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Pensamiento :: 17/04/2006

«Una terrible belleza ha nacido»

Txente Rekondo - La Haine
Esas palabras del poeta irlandés W. B. Yeats sirvieron para definir la reacción mayoritaria en Irlanda tras los acontecimientos de Pascua de 1916. El lunes 24 de abril de 1916, la bandera tricolor irlandesa fue izada en una esquina del GPO dublinés (edificio oficial de correos) y en la otra esquina se alzó otra bandera con la inscripción Irish Republic. Unos minutos más tarde, Pádraig Pearse, nombrado presidente de esa nueva república, leyó en la entrada principal del GPO la Proclamación.

Hace noventa años, un grupo de irlandeses e irlandesas, calificados entonces peyorativamente como visionarios, pusieron en marcha una insurrección contra el colonialismo británico que dominaba su país. Su meta era lograr que «Irlanda pueda ser libre». La importancia de esta declaración se materializará en los próximos años y hoy en día ya nadie duda de su papel clave en la configuración del estado de los Veintiséis condados y en la perseverancia del pensamiento republicano en Irlanda.

La proclamación de 1916 es la herencia del trabajo que inició Wolfe Tone, considerado el fundador del republicanismo irlandés, y los United Irishmen (Irlandeses Unidos) en 1791 y 1798, al que siguió Emmet y su alzamiento en 1803, la Young Ireland (Joven Irlanda), que lo intentaría en 1848, y los fenianos y la Irish Republican Brotherhood, que trabajaron en esa línea a finales del siglo XIX y comienzos del XX.

El texto leído por Pearse contiene toda una proclamación revolucionaria, con la utilización de conceptos muy avanzados para su época, lo que demuestra claramente el carácter progresista y revolucionario del alzamiento de 1916. El papel desempeñado por las mujeres irlandesas tanto en el alzamiento como en la posterior estructuración del movimiento republicano, así como el de los sindicalistas y las fuerzas progresistas y obreras de ese tiempo, unido todo ello a las demandas nacionales del pueblo irlandés, sirvió para dotar de contenidos a la Proclamación.

Soberania nacional

Ese manifiesto político alberga en su seno el tema de la soberanía nacional («el derecho del pueblo irlandés a ser dueño de Irlanda»), el sufragio universal («un Gobierno Nacional, representativo del conjunto de Irlanda y elegido por el sufragio de todos sus hombres y mujeres»), el derecho a la utilización de los recursos nacionales, la salud y el bienestar, la igualdad religiosa y de género («La República irlandesa reclama la lealtad de todo irlandés e irlandesa. La República garantiza la libertad civil y religiosa, igualdad de derechos y oportunidades para toda su ciudadanía, y declara su decisión y esfuerzo para conseguir la felicidad y la prosperidad del conjunto de la nación, cuidando por igual a todos los niños de la nación, y olvidando las diferencias impulsadas por un gobierno extranjero, que ha dividido a una minoría de la mayoría en el pasado»).

En los últimos 300 años, Irlanda se había sublevado en armas hasta en seis ocasiones y todas ellas acabaron con la derrota militar de los alzados; sin embargo, una y otra vez la perseverancia irlandesa para liberarse del sistema colonial británico volvía a brotar en la isla. El destino del alzamiento de 1916 podía haber seguido los pasos de sus predecesores; sin embargo, la brutal represión británica que siguió a la rendición de los rebeldes (dieciséis de sus dirigentes fueron fusilados, entre ellos los siete firmantes de la proclamación) y la labor política desarrollada por el movimiento republicano cambió el destino de Irlanda.

Durante las últimas décadas, los homenajes y conmemoraciones en torno al alzamiento de 1916 han estado protagonizados por el Sinn Féin, mientras que las autoridades del sur de Irlanda han perseguido esos hechos. Por ello llama la atención el vuelco producido en las direcciones de los partidos del establishment del sur, cuando este año se han manifestado por la celebración y el homenaje oficial a los hombres y mujeres de 1916. Detrás de eso no hay más que una clara manipulación y una política hipócrita, y sobre todo el temor a los buenos resultados electorales que se auguran al Sinn Féin en las elecciones del próximo año.

Si esos «nuevos» defensores del «espíritu de 1916» leen con detenimiento la proclamación, comprobarán cómo el estado de los Veintiséis condados que con tanto fervor defienden, está muy lejos de cumplir lo allí manifestado. La política corrupta, el desigual reparto de la riqueza, la alianza con las fuerzas imperialistas del mundo marcan el label de los últimos gobiernos irlandeses, en las antípodas de lo defendido y por lo que murieron los rebeldes de 1916.

De todas formas, tal y como expresan los dirigentes del Sinn Féin, bienvenido sea este cambio. Probablemente si se sigue el guión actual no se tardará en reconocer que la lucha que ha mantenido el movimiento republicano contra el colonialismo británico debe hacerse en esa misma línea, y también se reconocerá en su momento.

Gerry Adams ha señalado que la empresa iniciada en 1916 está sin acabar: «Irlanda todavía no está unida. Todavía no tenemos una sociedad donde todos los niños de la nación son tratados por igual». Y esa es la labor del movimiento republicano, «materializar las ideas de 1916 y crear una sociedad mejor para todos, católicos, presbiterianos, anglicanos, gentes de cualquier religión y de ninguna, ciudadanos irlandeses y de las nuevas comunidades».

* Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN).

 

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