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Estado español :: 23/09/2019

La España acefala

Amadeo Martinez Ingles
El país rumbo al caos, con un pasota en La Zarzuela y un okupa prepotente y chulesco en La Moncloa

 “Consummatum est”, el indeseable y repetitivo acto electoral que como espada de Damocles pendía sobre la cabeza de todos los españoles a cuenta de unos cuantos monicacos de la política española que llevan años jugando a insultarse entre ellos y a no hacer nada positivo para el común de los mortales que les han votado y responsabilizado de su porvenir, se veía venir o, por lo menos, algunos sí lo vimos y lo escribimos hace meses. Y lo peor, amigos, está por llegar porque las elecciones del 10 de noviembre no van a solucionar nada, pueden degradar todavía más el desgraciado escenario político y social en el que estamos inmersos y abocar al país a soluciones de emergencia general. Y no quiero con esto asustar a nadie pero sí alertar al ciudadano medio español de que si no reacciona, y pronto, el entramado social español en su conjunto (y no solo el político que a día de hoy se presenta desorientado, acabado y sin idea de cómo salir de ésta) y exige soluciones concretas y rápidas a aquellos que ostentando las supremas magistraturas de la nación tienen la responsabilidad de idearlas, presentarlas e implementarlas… la inacción y el despiste político descomunal que arrastramos puede devenir en soluciones políticas y sociales “no convencionales”. A buen entendedor…

 Si me lo permite el lector, y le juro que esta auto cita no tiene nada de vanidad personal ni de promoción comercial pues el horno no está para bollos ni para protagonismos absurdos (eso lo dejo para los incompetentes líderes de unos partidos políticos egoístas, enanos, de bagaje profesional de alcantarilla y de ideales de andar por casa), voy a rescatar en las próximas líneas el último párrafo del último capítulo del libro que acabo de publicar y de “cuyo nombre no quiero ni necesito acordarme”. Párrafo que redacte en marzo pasado, antes de las elecciones generales del 28 de abril y mucho antes, por lo tanto, de las próximas a substanciarse el 10 de noviembre del presente año. Eso, si los acontecimientos políticos, económicos y sociales en este país y los geopolíticos y geoestratégicos internacionales no interfieren de una u otra manera en la hoja de ruta nacional.

 Decía este autor (y dice) en el mencionado capítulo titulado “Crisis en el Estado español. Fin de ciclo histórico. La agonía del Régimen del 78” lo siguiente:

  “Y un aviso para navegantes. Según mi particular criterio, obviamente sujeto a error pero que se asienta en una muy larga experiencia vital, en una extensa permanencia en la cúpula castrense española, en puestos de responsabilidad en la vida política y en múltiples ensayos y estudios publicados a lo largo de los últimos treinta años sobre aspectos muy concretos de la historia de este país, los dos o tres próximos años pueden resultar muy duros en el devenir político español. Existe un evidente riesgo de “ingobernabilidad”, de desgobierno, de colapso de las instituciones, ya que va a resultar muy difícil, por no decir imposible, que el abanico de partidos (cuatro o cinco) que van a repartirse prioritariamente el futuro parlamento salido de las elecciones legislativas de este año 2019 (no especifiqué las del 28 de abril porque era ya consciente de que no serían las últimas) acaben poniéndose de acuerdo para gobernar y con ello poder solucionar los graves problemas que arrastra España desde hace ya bastantes años. Tal vez, digo “tal vez” pero oteando por el horizonte tamaña posibilidad, tengamos que acabar en un estado de excepción para nada deseable y/o en un Gobierno de concentración o salvación nacional que promueva el necesario período constituyente para modernizar de una vez por todas esta vieja nación de naciones que se debate entre el terrorífico tiempo pasado y el desconocido miedo al futuro. Para mí, y perdone el lector la osadía intelectual, ese futuro está muy claro: Una España confederal y republicana”.

  Escribir esto en marzo de 2019 evidentemente tenía sus riesgos pues nunca es saludable, ni en política ni en nada, emitir profecías que en el 99% de los casos no se hacen nunca realidad pudiendo llevar al temerario “astrólogo de vía estrecha” que se atreve a hacerlas al tenebroso terreno del ridículo más espantoso o de la crítica más acerba. Riesgos, no obstante, que en esta indeseable coyuntura política en la que estamos inmersos todos los españoles no solo afronté en mi libro (conociendo sin duda el famoso dicho pseudo literario que dice “si quieres guardar un secreto, publícalo en un libro”) sino también en un artículo posterior publicado en Canarias Semanal.

 Pero es que, amigos, y dejando de nuevo la vanidad a un lado, para un estratega profesional, militar en este caso, pero que ha debido estudiar a fondo por necesidades profesionales y docentes intrincados manuales de Estrategia General y Estrategia operativa pero también, y en grandes dosis, Estrategia Política y sus consecuentes tácticas subordinadas, el indeseable desenlace de los estúpidos órdagos políticos e institucionales puestos sobre la mesa por los diferentes partidos políticos españoles tras el 28-A en busca del Gobierno perdido y, en especial, por el máximo responsable personal del desgraciado evento que estamos viviendo, el señor Sánchez, presidente en funciones… ESTABA CANTADO. Porque el tablero político en este país ha cambiado substancialmente y una cosa era conformar Ejecutivos durante años y años usando a mansalva el espurio bipartidismo institucional promocionado por la Constitución franquista del 78 (sí, sí, franquista, hablemos claro ya de una puñetera vez, porque franquistas eran en grado sumo los generales que en los meses anteriores a su promulgación se leían, releían y autorizaban en su caso a diario la callada labor de los llamados padres dela patria enfrascados en la “ardua labor” de inventarse una modélica Ley de Leyes que perpetuara a la chita callando el régimen que acababa de perder a su caudillo) y otra muy diferente enfrentarse a los nuevos tiempos, a la naciente pluralidad política de una nación que pide cambios substanciales y urgentes, a la verdadera diversidad social de un país que después de décadas de democracia discapacitada, vigilada, dirigida en la sombra por los oscuros poderes fácticos de siempre, comienza a despertar por fin de su letargo después de cuarenta años de dictadura y otros tantos de postfranquismo coronado.

 Pero voy a dejar de presumir de visionario político e institucional (partidos políticos abstenerse, que de fichar nada, pues ya estuve un par de años en le cúpula ejecutiva de unos de los más importantes de este país y tuve que dejar el puesto de Secretario de Estudios y Programas porque, evidentemente, mi perfil no era el adecuado, no llegaba ni con mucho al aprobado a secas en “cualidades” tan absolutamente necesarias para el cargo como el cinismo, la irresponsabilidad, la deslealtad, la verborrea, la prepotencia, el espíritu traicionero y el afán de peloteo con el jefe supremo) y voy a meterme definitivamente en materia pergeñando un pequeño y aún pedestre análisis personal de la situación a la que hemos llegado después de la astracanada de los últimos días, semanas y meses y que nos condena a todos los españoles a vagar de nuevo sin cabeza política unos cuantos meses o años más, como pollos alocados y moribundos, por el preocupante escenario de una Europa en crisis terminal y por un mundo globalizado de nuevo al borde de la recesión económica en la que nos va a meter de hoz y coz el decadente imperio yanqui que busca la guerra (comercial, híbrida, de cuarta generación, convencional…la que sea) para evitar el inexorable sorpasso del nuevo bloque geopolítico ruso/chino.

 Y en este análisis apresurado y a cara de perro lo primero que voy a hacer es tratar de contestar (con ese fin me he puesto delante del ordenador), a la pregunta del millón, a la pregunta que en estos momentos se están haciendo con mejor o peor fortuna millones y millones de españoles y decenas y decenas de medios de comunicación en este país asombrado y deprimido:

 Pero ¿de quién es la culpa realmente? ¿Quién o quienes nos han llevado a esta peligrosa situación de acefalia política y social?

 Pregunta aviesa y muy actual, sin duda, pero que, sin embargo, ya está contestada y a disposición del avispado lector que se haya molestado en leer y metabolizar mínimamente el subtítulo del presente trabajo. ¡Pues claro que sí, hombre o mujer que me lees, esos son los culpables, esa es la pareja de personajes o personajillos (los dos “en funciones” o interinos porque a ninguno de los dos los han elegido los ciudadanos diga lo que diga la ley pero no la legitimidad para los altos puestos que okupan)! Uno de ellos, prepotente él, autoritario él, embustero él, egocéntrico él, ambiciosillo él… con genes muy escondidos pero fuertes que le empujan día y noche hacia el noble arte de pilotar aviones gratis total, llegó a presidente del Gobierno tras una legal pero traicionera moción de censura armada al margen de cualquier consideración política relevante y ahí se ha quedado el hombre, en funciones, viéndolas venir (que sí que van a llegar y pronto), dispuesto a cargarse al país entero si hace falta con tal de no apearse de semejante poltrona.

 El otro, también en funciones o interino hasta que sea refrendada por el pueblo la monarquía que representa, pero éste por imperativo dictatorial, soso él, antipático él, derechón él, autoritario él, con ínfulas reales, con palacio y bicocas millonarias (ocho millones de euros en mano y otros quinientos para mantener la ridícula y obsoleta institución que lo alberga en pleno siglo XXI) heredó la jefatura del Estado español ¡Toma ya! por decisión inapelable de las gónadas de su señor padre, quien, a su vez, había recibido tal puesto, con título de rey, por decisión también inapelable del único testículo operativo del dictador Franco. Y ahí está también él, general de guardarropía él, esperando como el otro, pero sin urnas que valgan, a que la situación perniciosa que vivimos bajo el punto de vista político y social, se arregle por sí sola.

 Pues sí, sí, esta pareja de personajes (o personajillos, según el cristal con que se mire) son los auténticos responsables de que este país camine lento pero seguro hacia el caos más absoluto, hacia la ingobernabilidad total, hacia el todos contra todos, hacia un totum revolutum de consecuencias imprevisibles…¿Por cierto, y qué matraca es esa que pulula por ahí, por mentideros y redacciones, de que este hombre de patente regia no debe hacer nada, está mejor quietecito, de vagancia perenne, con la que está cayendo?

 ¡Pues claro que debe hacer, que debería haber hecho si hubiera cumplido con su trabajo, con el mandato al que le obliga la Constitución del 78!

 “ARBITRAR Y MODERAR EL FUNCIONAMIENTO REGULAR DE LAS INSTITUCIONES”

 ¿Ha cumplido este señor tal mandato? Nadie en este país tiene constancia de ello. Que lo diga si lo ha hecho, pero si es así su fracaso ha sido absoluto, de campeonato. Y visto lo visto, si nadie le hace puñetero caso debería imitar cuanto antes al simpar Amadeo I de Saboya o a su bisabuelo Alfonso XIII y largarse con viento fresco a Roma o a Las Maldivas, por ejemplo. Yo, desde luego, se lo recomiendo sin ninguna acritud ¡Váyase, señor Borbón, porque usted no nos resuelve nada y para lo que hace… mejor nos resultaría a sus súbditos españoles colocar en el salón de honor de La Zarzuela, donde usted se pasa la vida dando a diario su real mano a políticos de toda laya, al muñeco “Prudencio” (los no muy jóvenes lo recordarán con cariño), aquél simpático muñeco articulado y motorizado que colocaban en las obras viarias en los últimos años del pasado siglo XX para pedir prudencia a los conductores moviendo rítmicamente su mano derecha armada con una banderita ad hoc.

 Déjese de Mallorca, y de su palacio (parece el camarote de los hermanos Marx pagado con el dinero de todos los españoles) y olvide sus vacaciones secretas en Croacia o donde sea porque su finca particular (esa que Franco le regaló a su familia en 1969) peligra por falta de cuidado y el porvenir (su porvenir personal y el de todos los españoles con usted en la jefatura del Estado) se presenta feo, muy feo… Pero mientras se piensa lo que acabo de decirle ¡haga algo, hombre! seguro que no se hernia si llama a capítulo a los cinco niñatos de la política española actual para que, por lo menos, no se insulten entre ellos y respeten a todos sus votantes

 

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