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Andalucía :: 19/11/2013

Las corralas llegan a Granada

Eduardo Pérez
Sus perspectivas no son todo lo halagüeñas que podría esperarse. Días antes de su presentación llegaba a la corrala el aviso de desahucio

Granada ya tiene su corrala. Los edificios recuperados por los movimientos por la vivienda, que apenas en un año y medio se han extendido como una mancha de aceite por provincias andaluzas como Málaga o Sevilla, no habían llegado hasta ahora a la ciudad de la Alhambra ni a su provincia.

Desde este domingo 17 de noviembre, ya no es así. En un acto convocado por el grupo Stop Desahucios del 15M de Granada se presentaba en sociedad la Corrala El Triunfo, situada en pleno centro de la capital granadina. En ella viven 12 familias, formadas por 23 personas en total, ocho de ellas menores de edad.

El edificio lleva abandonado por Cajamar desde hace cinco años. A principios de 2013 un vecino ocupaba una vivienda del edificio, y poco después era denunciado por usurpación. Meses más tarde, el edificio se ha llenado, y tras bautizarse como “El Triunfo”, un juego de palabras entre sus perspectivas de victoria y los jardines cercanos, empieza la lucha para conseguir que la propiedad acepte su propuesta: un alquiler social adecuado a las posibilidades de todos sus vecinos y vecinas.

Sus perspectivas no son todo lo halagüeñas que podría esperarse. Días antes de su presentación llegaba a la corrala el aviso de desahucio, previsto para dentro de nada: el 28 de noviembre.

Los habitantes de El Triunfo, en un manifiesto leído a las 300 personas congregadas en su apoyo, han dejado claro que su intención es solucionar su situación antes de esa fecha y, si no fuera posible, resistir el desalojo.
A continuación hacemos un repaso a varios de los vecinos y vecinas de la corrala, que han explicado su situación a DIAGONAL:

Julio Lorite y Paqui García. 27 y 22 años. Obrero ferroviario y ama de casa, ambos en paro. Viven con Rosendo, el hijo de García, de seis años. En octubre de 2013 abandonaron la casa que alquilaban en Dílar, pueblo del sur de Granada. “No teníamos ingresos, ya le debíamos un mes al casero. Estuvimos con Stop Desahucios estudiando la vía legal para obtener una vivienda, sin éxito. Antes que quedarnos en la calle preferimos realojarnos aquí. Queremos pagar un alquiler social. La cantidad de viviendas vacías es una vergüenza, la vivienda es para que viva la gente dentro”.

Raúl Calderón. 43 años. Parado que trabajó en la limpieza, hostelería y metal. Vive solo en la corrala. Está separado y tiene tres hijos. Vivía de alquiler en el centro de Granada hasta que no pudo seguir pagando. “Al no tener trabajo, te conviertes en un mero expediente de las organizaciones de ayuda como Cáritas y Cruz Roja, te utilizan. La situación de la vivienda es un acto masivo de terrorismo de Estado de consecuencias incalculables, por su afán especulador”.

María García. 27 años.
Trabajadora de la hostelería en paro. Vive con su hija Cristina, de seis años. Perdió su vivienda alquilada en el centro de Granada a principios de año y recurrió a su familia, que también está en una situación difícil. Opina que respecto a la vivienda “se debería hacer algo. Es un derecho básico que debería estar garantizado, está reconocido en la Constitución”.

Noelia. 28 años. Desempleada que trabajó en hostelería y artesanía, también fue dueña de una tienda de ropa. Vive con su hijo de cuatro años, Nahuel. Residía en Maracena (norte de Granada), alquilando. “Perdí la tienda por las deudas. No encontraba trabajo y se me denegaban las ayudas, así que no pude seguir pagando el alquiler. El tema de la vivienda es matemática pura entre las viviendas vacías y la gente sin vivienda. Es un derecho que se ha convertido en un lujo. Siempre he sido partidaria de la ocupación de viviendas, sobre todo por necesidad. Estoy muy orgullosa, es una lucha que merece la pena. Quiero enseñar a mi hijo que hay injusticias y se puede pelear contra ellas”.

Juan Antonio López. Tiene 28 años y recientemente acabó un módulo de informática. Vive solo. Cobraba una beca de estudios de 3.000 euros al año, con la que ya tenía dificultades para pagar el alquiler. Al terminar de cobrarla, tuvo que irse a vivir con su madre, de la sierra de Huelva. “Al enterarme de la lucha de las corralas, decidí unirme a la reivindicación. Me parece vergonzoso el número de viviendas vacías, más todavía teniendo en cuenta que hemos pagado entre todos el agujero que eso ha generado en los bancos. ¿Pagamos casas y luego no podemos usarlas? Se ríen en nuestra cara”.

Cristina Vicente. Auxiliar de clínica en paro de 48 años. Vive con su hija Cristina, de ocho años. Cobraba un subsidio gracias al cual pagaba el alquiler. Se le acabó la ayuda y estuvo tres meses sin pagar. La situación de la vivienda es “un putadón, estando la gente como estamos. Queremos un trabajo digno y al no tenerlo nos vemos en esta tesitura. Tiene que haber trabajo digno y alquileres razonables. Cuando no tienes hijos, te buscas la vida como sea. Pero al tenerlos, tienen unas necesidades básicas que tenemos que cubrir sí o sí. Hemos hecho lo que hemos hecho porque no queda otra”.

 

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