gobiernos cuyos ciudadanos participaban en la Flotilla fue absoluta: silencio total ante las demandas de protección por parte de los activistas que veían cómo se conculcaban sus derechos fundamentales. Israel había conseguido llevar el bloqueo hasta las costas de Europa. La complicidad de los gobiernos occidentales en el sometimiento del pueblo palestino se evidenciaba de una forma incontestable.

Ante esta situación, los barcos estadounidense y canadiense intentaron zarpar y fueron abordados por el ejército griego, que detuvo a los capitanes e inmovilizó a las naves ante el silencio de sus gobiernos. Con respecto al Gernika, una patrullera se apostó a su proa, impidiendo cualquier movimiento, mientras otra vigilaba a escasos metros. La fotografía de una embarcación civil con activistas sin armas y en misión de solidaridad acosada por una nave militar dio la vuelta al mundo.

Todas las gestiones realizadas por Rumbo a Gaza ante el Ministerio de Asuntos Exteriores y la Embajada fueron infructuosas. La actitud del departamento dirigido por Trinidad Jiménez fue de absoluta connivencia con Grecia e Israel, a pesar de que se estaban vulnerando los derechos fundamentales de más de 40 personas con ciudadanía española. En esta coyuntura, el grupo de activistas del Gernika planteó un desafío abierto al Gobierno español. El XX de junio, unas 20 personas ocuparon la Embajada de España en Atenas y comunicaron que mantendrían el encierro hasta que el barco fuera libre para navegar por aguas del Mediterráneo. Para presionar aún más al Ejecutivo, varias personas iniciaron una huelga de hambre en la Embajada; otros dos activistas se sumaron al ayuno desde España; un grupo se encadenó en Barcelona a las puertas de la reunión de la Unión por el Mediterráneo a la que asistían representantes de todos los países ribereños y que fue presidida por Trinidad Jiménez; hubo otro encadenamiento en Málaga…

Finalmente, el XX de julio el Gobierno griego permite al Gernika navegar. En esos momentos, los barcos de la Flotilla se encuentran en diferentes situaciones: algunos precintados judicialmente y con denuncias, como el estadounidense y el canadiense; otros inutilizados por el sabotaje; varios con la prohibición aún de navegar; el barco atracado en Francia, el Dignidad, logró zarpar hacia Gaza: el ejército israelí lo abordó, incautándose de la embarcación y repatriando al pasaje.

La coalición internacional consideró entonces cerrada la primera parte de la expedición. A pesar de no haber zarpado, se cumplieron varios de los objetivos. En primer lugar, se puso en primer plano de la agenda internacional el bloqueo a Gaza y la situación de Palestina, rompiendo el bloqueo mediático. En segundo lugar, se demostró una vez más la condición de estado delincuente de Israel y, lo que es más importante, se puso de manifiesto con toda rotundidad el papel imprescindible que juegan nuestros gobiernos en el sometimiento del pueblo palestino. A partir de ahora es totalmente ajustado a la realidad decir que el bloqueo a Gaza está impuesto por Israel, Unión Europea, Estados Unidos, Canadá…

Además de estos objetivos compartidos por toda la coalición internacional, Rumbo a Gaza, de forma específica, ha logrado una impresionante movilización social en el Estado español en torno a Palestina, creando vínculos, reforzando los ya existentes y sumando nuevas incorporaciones al apoyo a la lucha del pueblo palestino. El Gernika, ya a salvo, debidamente vigilado y a la espera de próximos acontecimientos, permanece como un símbolo de lo que puede conseguir la ciudadanía organizada. La próxima embestida contra el muro israelí será más fuerte, porque son más las manos que se han unido por la libertad de Palestina.

Alejandro Fierro, periodista y miembro de Rumbo a Gaza.
Publicado en Sin Fronteras del Rojo y Negro 250 - octubre 2011

 

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