Fraga, Aznar: historia del caciquismo
Me refiero a la hipótesis de que a un ministro o adjunto de Hitler, una vez terminada la guerra mundial, superadas las atrocidades nazis y organizado el país en democracia, le hubieran tolerado (unos) y jaleado (otros) como muñidor de la constitución política del nuevo Estado y consentido ejercer en el país reconstruído socialmente como político de postín hasta su muerte natural, mucho más de medio siglo después.
Pues esto es lo que viene sucediendo desde 1978 con Manuel Fraga Iribarne. Ese tipo que apoyó incondicionalmente al asesino Dictador desde que se aupó como catedrático de Derecho Constitucional en Barcelona, pasando luego a ministro de Turismo y acabando, ya al final de la dictadura, de ministro de la Gobernación que equivale a ministro de la Policía. Y en ese papel es cuando dice resonantemente eso que ha pasado a la historia de las vergüenzas antidemocráticas: "la calle es mía". Fraga, mano derecha del Caudillo...
Aún hoy, después de haber entronizado al hombrecillo (a ese miserable vanidoso y autócrata que sigue dando coletazos, que metió a este país en una guerra que no tiene nombre); después de haber exhibido el talante heredado de aquel "generalísimo" que firmaba a esgallo penas de muerte mientras tomaba el desayuno y había mandado fusilar en Africa a un soldado porque se había negado a comer el rancho... Después de haber surcado su biografía los caminos que atraviesan todos los maniobreros y pillastres sin conciencia que no encuentran oposición, comparece ayer en un periódico tan nauseabundo como él ¡para elogiar a Franco! El colmo de la desfachatez consentida por un pueblo abúlico y servil con sus opresores interiores, como es el español que domina o sobrenada...
Estas cosas sólo pueden pasar y pasan en España, un país invariablemente permisivo con los chorizos de altura y labia, con los canallas engominados y con los meapilas. Pero eso sí, implacable con los débiles, con la gente sencilla y con los ciudadanos prudentes e inteligentes que se niegan a ser cómplices de los anteriores o que les ignoran.
El ejemplo salido del horno está en la jurisdicción penal: el mismo juez que ha dado lugar a que muera en prisión una reclusa negándole el tercer grado por "no estar suficientemente enferma", es el que concedió permiso al abogado Rodríguez Menéndez, condenado a diez años de cárcel. Un permiso que ha aprovechado -cómo no- para escapar por segunda vez a la condena. Cosas como éstas no son ocasionales, fortuitas, incidentales, excepcionales. No es mal fario. Esta especie de ley de Murphy aplicada a la historiagrafía hispana, se corresponde con la idiosincrasia nacional, con la abundancia de inquisidores, de cínicos, de hipócritas redomados y de miserables que abusan de la condición sumisa de grandes mayorías con centenares de miles de caciques. Y tanto Fraga como Aznar no son más que eso: dos caciques salidos de las profundidades del infierno a los que el pueblo no ha querido o no ha sabido defenestrar.
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