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Estado español, Colombia :: 10/08/2022

El rey de España y la espada de Bolívar

Guillermo Cieza
Quinientos treinta años después de la invasión a América la derecha europea sigue pensando que América es un territorio de vasallos

El rey de España quedó al descubierto como expresión de una institución medieval y del colonialismo europeo, cuando no quiso ponerse de pie ante la espada de Simón Bolívar en la ceremonia de asunción de Gustavo Petro. La actitud del monarca tiene una enorme carga simbólica.

La invasión a América por fuerzas coloniales europeas a fines del siglo XV se ha tratado de enmascarar con mil cuentos, pero quien se anime a un examen riguroso de los hechos que se inician con la llegada de la primera avanzada encabezada por Cristóbal Colón, no puede obviar sus objetivos, ni la ideología de quienes la encarnaron.

Despejando dudas de la percepción de los invasores sobre los pueblos originarios de América y los móviles de la empresa de conquista, el 12 de noviembre de 1492 el propio Colón lo puso por escrito:

” …estas gentes no tiene secta alguna ni son idólatras, salvo muy mansos y sin saber qué sea mal ni matar a otros, ni prender, y sin armas y tan temerosas que a una persona de los nuestros fuyen cientos de ellos, aunque burlen con ellos, y crédulos y cognocedores de que hay Dios en el cielo, e firmes que nosotros parecemos hacer venido del cielo, y muy prestos a cualquier oración que le digamos, que digan y hacen el señal de la cruz. Asi que deberán Vuestras Altezas determinarse a los hacer cristianos, que creo que si comienzan en poco tiempo acabarán de los haber convertido a nuestra Santa Fe multidumbre de pueblos y cobrando grandes señoríos y riquezas y todos sus pueblos de la España, porque sin duda es en estas tierras grandísimas sumas de oro, que no sin causa dicen estos indios que yo traigo, que hay en estas islas lugares adonde cavan el oro y lo traen al pescuezo, a las orejas y a los brazos, y a las piernas y son manillas muy grandes y también ha piedras y ha preciosas e infinitas especierías”.

Para los invasores europeos, los pueblos américanos eran una raza de subhumanos, ubicados por una extraño designo de Dios en tierras plenas de riquezas, cuyo único destino civilizado es ser robadas para enriquecer sus tesoros.

La cuestión es que quinientos treinta años después las elites europeas, que incluyen al rey, piensan lo mismo de los americanos del sur y del centro, pero también de los africanos, de los orientales y de los eslavos. Lo disimulan, pero a veces muestran la hIlacha, como lo hizo el rey Felipe VI frente a la espada de Bolívar. El rey no se confundió con el ritual, si algo saben los reyes es de rituales.

El libertador, que al frente de ejércitos mestizos, que eran pueblos en armas, expulsó a los ejércitos invasores, a los saqueadores, a los traficantes de esclavos y a los funcionarios reales de estas tierras, sigue siendo un hombre maldito para estas élites.

Y muy particularmente, cuando estos símbolos abandonan los relatos pasteurizados y vuelven a ser empuñados por los pueblos que quieren continuar revoluciones inconclusas.

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