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Estado español :: 17/10/2022

La sociedad empantallada

Cesar Manzanos Bilbao
Si a una persona de 70 años le devolviésemos de vida el tiempo que se ha pasado ante una pantalla (televisión o móvil), ahora tendría aproximadamente 15 años menos

 En nuestra sociedad, si a una persona de 70 años le devolviésemos de vida el tiempo que se ha pasado ante una pantalla (televisión o móvil), ahora tendría aproximadamente 15 años menos. Una de las bombas ideológicas de esta guerra constante e invisible a la que nos someten, destinada a anestesiar y desactivar nuestra capacidad volitiva, es decir, de superación de los obstáculos para alcanzar lo deseado, es sin duda la pantallización que, sin embargo, se muestra como el antídoto para desconectar de nuestro estrés cotidiano, e incluso, como la principal vía de acceso a “la realidad”.

 El tiempo no es solo duración, también es intensidad, si no, que se lo digan a las personas presas que saben muy bien que la pena consiste en tiempo de reclusión y que, las condiciones en las que transcurre ese tiempo, hacen que sea más llevadero o insoportable el encierro. Y es precisamente el contenido de ese tiempo postrados ante una pantalla, la metralla que nos penetra en el cuerpo de un modo sutil y silencioso, aparentemente inofensivo, revestido de entretenimiento, pero inyectándonos creencias, ideas, emociones, sensaciones y actitudes nocivas para nuestra salud mental: incertidumbres, nostalgias, ánimo de lucro, sacralización de valores como la propiedad, deseos de venganza, odio al otro, es decir, al migrante, al pobre, afán por consumir, ansiedad difusa y un sinfín más de balas que asesinan nuestra posibilidad de ser protagonistas de nuestra existencia.

 Lo curioso es que esté en nuestra mano dejar de consumir tiempo empantallados para disponer de vida en directo y no lo hagamos. Quizás sea porque lo que más reproduce la sociedad de la imagen es la ficción de una vida exenta de conflictos, frustraciones y penurias propias, anticipándonos la muerte en vida al arrebatarnos ésta en forma de años fallecidos sentados en un sofá. Somos como la mona Chita, el primate más longevo que murió a los 80 años gracias a que lo tenían encerrado viendo la tele para lucrarse con su vida sedentaria sin poder subirse a los árboles.

Cesar MANZANOS BILBAO, Doctor en Sociología. Octubre 2022

 

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