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Estado español :: 26/04/2020

La huelga de hambre: defender tu dignidad con tu vida.

Movimiento Antirrepresivo de Madrid
Ayer nos llegaba la trágica noticia del fallecimiento del preso político turco de 28 años Mustafá Koçak, después de 297 días en huelga de hambre.

Su muerte se suma a la de Helin Bolek, cantante de Grup Yorum y también presa política, que murió el 3 de abril después de 288 días en huelga de hambre. Los presos turcos decidieron hacer uso de la huelga de hambre para exigir que se respeten sus derechos fundamentales, un juicio justo, el fin de las prohibiciones arbitrarias e ilegales y de la persecución política contra los músicos.

La represión feroz con la que el Estado fascista turco ataca a los revolucionarios y la clase obrera turca ha obligado a muchos presos a comenzar una huelga de hambre con el fin de proteger la dignidad revolucionaria. Es un último acto de resistencia para luchar contra el exterminio al que someten los estados a los presos políticos si no claudican.

En 1999 los revolucionarios turcos se vieron obligados a emprender una lucha que duraría siete años y se cobró la vida de 150 presos, 28 de ellos asesinados en el asalto a las cárceles y 122 en una huelga de hambre que comenzó después de que el Estado declarara abiertamente su nueva política de prisión. Se prolongó hasta 2007, cuando el Estado accedió a mostrar cierta flexibilidad en su política de aislamiento.

La memoria también nos obliga a recordar cómo en el Estado español los presos políticos se han visto obligados en varias ocasiones a emprender también una huelga de hambre como única forma de resistir y seguir manteniendo su dignidad revolucionaria. El 19 de junio de 1981 murió Crespo Galende, que inició una huelga de hambre el 14 de marzo 1981 junto con el resto de presos políticos del PCE(r) y de los GRAPO, como forma de luchar contra el exterminio impuesto en la cárcel de Herrera de la Mancha. A esta huelga le seguiría otra el 30 de noviembre de 1989, que duró 435 días, esta vez contra la dispersión de los presos políticos y en la que moriría, el 25 de mayo de 1990, José Manuel Sevillano, tras 175 días y haber sufrido la tortuosa alimentación forzosa.

Es necesario recordar que la huelga de hambre nunca es una decisión del preso político sino una imposición por parte de los estados, que no les deja otro camino que emprender este último acto de resistencia con el que continuar la lucha contra la represión. El Estado turco ha decidido, como ya decidió el Estado español, empujar a los presos a la muerte y no piensa frenar en sus ataques represivos. Ya en el funeral de Helin Bolek fueron detenidas numerosas personas. Ibrahim Gökçek, otro preso político turco, también cantante de Grup Yorum, continúa en huelga de hambre. Es necesario extender la solidaridad como única forma de hacer retroceder a los estados en su tentativa de exterminar a los presos políticos.

 

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