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Pensamiento :: 28/10/2003

¿Despolitizar la cultura?

Alizia Stürtze
El conocido eslogan lanzado en su momento por el feminismo de que «lo personal es político» buscaba trascender la falsa separación entre el reino de «lo privado» y el de «lo público», que permitía que cuestiones como la violencia sexual quedaran confinadas en el ámbito de la moralidad individual.

Hoy, a nadie nos cabe duda de que los malos tratos, por ejemplo, pertenecen a la discusión pública y, por tanto, política.

En la misma medida, dado el clientelismo y el lobbying o cabildeo (el caciquismo posmoderno) que dominan la política institucional actual y que hacen que exista una total simbiosis entre el poder económico y el político, deberíamos tener plena conciencia de que todos los aspectos de nuestra vida individual y social, desde el trabajo hasta la educación, la vivienda, la sanidad, el ocio, el consumo y la alimentación, están estrechamente imbricados con la política, todos ellos son política (economía política), aunque el poder, con su dominio del doble lenguaje y los medios, haya conseguido convencernos interesadamente de que son temas «neutros» y «objetivos», que deben seguir su propio curso y que es preciso «despolitizar» para que se puedan «autorregular».

Y es que el capitalismo «democrático», para poder explotarnos a su antojo, necesita que nos neguemos como sujetos políticos conscientes con capacidad y derecho de intervención, cambio y agitación, que aborrezcamos las nociones políticas de rebeldía, lucha, solidaridad y justicia, y que nos creamos, y hasta defendamos, que la política la hacen los «políticos», es decir, es un circo para profesionales que sólo nos tienen que «rendir cuentas» en las urnas, y que sólo de rebote tiene que ver con la cada vez mayor precariedad e indefensión en la que vivimos, sin poder llegar a fin de mes, sin derecho a algo tan básico como una vivienda y un trabajo dignos, y, por si fuera poco, en Euskal Herria, teniendo que soportar una agudización de la demonización por nuestra democrática reivindicación de independencia.

En este contexto, estos días en que ha quedado más patente que nunca el carácter político de la represión del Estado contra el euskara y «lo vasco» como expresión política de una nación, resulta desorientador que, desde ciertas cúpulas, se proclame la necesidad de «despolitizar» nuestra lengua y cultura, como forma de atraernos a ciertos sectores nuevos o no beligerantes (jóvenes, inmigrantes...) y avanzar en su consolidación.

Extraña forma de entender «lo político». Preocupante desconocimiento de que el euskara y la cultura vasca, en este mundo globalizado, sólo serán en la medida en que sean instrumentos de liberación para vascos de nacimiento y adopción... a través de la lucha política, claro.

Gara

 

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