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Pensamiento :: 28/01/2009

El negocio del hambre

Arturo Ruíz / CAES
El hambre es resultado del "orden económico" internacional establecido por las "naciones enriquecidas".

Hambre y dependencia.

El hambre es resultado del “orden económico” internacional establecido por las “naciones enriquecidas”. Las altas cotas científico técnicas de los países ricos tienen como la otra cara de la moneda las hambrunas en las “naciones empobrecidas”. El mecanismo del hambre se fundamenta en un comercio internacional ventajista y desigual que ensancha las diferencias entre pueblos, naciones y clases sociales.

Los gobiernos del “tercer mundo”, atrapados por la deuda externa, no consiguen proteger los derechos básicos de su población y no logran ponerse de acuerdo contra los “programas de austeridad” que les dicta el FMI (Fondo Monetario Internacional). El hambre se ceba en los ambientes de pobreza, especialmente, en las mujeres, niños y ancianos excluyendo a miles de millones de personas, tanto del acceso a los recursos como de la posibilidad de decidir en los asuntos que afectan a su alimentación y su propia vida.

Políticas desde el Norte.

En los países del norte, numerosos “lobbies” y multinacionales agrícolas que controlan el comercio mundial de alimentos, presionan a sus propios gobiernos para que inmovilicen las políticas agrarias que beneficiarían a sus pequeños agricultores y a la gente que va a la compra.

La agricultura del norte es utilizada como arma política y comercial en beneficio de los intereses estratégicos de los países desarrollados. Por un lado se aseguran sus importaciones a bajo precio, extorsionando a los países empobrecidos y por otro exportan sus excedentes (grano, azúcar, productos lácteos etc..) a los países pobres a precios subvencionados, dañando los intereses de los campesinos de los países receptores, aumentando su dependencia y deteriorando los sistemas tradicionales de producción y distribución de alimentos.

En EEUU miles de familias campesinas abandonan el trabajo de la tierra año tras año. Los sistemas agrícolas y de alimentación en el norte no prestan atención a las necesidades de nutrición de su propia población y menos aún a la conservación de los recursos agrícolas. EEUU es el primer productor agroalimentario mundial, en el 2006 exportó el 25% de su producción agroalimentaria, siendo las partidas más voluminosas el 49% de producción de grano para alimentación humana, el 16% de grano para forraje animal y el 38% de las semillas oleaginosas1. En Europa, la Política Agraria Común (PAC) desemboca en una superproducción de ciertos alimentos que inundan los mercados mundiales, dañando fuertemente a la producción y el comercio de los países del “tercer mundo”. Por eso, en los países subdesarrollados, el hambre y la pobreza permanecen como algo estructural y endémico.

En la década de los años ochenta se dejaron de publicar estadísticas oficiales de muertes por hambre. De cada siete u ocho personas en el mundo, una sufría desnutrición crónica o hambre (600 millones en total). Muchísimas más personas que en la década anterior, a pesar de que la tecnología estaba más desarrollada.

Para las victimas del hambre no significa nada que el mundo produzca más alimentos de los necesarios. Al margen de los hambrientos, los sistemas de explotación de la tierra en el norte y en el sur adoptan esquemas de producción contra los cuales, los campesinos pequeños y medianos no pueden competir.

En los años 90 se intensificó la globalización económica, forzando un ámbito de actuación mundial de los agentes económicos más importantes entre países y regiones ricas y países y regiones pobres. Se consolidan relaciones de dominación entre el centro y la periferia del sistema, mientras que en sentido periferia-centro las relaciones son de dependencia. Los problemas en los países del sur no tienen su origen en su supuesto subdesarrollo, sino en sus relaciones de dependencia de tipo comercial, financiero, tecnológico, político, diplomático, militar, ideológico, informativo etc…

El hambre se suele atribuir al clima, a la superpoblación, a los desastres naturales, a la insuficiencia de la ayuda externa o a la falta de tecnología disfrazando sus causas reales, ya que no solo se da en los países empobrecidos. No puede decirse que los recursos de la tierra de los países del sur son insuficientes para alimentar a su población, sino que sus políticas optan por un tipo de desarrollo que da el poder y la salud a unas minorías a expensas de la mayoría.


Campaña ante la cumbre de la FAO en Madrid el 26 de Enero
 

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