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Estado español :: 02/09/2022

Guerrilleros en España: En el monte contra Franco

Daniel Campione
Montañas y sierras de toda España albergaron indómitos luchadores, que enfrentaron a la dictadura franquista en sus años más sangrientos

Por llanuras y montañas
Guerrilleros libres van
los mejores luchadores
del campo y de la ciudad.

Su bandera de combate
con su manto cubrirá
a los bravos paladines
que en la lucha caerán.

(…) Venceremos al franquismo
en la batalla final
Camaradas, muera Franco
Viva nuestra libertad.

Himno de las guerrillas españolas.

Con la guerra perdida, la lucha continúa

La guerrilla antifranquista tiene sus primeros antecedentes ya durante la guerra civil. Empieza con los “huídos”. Se llamaba así a quienes por su militancia pensaban que serían objeto de represión y ante el avance del ejército de los “nacionales” en sus zonas, se repliegan a áreas de difícil acceso. Más que nada como táctica de supervivencia. Forman así los primeros grupos de resistentes.

La existencia de partidas guerrilleras toma auge en la década de 1940. El período de mayor actividad fue aproximadamente entre 1942 y 1952.

La esperanza de que los aliados apoyaran la lucha de liberación contra el régimen franquista al terminar la guerra mundial da aliento al movimiento en sus primeros años, con la consiguiente decepción cuando esto no ocurre y la dictadura comienza a ingresar en una cierta “normalidad”.

Hubo guerrilleros de distinta ideología: Socialistas, anarquistas y comunistas, con tendencia a mayor presencia de estos últimos.

Entre sus actividades principales estaban los sabotajes a las comunicaciones y los servicios. También acciones propagandísticas, que incluían mítines en pueblos y aldeas a las que tenían acceso. También asaltos y secuestros para obtener fondos. Y ejecuciones de represores y traidores,

Los grupos guerrilleros se hallaban distribuidos en el territorio español, sobre todo en zonas rurales. Las experiencias de guerrilla urbana fueron menos duraderas y relevantes. Se guarecían en áreas montañosas, de modo de aprovechar las irregularidades del terreno, tan acentuadas en la península, para disimular su presencia y preservarse de la persecución.

Hubo miles de guerrilleros, algunas estimaciones se refieren a 7000, otras dan cifras mayores. De entre ellos una gran proporción resultaron muertos en combate. Los prisioneros solían terminar muertos también.
Unas veces por condenas formales en consejo de guerra y en otras ocasiones como consecuencia de las torturas o por aplicación de la llamada “ley de fugas”.

Un gran papel lo jugaban los llamados “enlaces”, varones y mujeres que desde el llano secundaban la acción de las guerrillas. Les conseguían comida, ropa, artículos de consumo. Incluso armamentos cuando podían. Daban refugio en las aldeas a los combatientes que lo necesitaran, a veces conseguían atención médica para los heridos.

Llevaban mensajes, brindaban información sobre la ubicación y los movimientos de la guardia civil, permitiendo eludir la persecución. Muchos enlaces, acorralados por las fuerzas represivas terminaban “echándose al monte” y sumándose a la lucha directa. Un gran papel jugaron las mujeres, en todo tipo de tareas logísticas. Incluso algunas se echaron también al monte.

Mujeres guerrilleras.

Según cifras de la guardia civil, en las acciones contra el maquis (como también se los llamaba) murieron 2036 guerrilleros y 3211 fueron hechos prisioneros, mientras que la Guardia Civil sufrió 243 muertos y 341 heridos. Según los mismos informes fueron detenidas 17861 personas como “encubridores” y «cómplices» de la guerrilla.

Hubo zonas donde la mortandad de prisioneros fue enorme, como en la provincia de Córdoba, donde 159 guerrilleros fueron ejecutados por la llamada “ley de fugas”.

 En otras áreas, los represores utilizaron el método de inducir a los guerrilleros presos, mediante promesas, amenazas o torturas, para que colaboraran en la captura de sus antiguos compañeros. Ello incluyó la integración en las “contrapartidas”.

La dictadura utiliza para la represión, después de un intento fracasado con unidades militares de elite (Legión Extranjera y Regulares marroquíes) a las fuerzas de seguridad militarizadas, la guardia civil y la policía armada. Éstas utilizan incluso mecanismos de lucha irregular, como la formación de “contrapartidas”, que actúan en el monte, vestidos y equipados al estilo guerrillero y siembran confusión.

El régimen se dio su propia norma para encauzar la represión, el decreto-ley para la represión del “bandidaje y el terrorismo”, dictado en 1947. Entre sus disposiciones se prodigaba la pena de muerte y se habilitaban medidas especiales de control y vigilancia. Se fortalecía así un sistema de terror en búsqueda del exterminio de los insurgentes.

Como ya dijimos, hubo guerrillas dispersas prácticamente por toda España, desde Asturias en el norte a Granada en el sur. Había diferencias en la cantidad y calidad de armamento, las modalidades de combate, el número de combatientes, la filiación ideológica de la mayor parte de sus miembros.

Una de las primeras agrupaciones fue la Federación de Guerrillas de León-Galicia, que más tarde los comunistas tomarían como ejemplo para poner en marcha las Agrupaciones Guerrilleras de las distintas regiones.

Entre las guerrillas más importantes estuvo la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón, vinculada al partido comunista. Fue receptora de buen armamento traído de Francia. Y se le incorporaron hombres de la misma procedencia, con experiencia en la resistencia contra el nazismo.

Condiciones de mayor debilidad tuvo por ejemplo la guerrilla de Cataluña, de origen en su mayoría anarquista.

Una “reconquista” frustrada.

La operación más espectacular del maquis español fue la entrada en el país desde Francia de entre 4000 y 7000 guerrilleros por el Valle de Arán (provincia de Lérida, Cataluña) y otras zonas de los Pirineos.
Estaban bien equipados y contaban con armamento pesado.

La invasión comenzó el 19 de octubre de 1944, cuando el ejército alemán ya había sido desalojado del sur de Francia. Los combatientes españoles de la resistencia francesa quedaban disponibles y su próximo destino fue intentar la liberación de su tierra de origen.

Fue denominada Operación Reconquista de España. Una vez que entraron a territorio español no se encontraron para nada con el apoyo popular que esperaban y se hallaron rápidamente bajo la amenaza de fuerzas muy superiores del ejército y los cuerpos de seguridad españoles.

Evacuaron con rapidez a territorio francés. Sin embargo, no pocos de esos hombres permanecieron en España y se incorporaron a la guerrilla o volvieron a ingresar en la península.

Pont de Rei, por donde pasaron parte de los guerrilleros.

En 1948 el PCE cambia de estrategia y, a instancias directas de José Stalin, decide renunciar a la lucha guerrillera. Les lleva hasta 1952 evacuar a diferentes grupos. Otras agrupaciones quedaron librados a su suerte, cuando pudieron pasan a Francia.

Esta evacuación afecta, fundamentalmente, a la mencionada Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón (AGLA), con la que el PCE mantuvo una relación predilecta. Mientras que otras organizaciones como la Centro – Sur, no recibieron ni siquiera ayuda para llegar a Francia.

Una derrota más que meritoria.

El aislamiento fue un obstáculo primordial para la guerrilla. El bloqueo informativo fue total. Por esta razón fuera de las áreas afectadas prácticamente se desconocían las actividades del maquis. En las escasas ocasiones en que aparecieron noticias en la prensa, éstas siempre se refirieron a los guerrilleros como bandidos, a fin de despojar sus acciones de sentido político.

Desechados por las potencias llamadas democráticas, que eligieron respaldar la continuidad de Franco, aliado utilizable en la lucha anticomunista de la naciente “guerra fría”, los guerrilleros quedaron enfrentados a fuerzas muy superiores, sin posibilidades de triunfo.

Las fuerzas de izquierda relacionadas con ellos cambiaron de estrategia y de ahí en adelante pasaron a la lucha sobre todo en las ciudades, Lo hicieron mediante organizaciones clandestinas, una de cuyas tácticas fue la infiltración en los propios organismos del régimen, en particular los sindicatos verticales.

El fracaso no debería excluir la valoración de la lucha de mujeres y varones que se enfrentaron a la dictadura en condiciones dificilísimas y en gran proporción terminaron muertos o encarcelados por largos períodos. Hicieron todo lo que pudieron.

Quedó para las guerrillas el mérito innegable de haber enfrentado a la dictadura en el momento de mayor despliegue represivo. Y de gran apatía de parte de la población, aterrorizada y reducida por la pobreza extrema a la supervivencia como principal preocupación.

Entre quienes se jugaron en la resistencia antifranquista, los que se “echaron al monte” o colaboraron como “enlaces” ocuparon, sobre todo en los primeros años, un lugar invalorable. Constituyeron ejemplo de la disposición a la lucha de los militantes populares, aún en las condiciones más desfavorables y riesgosas.

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