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Pensamiento :: 06/01/2006

El uso de la geopolítica energética

Txente Rekondo - La Haine
La crisis energética que estos días enfrenta a Rusia y Ucrania pone sobre la mesa la importancia del uso estratégico de la energía en la geopolítica de nuestros días.

Ya es más que evidente que en las próximas décadas los enfrentamientos para acceder y controlar los recursos energéticos del mundo van a ser el motor de buena parte de los conflictos entre estados e incluso de las relaciones internacionales. Por todo ello no nos deben extrañar los acontecimientos que se están sucediendo entre los gobiernos ruso y ucraniano.

En esa línea, Rusia hace tiempo que se ha convencido de la importancia de la energía a la hora de reclamar y abordar su papel de potencia mundial. Esta va a ser una de las cartas que le puede permitir a Putin asentar su política exterior en mayor firmeza, al tiempo que recupera para su país el estatus de potencia mundial. En los últimos meses, desde el Kremlin se han puesto en marcha toda una serie de medidas para asentar ese rumbo geopolítico.

Los proyectos para tejer una nueva red de oleoductos y gaseoductos tienen ese componente estratégico, vital para que Rusia pueda sortear contratiempos como el actual, donde Ucrania le amenaza con sustraerle el gas que circula por los gaseoductos en su país. La construcción del oleoducto siberiano que permitirá a Rusia exportar mayores cantidades de crudo hacia Asia se pondrá en marcha dentro de dos años y del gaseoducto bajo el mar Báltico sorteará el territorio polaco y ucraniano, dejando a estos estados sin poder influir en las exportaciones rusas; el proyecto del mar de Barent o el recién inaugurado gaseoducto Blue Stream que une Rusia con Turquía y cuenta además con la participación de Italia; el mensaje de Putin anunciando que las exportaciones energéticas de Rusia hacia Asia se multiplicarán por diez en la próxima década, son algunas muestras de esa política.

Junto a ello conviene resaltar también la ley sobre los recursos naturales que próximamente aprobará la Duma, y por la que se prohíbe que compañía extranjeras puedan explotar los recursos minerales o los oleoductos rusos. Ello unido al carácter estratégico que está adquiriendo la empresa Gazprom, y a la renacionalización de más de un tercio de las anteriormente privatizadas empresas energéticas, permite lograr una mejor visión del devenir de la política geoenergética rusa.

El manto naranja

Tras la llamada revolución naranja de Ucrania, los dirigentes de este país han emprendido un camino de alejamiento paulatino de sus anteriores socios rusos, buscando con los brazos abiertos nuevos amigos en los gobiernos occidentales. La declaración de Borjomi, junto a Georgia, el agosto pasado, y la creación de la Comunidad por una Opción Democrática (CDC), muestran los intereses ucranianos por convertirse en una aliado de occidente y en un poder regional influyente al mismo tiempo. Bajo el manto de la CDC, pretenden "exportar los valores democráticos a Bielorrusia o Azerbaiyán, al tiempo que trabajan para impulsar reformas democráticas dentro de esta nueva comunidad regional".

Rusia ha permanecido observando los acontecimientos, y ahora parece que se ha decido a actuar. No debería sorprender tanto a los defensores del liberalismo económico, tanto en Occidente como en Ucrania, de la maniobra rusa. Si apuestan por el libre mercado, eso es lo que está impulsando la política de Putin con respecto al precio del gas. Además sería pecar de ingenuo, que Rusia mantenga un "precio de amigo" en sus ventas de gas hacia alguien que ha manifestado claramente su intención de abandonar esa relación privilegiada y defender intereses contrapuestos, como los de EEUU, la Unión Europea o la OTAN.

Si la medida adoptada por Rusia obedece a factores comerciales y económicos, fruto del protagonismo que los beneficios energéticos le reportan para seguir manteniendo y extendiendo su papel de potencia mundial, también es cierto que esta maniobra del Kremlin tiene su componente político. Por un lado deja claro a sus antiguos "amigos" que si deciden abandonar esa amistad, deberán atenerse a las consecuencias, y en la caso de Ucrania es evidente.

La dependencia energética que este país mantiene hacia el gas ruso se puede ver agravada tras el acuerdo comercial entre Gazprom y la compañía de gas de Turkmenistán, que hasta ahora era el mayor proveedor de gas a Ucrania. Y otro factor a tener en cuenta es la proximidad de las elecciones parlamentarias en Ucrania, que se celebrarán el próximo mes de marzo, y donde el panorama no se presenta nada favorable para el actual presidente Yushchenko. Sus rivales, Yulia Timoshenko, su antigua aliada, y el antiguo primer ministro Viktor Yanukovich no dudarán en sacar partido de esta crisis. De momento, este último, considerado como antiguo aliado de Moscú, y que encabeza las encuestas de popularidad, está utilizando la crisis del gas para que muchos electores vuelvan las vista con nostalgia a las antiguas relaciones que mantenía su país con Rusia.

Desde Moscú se lanza un mensaje que bajo el manto de la geopolítica energética sirve de aviso para navegantes. Si en esta ocasión le ha tocado a Ucrania, y a Moldavia, en el futuro el aviso puede llegar hasta Georgia.

Gabinete vasco de Análisis Internacional (GAIN)

 

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