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Estado español :: 18/10/2004

La represión democrática

Crespo-La Haine
Es necesario conocer bien a la represión en la democracia para saber hasta que punto pueden llegar sus consecuencias. Saber bien como funciona, que mecanismos utiliza, cómo se disfraza y cómo ejecuta sus golpes.

En el último siglo en el Estado español ha habido diferentes procesos políticos, todos ellos burgueses, que han empleado la represión de diferentes maneras. Empleando tácticas más o menos brutales, de maneras más o menos sanguinarias han acallado los acontecimientos que ponían en duda el creciente capitalismo dominante que ningún gobierno tuvo la intención de frenar. El cuestionamiento de un sistema basado en privilegios y miserias ha producido duros golpes represivos a lo largo de la historia. La etapa en que más se acuso la represión, de manera más brutal, fue sin duda el franquismo. Pero las fases socio-políticas anteriores y posteriores a éste no han supuesto, ni mucho menos, la desaparición o el aminoramiento significativo de la represión.

Cuando las acciones han desbordado la permisividad de los gobiernos de turno, cuando los actos sobrepasan las expectativas generadas por el poder, expectativas en cuanto a moralidad, en cuanto a propiedad, en cuanto a cultura..., la represión ha sido generalizada de manera más o menos visible.

Por poner un ejemplo muy gráfico, los acontecimientos de 1933 en Casas Viejas, (localidad gaditana), supusieron una represión salvaje por la denominada "popular" segunda república. Los campesinos de aquella localidad, empujados por unas condiciones exacerbadas de miseria y hambre, llevaron a cabo una insurrección anarquista. Las grandes extensiones de tierra que trabajan estaban en manos de 4 terratenientes. La situación económica era idéntica en toda Andalucía, los campesinos veían como ante la implantación de un gobierno progresista que había prometido mejoras agrícolas, nada cambiaba. El sistema seguía estando basado en la propiedad privada y la acumulación de capital, causa última de la miseria campesina. Desde el gobierno republicano se insistía en que se solucionaría el problema sin erradicar la causa ¿Es eso posible? Casas Viejas no aguantó más, la insurrección anarquista se levantó en armas contra el cuartel de la guardia civil y el ayuntamiento, quemó los libros de propiedad e instauro el comunismo libertario para gestionar la vida sin amos, ni patrones. El gobierno de la república mandó varias brigadas de las guardias de asalto republicanas para poner fin a la insurrección. El resultado fueron más de 50 campesinos, incluidos niñxs, quemados vivos para poner fin al proceso colectivista. La insurrección que ponía en tela de juicio el sistema capitalista dominante, que proponía como solución la gestión de las tierras de manera revolucionaria, en definitiva, que devolvía el pan arrebatado al pueblo, era duramente reprimida por la II República con Manuel Azaña a la cabeza. Había sido un exceso de "poder popular". Desbordaban las expectativas de un gobierno que no quería acabar con la propiedad privada y por ende con la miseria y la explotación.

Tras la guerra Civil vino la represión franquista, ya sabéis en que consistió. La transición, que fue el paso de un sistema capitalista-fascista a un capitalismo-democrático, sirvió para consolidar, por lo menos oficialmente, una serie de derechos que el pueblo demandaba. El Estado se vio obligado, para subsistir de aquella manera democrática que le exigía el contexto internacional, a reconocer determinados derechos sociales para consolidar con fuerza su propia existencia.

La represión, por tanto, debía tomar otro cariz, nuevas estrategias y mecanismos de control para mantener a las masas sumisas. La sutileza, en la mayoría de los casos, pasaba a formar parte de los contextos represivos. El poder judicial tomaba también nuevos ritmos y estrategias. Este cambio represivo fue produciéndose muy rápido hasta asentarse de manera definitiva. Al mismo tiempo, servía para mostrar a la gente, mediante los media, la instauración de un sistema policial, judicial y carcelario realmente justo que todos deberían de defender ya no para los intereses del Estado sino para sus propios intereses; desgraciadamente, así ha ido calando en la gente con el paso del tiempo.

La consolidación de todo ello ha tenido consecuencias palpables. Por poner un ejemplo reciente, tras todos los acontecimientos contra la guerra de Irak y la Huelga General del 20-J, un año después aproximadamente, ha venido progresivamente una avalancha de juicios que han condenado a penas de multa, incluso cárcel, a numerosas personas militantes de los movimientos sociales. En muchos casos los procesos judiciales han sido contra los y las militantes más activos, frenando así la subversión en diferentes localidades. Así es la represión democrática, sutil y lenta. Va frenando las organizaciones de lucha por desgaste: generando antecedentes penales en militantes que de volver a ser "cazados" incurrirán en un delito grave. El miedo y la amenaza constante son las herramientas de la represión democrática.

Si en la época franquista cualquier indicio de subversión era inmediatamente pagado con la cárcel y la muerte, la democracia ha tenido que readaptar esos anticuados sistemas y cambiarlos por otros, en muchas ocasiones, más eficaces. Ante la posible "radicalización" de determinados movimientos sociales los gobiernos han creado todo un círculo de ONGs y asociaciones encargadas de frenar tal radicalización, de hacerles ver "por las buenas" cual es el camino demócrata a seguir. Si la situación es incontrolable, por esas vías, no se duda en recurrir a la represión policial y judicial. En muchas partes del Estado español la sutileza represiva ha servido para frenar respuestas subversivas.

Sin embargo, en zonas como Euskadi, no ha podido ser así. La existencia de un tejido social muy bien organizado, numeroso, activo y profundamente combativo ha hecho que el Estado democrático haya tenido que mostrar su peor cara: deteniendo, asesinando, torturando e ilegalizando a diferentes organizaciones vascas. Una vez más la actividad disidente supera las expectativas del Estado.

Leyes de video vigilancia, trabas para convocar manifestaciones, las torturas "sin marcas" son los métodos más usados por parte del poder democrático para reprimir, a cualquier acción que desborde su marco esperado de actuación. El alto nivel de control de los medios de comunicación de masas, sin precedentes en la historia, es posiblemente el mayor elemento alienante y represivo. Hacer creer a la gente que vive en un sistema justo, inculcarle el miedo al cambio, entretenerla mediante basura mediática, son también tácticas de represión democrática.

Las generaciones venideras en el Estado español, por primera vez en varias décadas, empiezan a vivir peor que sus antecesores. La precariedad, en todos los ámbitos de la vida, va en un aumento imparable. Las contradicciones del capitalismo lo llevan a serios periodos de crisis. En argentina estalló la vorágine Neoliberal. Aquí, lo estamos esperando.

crespez@hotmail.com

 

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